Heladería de Florean Fortescue

• Copa de helado, dos sabores 2 galeones
  
• Copa de helado, tres sabores 3 galeones
  
• Canastita, cuatro sabores 4 galeones
  
• Cucurucho, dos sabores 3 galeones

Gustos:

- Crema de Vainilla
- Crema Americana
- Crema de Frutillas
- Crema de Cerezas
- Crema de Frambuesas
- Mousse de Chocolate
- Mousse de Limón
- Mousse de Arándanos
- Chocolate Granizado
- Menta Granizada
- Crema Granizada
- Limón Granizado
- Tramontana
- Banana Split
- Frutos del Bosque
- Limón al agua
- Frutilla al agua
- Mandarina al agua
- Ananá al agua

Además, por 1 galeon se le puede agregar a uno de los gustos lo siguiente:

- Almendras
- Nueces
- Esencia de Whisky de Fuego (sólo para mayores de 17 años)

Caminando sin rumbo alguno, me topé con una tienda de helados. No conocía la ciudad ya que me acababa de mudar hacia unos pocos días pero supe al instante que vendían helados por el cartel con los gustos disponibles colgado en una de las paredes. Miré dentro. Estaba vacía, inquietantemente vacía. Quizás el helado no es bueno, pensé. Lo probaré, me decidí al instante. Entré lentamente al lugar y cerré la puerta con precaución. Me acerqué al mostrador y comencé a leer los gustos en la pared. Un hombre apareció. Lo miré fijamente unos segundos y finalmente comenté el motivo de mi visita
-Mandarina al agua, por favor- comenté tranquilo, ese día no tenía muchas preocupaciones, lo que me hacía más cortés de lo normal.
El hombre me preparó el helado con paciencia para luego mirarme detenidamente antes de entregármelo. Le devolví la mirada, pero más detenidamente, sin pestañear siquiera. Metí mi mano en uno de mis bolsillos y saqué una billetera vieja y de color negro, muy gastada. La abrí y quité algo de dinero que extendí sobre el mostrador. Al no tener que recibir vuelto, me fui tranquilo. Cuando salí a fuera, me senté en la vereda. Era un día de mucho calor para la temperatura usual de la región. Le pasé la lengua al helado. Era bastante rico, con un sabor consistente y muy natural. Fue una buena decisión, pensé. Seguí lamiendo mi helado mientras observaba desconfiado el entorno, me parecía que estaba muy vulnerable.

Haga el favor de especificar que helado compra la próxima vez.

Entré al lugar, sabía que hacía frío, pero no podía calmar mi antojo por un rico helado. Estaba envuelta en mi capa con un gorrito y una de mis bufandas. Al entrar me dí cuenta que mi abrigo tenía pequeñas motas de nieve.
Adentro estaba muy calentito, por lo me despoje de la capa y la bufanda quedándome con el gorro de lana y la polera que tenía debajo.
- Buenas tardes- me pregunto el moso- que es lo que desea pedir.
- Haber...- me hice la pensativa por más de que ya sabía mis gustos- Pediré una copa de helado de dos sabores- sonreí- crema de frutilla y frutos del bosque.
Mientras esperaba que me trajeran mi pedido a la mesa, ya que a diferencia de todas las otras personas yo esperaba a que me trajeran las cosas a mi mesa y no en la recepción.
Le mande un mensajito de texto a Emily ya que tal vez ella quería que le llevase helado también.
"EMM, ESTOY TOMANDO HELADO, TE LLEVO DE TUS GUSTOS FAVORITOS.
NO TE DUERMAS, PORQUE SINO ME LO COMO YO"
-Aquí esta su helado- me dijeron luego de que terminara de escribir el mensaje.
- Si, déjalo sobre la mesa- conteste sin mirar, señalando la mesa y terminando de enviar el mensaje.

