Casa Camberlain

Sacudí la cabeza con pesar, sintiéndome derrotado. Ambos se habían negado a que colaborara con ellos - Que raro, siempre opinan distinto, pero justo en este asunto tienen que negarse ambos tan rotundamente - dije, en parte divertido.
- ¡Bien! Yo sin magia no vivo, no podría alimentarme - admití, sin sentir ni una pizca de vergüenza - Te lo repito, Elliot, hazte valer, amigo. De todas formas, eso no va a pasar pronto, ¿ó sí? - pregunté, escéptico, mientras miraba a ambos alternativamente. Ninguno me había dicho nada al respecto. Una vez en el jardín, Elisabeth comentó algo que me dio mucha risa, por lo que solté varias carcajadas - Sí, a mí también me extrañaría que se cortaran con un tomate, sobre todo porque estos no son filosos - me burlé delicadamente, sabía que la ofendería.
Ya habiendo cocinado las hamburguesas y entrado en la casa, saqué de la heladera tres botellas de cerveza grandes para que tomáramos todos. Tomé asiento al lado de Margaret y nos serví cerveza a Elliot, a Margaret y a mí, que éramos quienes habían tomado con anterioridad. También les ofrecí a Elisabeth y Emily con una sonrisa - ¿Cómo piensas volver a tu hogar, Margaret? Porque estás tomando demasiado cerveza. No creo que vayas a ser capaz de caminar en línea recta - bromee - Tú - dije apuntando a Elliot con un dedo acusador - tienes suerte de que vives aquí.

Dejé pasar el tema de que William pagara el viaje ya que no quería discutirlo. No lo iba a hacer y punto.
- Esto... no, no lo creo - decidí, confusa. No sabía con exactitud cuando sería, pero por el momento, no sería pronto.
- Bueno, yo creo que sin magia no voy tan mal en el área culinaria, aunque sí en otras cosas. Por ejemplo, el desorden de la casa. No suelo hacerlo a mano, excepto que sea por una razón específica - conté. La única vez que había ordenado la casa yo mismo había sido la primera vez que Elliot la visitaba. Había estado tan nerviosa que ni siquiera me había acordado de usar la varita. No pensaba admitirlo. Sonreí para mis adentros. Pero cuando continué rememorando el encuentro, me acordé del terrible final, por lo que rechacé el sentimiento de tristeza y sacudí la cabeza para ahuyentar esos pensamientos. Por suerte, la conversación también ayudó a distraerme.
- ¿Ah, sí? ¿Cómo qué? - pregunté, mientras me cruzaba de brazos y enarcaba una ceja. Creía adivinar más o menos que pasaba por la mente de Elliot.
Ya estando la mesa servida, Elliot trajo las hamburguesas y el pan. Nos sentamos y se ofreció a preparar mi hamburguesa caballerosamente - De acuerdo - acepté y le dediqué una gran sonrisa - Empecemos a evaluar tus habilidades para la cocina.
- Ya lo veremos, no te preocupes. Lo más probable es que me guste, no tengo ningún problema con los ingredientes que normalmente llevan las tortas - aseguré a Elliot para tranquilizarlo. Luego me volví hacia William, quien estaba a mi lado, riendo - Va a ser complicado, lo admito. Pero no creo que imposible - dije entre risas - Además, tú tendrás mi mismo problema.

- Qué alivio - bromee - Si no tendría que estar encargando ya el traje - reí. Escuché con curiosidad todo lo que dijo Margaret a continuación. Nunca la había oído hablar tanto - Bueno, yo sin magia voy muerto - admití sin avergonzarme.
Alrededor de una media hora después, ya estábamos sentados comiendo.
- Bueno... es distinto, yo soy hombre, por lo que no creo que nadie me haga nada, y además, vivo aquí mismo, en Londres - contrarresté mientras comía mi hamburguesa - Tú en Nueva York. Hay algunos miles de kilómetros de diferencia - agregué divertido. En referencia a la torta, comenté - Tú trae lo que sea que hayas hecho, que si a ella no le gusta nosotros nos encargamos - dije mientras fingía ponerme la servilleta como babero. Volví a dejarla en la mesa mientras reía. A continuación, habló Emily, quien hasta el momento había permanecido callada - Yo no voy a ir. Me encantaría, pero bailar no es lo mío y además mis padres quieren que pase Navidad con ellos, allá en Nueva York. Intentaron convencerme, alegando que la ciudad era hermosa en las fiestas y cosas así - conté - Y como a mí no me molesta faltar la baile, ya que mi presencia no es tan requerida, decidí que los acompañaré para hacerlos felices. Después de todo, hace bastante que no los veo - sonreí a modo de disculpa, ya que no estaría con ellos en el baile. Terminé mi hamburguesa y le di un largo trago a mi cerveza mientras oía lo que decía el resto - Aunque si hubiera ido, me hubiera puesto un smokin o algo así - dije para alegrar a Emily. Al mirar la hora, me sorprendí viendo que ya era bastante tarde, pero eso no afectó en absoluto mi posición relajada ya que no tenía problema en quedarme hasta cualquier hora allí, ya que lo estaba pasando muy bien - Gracias, amigo. Tú también - dije a Elliot mientras levantaba mi copa para chocarla con la suya.

Rodé los ojos. Otro secreto más que Elliot no me quería contar.
- Tú sigue con los secretos... y yo guardaré los míos - dije con cara de pocos amigos para asustarlo un poco, pero en realidad yo no tenía ningún secreto que guardara intencionalmente.
Mientras tanto, Emily parecía haberse tomado a mal las bromas de Elisabeth. Parecía una chica temperamental, por lo que procuré tener cuidado cuando me dirigía a ella.
- ¿Eres modelo? - pregunté curiosa. Nunca lo habría imaginado, siempre había tomado a esa clase de mujeres como que no tenían demasiado cerebro. Afortunadamente, nunca lo había expresado en voz alta, porque no creía que fuera a gustarle a Emily si ella trabajaba de eso.
- Nada en especial. En realidad, a mí en el trabajo sólo me dan la semana entre Noche Buena y Año Nuevo, así que supongo que me relajaré, pasaré algún tiempo con Elliot. Me encantaría viajar a la playa, pero no creo poder. Además, probablemente mis padres querrán que los visite, a pesar de que no les agrado en absoluto - comenté, para luego darme cuenta de que había revelado más de lo que hacía normalmente. Me había relajado demasiado. Rogué porque no hubieran prestado demasiada atención.
Unos minutos más tarde, Elliot me tendió mi hamburguesa. La observé fingiendo que la miraba con detenimiento y luego comí un poco.
- Aprobaste - sonreí a mi novio - Está deliciosa.
Me rendí ante la defensa de William, era indiscutible.
- Bueno, se me complique o no, tendré que volver, así que no tengo opción - dije con la cabeza en alto a pesar de mi derrota. Tomé un trago de cerveza para darle énfasis a lo dicho y continué comiendo mi hamburguesa. Casi me atragantó cuando Emily preguntó por un baile de Navidad cuya existencia yo desconocía y Elliot dijo que me llevaría. Tosí un poco para recuperarme y lo miré sorprendida.
- ¿Y no pensabas decírmelo? ¿Qué día es? - pregunté. Tendría que comprar un vestido... - ¿Cómo hay que ir vestido? - consulté a continuación, para asegurarme.
Luego pasamos a un tema espinoso y mucho menos entretenido que el anterior. Deseé que nos hubiéramos quedado hablando de ello, pero era imposible. Respiré hondo y contesté a Elliot.
- Bueno... - dudé unos instantes. Él no sabía nada sobre mis problemas familiares - Estaba pensando en decirles que iríamos a almorzar en Navidad con ellos y nos quedaríamos unos días. No suelen prestarme mucha atención, así que no tendrás que hablar mucho con ellos. No te preocupes - le aseguré, aunque estaba segura de que para él no era problema hablar con mis padres. El problema era mío y solamente mío - De paso, les diré que inviten a mis hermanas para que las conozcas a ellas también - Y la reunión familiar sólo tenga lugar una vez, agregué molesta en mi mente. ¿Por qué? ¿Por qué había sacado Elliot el tema a colación? ¡Y más con mi desliz de hacía unos minutos! Del cual él no sabía nada, por supuesto, así que no podía culparlo. No hubiera podido ni aunque hubiera sido de verdad su culpa. Lo miré a los ojos y le sonreí para no parecer tan hosca. Entonces, se me ocurrió una brillante idea para cambiar de tema. Esperaba que el resto de los invitados no estuvieran prestando atención a nuestra conversación.
- ¿Y cuándo iremos a visitar a los tuyos? - pregunté.