Caminaba por la calle, observando mi aliento convertirse en una especie de humo blanco. Estaba nevando ligeramente y el frío entraba por mi abrigo largo de color negro.
En eso, vi la heladería. Hacía muchísimo frío para andar comiendo helado pero me tentaba el lamer algo bien frío. Sonreí extrañamente mientras abría la puerta del lugar y saludaba con la cabeza al hombre que atendía. Podía recordarlo, ya había visitado su tienda, y el helado de mandarina me había enamorado. Le eché un vistazo al lugar, no había mucha gente. En realidad, sólo había una muchacha bonita que mandaba un mensaje de texto con su celular. Algo de diversión me iba a venir bien, hacía frío y hacía mucho que no hablaba con alguien.
-Buenos días- saludé con voz ronca. No sabía que iba a pensar de mí, esa jovencita de ojos realmente cautivadores.

Luego que me dieran mi helado, yo seguí mandando mensajes a mis amigos de Europa, cuando una voz masculina me hizo volver a la tierra.
-Hola- dije con una sonrisa ya que no lo conocía- Dime que no eres un ladrón y te pediré que tomes este asiento- dije en broma con una sonrisa en mis labios.
Parecía un chico rudo, lo que me dio algo de temor, pero preferí ignorarlo, seguro era porque no lo conocía.
- Cuéntame un poco de ti y te invito un helado.- Esperé su respuesta, llevaba 20 galeones en mi bolso, por lo que podía invitarle un helado tranquilamente- Y lo mejor es que no te tendrás que levantar, soy una chica V.I.P, el chico de allí- señale al chico que estaba sirviendo el helado a una niña de no mas de 5 años.- Me trae el helado a la mesa, esta vez le dejare una propina- Dije guiñándole un ojo a mi nuevo conocido

Me saludó con una sonrisa. Vaya que era atractiva la señorita del helado. En eso, dijo que si no era un ladrón podía sentarme junto a ella sin problemas. Reí un poco. Paré en seco, hacía mucho que no reía. Esa chica realmente era especial, además después se ofreció a invitarme un helado. Que suerte tenía ese día, a pesar que, en realidad me congelaba.
-Gracias- dije mientras me sentaba en donde ella me había indicado. Me dijo que le cuente sobre mí. Podía contarle algo de la verdad, ya que después de todo, me había hecho reír.
-Soy Connan- me presenté –Soy extranjero, también- incluí en mi presentación. Igualmente, seguro había notado mi acento alemán. Aún así no dudé en decirle de donde venía –Nací en Alemania y hace unos meses me vine aquí- expliqué. Ahora, debía callarme muchas cosas, pero, eso no me costaba en lo absoluto. Solía emitir datos todos los días. –28 años- agregué con una sonrisa.
-Ahora, me gustaría saber de ti- dije con una sonrisa.
Ella, también, me explicó que uno de los empleados le traía el helado a la mesa. Me giré para observar quien era el sujeto tan amable y servicial. El esclavo, quizás.
-Magnífico- comenté. La última vez que había entrado en el negocio tuve que caminar hasta el mostrador para obtener mi helado.

- ¿Alemán?, interesante, yo estuve allí hace unos meses.-dos meses mas o menos pensé, tenía 28 años, unos pocos más que yo.- Me llamo Lindsay- dije con una sonrisa-Bueno, yo nací acá en Londres, pero estuve recorriendo Europa desde los 18 años, volví hace un par de meses, y estuve en Alemania, un lugar encantados.- Agaché mi cara y tomé una cucharada de helado- Tengo 20 años.- Mencioné.
Luego de que la niña se marchara, le hice señas al empleado.
- Disculpa, podrías traerle un helado también al caballero.- Dije poniendo la cara más dulce de todas y haciéndole ojitos al chico. Lo seguí mirando mientras mi acompañante pedía su helado. Cuando se fue mire a Connan- Así es como se hace, tengo que poner esta cara- volví a hacerla mientras hacía ojitos- Y consigo lo que quiero- me reí un poco y deshice la mirada.