Reí con la cara que puso Emily al enterarse de que no iría - Podrán divertirse sin mí, aunque parezca imposible - dije en broma con tono de suficiencia y le guiñé un ojo. Como Elliot no parecía dispuesto a contarle muchas cosas a su pareja para el baile, intervine para que pudiera saber algo - Es el 24 de Diciembre por la noche, y es con traje de etiqueta - titubee, no estaba muy seguro de que significaba aquello, pues sólo lo había visto en las películas - Al menos eso decía la tarjeta, creo que es con traje elegante con saco, corbata, camisa y eso. Ustedes supongo que deben llevar vestido - aclaré y luego agregué - Por cierto, es a las ocho - La conversación pareció ponerse tensa en aquel momento por lo que aparté la vista y me concentré en las otras dos invitadas. Me sentí culpable, casi no había hablado con ellas. Les sonreí - Perfecto, allí estaré. Obligaré a mis padres a dejarme ir - bromee - Pero te aseguro que no los llevaré. Me volverían loco - añadí riendo. Trajeron la torta y me puse de pie dispuesto a cantar la típica canción de cumpleaños - Si no la cantáramos sería un crimen - dije en tono amenazador y volví a reír. Comencé a entonarla mientras aplaudía, ya que no había velitas que tuviéramos que encender. Esperé a que todos se unieran a mi ritmo.

Me encogí de hombros - Si tú quieres puedes llamarme Maggie, o Magg. Como desees. No me importa demasiado como me llamen, siempre y cuando sea reconocible - le devolví la sonrisa. Era una buena persona - Me lo imaginé. De todas formas, se tiende a generalizar, ya que la mayoría son así. No lo digo por ti, sino porque generalmente las que tienen cerebro eligen otra carrera además de esa, como tú. Eres profesora y modelo, no sólo modelo. Pero tampoco soy quien para juzgar, no conozco a casi ninguna - dije impasible. No era un asunto de gran importancia para mí y nunca me había parado a pensarlo, por lo que mi observación no era profunda.
- Bueno, agradezco tu oferta, Emily, pero no creo poder. Planeo ir a casa de mis padres la semana siguiente - hice una mueca apenas perceptible y continué - Ojalá te vaya bien con los niños.
Más tarde, Elliot sugirió que me quedara allí y aunque no pude asegurarme de si era en broma o no, acepté. Era mejor que ir a casa, se me antojaba tan lejos estando allí, a pesar de que sólo era un viaje en traslador. Agradecí a Will la información del baile y le sonreí. Eso me salvaba de pasar una silenciosa y pesada Noche Buena en casa de mis padres, o mis hermanas.
- Entonces, les diré que iremos. ¿Cuántos días te puedes quedar? - pregunté a regañadientes. Quería sacarme el asunto de encima y olvidarlo - Podemos ir para su casa cuando salgamos de la de mis padres - Y no podremos quedarnos más días, agregué en mi fuero interno con malicia. La suerte se ponía cada vez más de mi parte.
- Intentaré ir, Emily, pero no sé cuando volveremos - le sonreí para que no se afligiera. Elliot se levantó en ese momento, lo cual me sorprendió, pero entendí el motivo apenas regresó. Traía una torta con aspecto delicioso. No dije nada sobre el feliz cumpleaños ya que sabía que era parte de la celebración, a pesar de que no tenía un cumpleaños con gente en años. Probablemente desde que había dejado de verme con Amy. Me concentré en la torta para no pensar en ello y en cuanto terminaron la canción, agradecí a Elliot la torta y comencé a cortarla. Ofrecí un pedazo a todos los que estaban allí y tomé uno para mí. Comí un poco y descubrí que su apariencia no mentía. Era riquísima. Abracé a Elliot felicitándolo, algo extraño en mí.

Tomé la porción que Margaret me ofreció y la engullí con rapidez. Me acerqué a ella para desearle un feliz cumpleaños y darle un abrazo amistoso. Luego me dirigí a Elliot e hice lo mismo, pero esta vez lo felicite por su torta - Al parecer tu habilidad es más mayor de lo que pensaba - sonreí - Y ya sé que no es lo mismo un abrazo mío que de ella - miré a su novia de reojo - Pero es algo, y quería felicitarte. De paso, quiero otro pedazo - anuncié y me serví. Lo comí y luego terminé bañado en champagne. Reí sonoramente y tomé de mi copa. Miré por sobre el hombro de los enamorados y vi que el anillo era muy bello. Miré el reloj para disimular mi intromisión, aunque sabía que todos se habían dado cuenta, y me di cuenta de que ya se estaba pasando la hora de tarde. Decidí que, dado que ya habían cortado el pastel, era hora de irse - Ya es tiempo de que me vaya. Noto cuando mi presencia no es ni requerida ni deseada - bromee mientras iba a por mis cosas. Tomé el abrigo y luego me dirigí una por una para darles un beso en la mejilla de despedida y a Elliot le estreché la mano. Me alejé en dirección a la puerta y la abrí, pero antes me voltee e hice una reverencia - Con su permiso, señoritas - Dicho esto, me marché de forma teatral. Reí en el camino de vuelta a casa y una vez que llegué allí, me tiré en la cama y me puse a dormir, sin siquiera preocuparme por desvestirme.

- Gracias, William. Hubiera sido difícil asistir a un baile del que no sabía nada - lancé una mirada de soslayo a Elliot. No estaba enojada ni nada por el estilo, sólo me estaba burlando un poquito. Puse los ojos en blanco ante el comentario de Elliot. Lo miré a los ojos - ¿Es que vas a mal pensar cada cosa que diga que puedas relacionar a eso? - pregunté en susurros para que nadie oyera. Era más una pregunta retórica que otra cosa. Luego, más seria, murmuré - Y ni hablar, dormiré en el sofa o algo así - No pensaba ceder, a menos de que prometiera comportarse como corresponde. Y en ese caso, sólo estaba dispuesta a evaluarlo con calma - Esto... no lo sé. Tal vez podamos ir alrededor de cuatro días* y luego una semana a casa de tus padres. Como están lejos para ambos, podemos quedarnos más tiempo así lo aprovechamos mejor - sugerí. Cuantos menos días en casa de mis padres, mejor. Por mí con un sólo día de saber que todo estaba bien bastaría, pero sabía que no sería suficiente para él. Intenté calcular si llegaríamos para la fiesta de Emily y me pareció que no, por lo que le dediqué una sonrisa de disculpa mientras oía como Elliot hacía lo propio. Pareció alegrarse cuando lo felicité.
- Por mí no hay problema - dije pícara. Pero para mi figura sí había problema, si deseaba seguir siendo delgada. Reí por el pensamiento.
Le devolví el abrazo a William y agradecí su gesto. Luego me vi rociada por champagne y me eché a reír - ¿Nunca paras con las locuras, eh? - pregunté Elliot mientras sonreía. Tomé mi copa rápidamente y engullí la torta. Mi novio desapareció unos instantes, sorprendiéndome nuevamente, y reapareció a los pocos minutos. Me di cuenta de esto recién cuando me agarró por detrás y me enseñó una cajita. Seguía algo asombrada, pero la tomé entre mis manos y la abrí. Dentro había un anillo precioso - ¡Elliot, me encanta! ¡Gracias! - exclamé mientras me daba la vuelta y lo besaba con alegría. Aún tenía la cajita en la mano. Lo abracé con fuerza y luego me di vuelta nuevamente, de tal forma que quedé en sus brazos otra vez. Coloqué el anillo con suavidad en mi dedo y comprobé que quedaba a la perfección. En ese instante William anunció que se iba.
- Ya nos veremos otro día, Will - sonreí - ¡Gracias por venir!
En tono de broma, saludó como si estuviéramos en las épocas de los vestidos y los bailes, y yo continué bromeando al decir - Permiso concedido, caballero - y hacer una reverencia yo también. Miré la hora en mi reloj de pulsera y me di cuenta de que el amigo de Elliot tenía razón, era tarde - Nosotros también deberíamos ir a dormir, ¿no? - sugerí a Elliot.

Reí con el comentario de Elliot y le di un corto beso en los labios para compensarlo, aunque sabía que no era lo mismo - Es uno de los pros, o los contras, depende de como lo veas, de tener unos padres tan chapados a la antigua por venir de una vieja familia de magos. Te educan así - expliqué en susurros - Y mi pregunta sarcástica era una broma, tontín - dije mientras le pegaba suavemente con el dedo índice en la punta de su nariz. Ahora que lo conocía, había veces en las que me parecía extremadamente tierno. Le devolví el abrazo a Emily sorprendida pero halagada.
Una vez que se fueron todos, sonreí pícara y dije entornando los ojos - Salvo que tengas un colchón que tirar en el piso o que prometas comportarte bien y hacer que yo me comporte bien también - solté una risita y aguardé expectante su respuesta mientras recorría con la mirada la estancia, en busca de las sábanas, por si acaso - Esto... ¿dónde guardas las sábanas y las mantas? Voy a congelarme si duermo solo con la ropa - Dicho esto, saqué la varita y me concentré en realizar un encantamiento evocador para así hacer aparecer mi pijama, el más abrigado que tenía por la época del año en que estábamos, y mi neceser con un cepillo de dientes, peine, etc. Afortunadamente, funcionó correctamente y tuve en mis manos mis cosas.

El 24 de Diciembre a las 12:00 hs de la noche exactas, una lechuza entró volando por la ventana y dejó bajo el árbol de Navidad dos pequeños paquetes con una notita. Apenas tocaron el suelo, ambos regalos volvieron a su tamaño original. Uno era un baúl con encantamiento ampliador y el otro una radio mágica. Ambos provenían de la misma persona.

Spoiler:

- De acuerdo - acepté y sonreí - ¡En un minuto voy! - grité mientras me dirigía al baño. Me cepillé los dientes y me cambié de ropa, para luego ir directamente a la cama. Me dormí enseguida, estaba exhausta.
Por la mañana, me desperté con la dulce voz de Elliot. Estaba algo confusa, por lo que me restregué un poco los ojos para ahuyentar el sueño. Me enderecé un poco mientras él depositaba un delicioso desayuno en mi falda. Abrí los ojos por la sorpresa y exclamé bajito - Creí que estabas bromeando. ¡Gracias! - con cuidado lo abracé tiernamente y me volví hacia la bandeja - Esto... ¿es para los dos, verdad? - pregunté dubitativa al ver que él ni lo tocaba. No podía comerme todo eso yo solita - Está buenísimo, te felicito - alabé su trabajo esbozando una amplia sonrisa. Más tarde preparamos el almuerzo y pasamos el día charlando, por suerte sin volver a tocar el tema de mis padres. Fue muy divertido. Ya casi de noche, me marché a casa.

Llegué a casa de Elliot después de trabajar lista para desearle un muy feliz cumpleaños. Finalmente él había decidido no tener fiesta ni nada, en especial para ahorrar para la boda y porque no estaba teniendo demasiado tiempo últimamente. Estaba abrigada porque aunque había comenzado la primavera todavía hacía un poco de frío, y eso me facilitaba llevar el regalo sin que lo viera. No era nada demasiado espectacular, una túnica de seda que había comprado en Twilfitt y Tatting. Toqué el timbre y esperé allí afuera a que me abriera la puerta. Mientras intenté relajarme y apartar de mi mente todos los temas de trabajo de mi mente, no había sido un día completamente fácil pero no tenía porque arruinarle el cumpleaños a mi novio con esos problemas que en realidad no eran de tanta importancia. Apenas abrió la puerta lo abracé con fuerza.
- ¡Feliz cumpleaños! - le dije con una sonrisa y me aparté. No solía ser de abrazar a la gente pero en ocasiones especiales como esa sí.

Me abrió enseguida y agradeció mi deseo. Le sonreí contenta - De nada.
Negué con la cabeza - Bien, pero es tu día. Así que... ¿cómo te ha ido a ti? ¿En el trabajo todo bien? - le pregunté. Entramos a su casa y observé el salón para ver si había cambiado algo de lugar desde la última vez que había estado allí, pero no me lo parecía. Le devolví la sonrisa y me dirigí a la cocina.
- Lo siento pero me muero de hambre, trabajé bastante hoy - le conté - ¿Te molesta si me sirvo algo? - le pregunté por si las dudas y de paso le ofrecí a él también - ¿Quieres que te prepare alguna cosa en especial a tí? ¿O prefieres beber una cerveza o algo por el estilo? - quise saber. Rebusqué entre las distintas alacenas algún lugar donde tuviera galletitas o pan para tostar y una vez que lo encontré tomé un plato - Siento decirte que no te he hecho torta, pero no me ha dado el tiempo - me disculpé.