Me contó de su vida. Se llamaba Lindsay y había recorrido Europa, incluido mi país. Sonreí cuando dijo que le había gustado el lugar. Ella tenía veinte años. Había una diferencia de ocho años entre nosotros dos.
En eso, llamó al esclavo y le dijo que me trajera mi pedido.
-Un helado de mandarina- pedí y traté de ser amable al sonreírle al empleado.
Lindsay, la cual me caía muy bien, me contó el secreto para los esclavos. La técnica era fingir ser ultra adorable e irresistible.
-El problema es que a mí no me lo van a tomar en serio- comenté y sonreí.
-¿De qué sabor es tu helado?- pregunté interesado.
Ya, después, le pregunté otra cosa.
-¿Trabajas?- esa pregunta era de mucha importancia. Con ella, podía sacar un calculo mental del dinero que ganaría.

Connan pidió su helado y luego de que revelara mi secreto comento de que el no lo iba a poder llevar a cabo.- Si, creo que en eso tienes razón- me reí.
- Emm... crema de frutilla y frutos del bosque- Dije tomando un poco más de helado. -Mis favoritos, ¿Cuál es el tuyo?- Pregunté curiosa.
Mi celular vibro, era de un amiga de Europa, pero decidí contestarceló luego.
- Soy un Auror- dije guardando mi celular en mi bolso- ¿tú de que trabajas?
Pregunté de nuevo curiosa.
- ¿Tienes hermanos, primos, alguien con el que hables y que no te puede faltar?- le pregunte pensando en mi hermanita de 5 años.

Sus gustos eran frutilla y frutos del bosque. Era de las mías, los helados siempre son más ricos si son frutales. Me preguntó cuál había pedido yo.
-Mandarina- dije y sonreí. La verdad es que parecía un idiota comiendo helado de mandarina, pero aún así, no me importó en lo absoluto.
Le sonó el celular y lo guardó sin atenderlo. Y me confesó algo muy grave. Era auror. Estaba comiendo helado con mi enemigo. Ya me parecía demasiado bueno el día como para que nada malo ocurriera. Me preguntó a mí de que trabajaba.
-Empleado - mentí descaradamente. No sabía porque pero el empleo iluminó mi mente y lo dije sin pensarlo.
Ya después, tocó el tema de la familia. No me lo veía venir. Me enojé, no con ella, sino con mi maldita familia.
-No tengo ningún pariente- respondí mientras apretaba los puños por debajo de la mesa.
-¿Tú?- pregunté para tranquilizarme.

El helado que había pedido era mandarina, un gusto que no era de mis preferidos. Cada loco con su tema
Había dicho que era empleado y que no tenía familiares.
- Bueno, yo tengo a mis padres, con los cuales hablo todas las tardes y mi hermanita Kate de 5 años, nunca me separaría por cuenta propia de ninguno de ellos, son todo lo que tengo.- dije con otra sonrisa, esta noche definitivamente estaba sonriendo mucho y no eran de mis sonrisas falsas.
Era un chico lindo. Parecía rebelde y muy simpático.
- Ya vengo- dije tomando mi bolso, una costumbre que hacia siempre- -Hola, ten lo del señor- señalé a Connan- Y lo mio, también cóbrate helado para llevar de crema de frutilla y frutos del bosque, es para una amiga que no pudo venir- dije esa pequeña mentira porque ni siquiera la había invitado. Pague todo. Volví a mi asiento.
- Disculpa, fui a pedir algo al mostrador.- Me excuse.

Ella me explicó de su familia. Era muy extensa. No escuché mucho. No me gustaba en lo absoluto escuchar como otras personas sentían el cariño que ofrece un padre o una madre. La amistad eterna de un hermano. Todo eso, yo nunca lo entendería, nunca lo comprendería. Estaba enojado, realmente, ¿Por qué justo a mí me había tocado esa vida de miseria? ¿Por qué? ¿Por qué no había nacido como Emily? No tenía a nadie, a nadie en quien confiar.
Comentó que pronto volvería y se llevó su bolso. Me pagó mi helado, generosamente. Le sonreí, realmente me había caído bien. Aunque nuestros empleos eran totalmente opuestos, ella no parecía una enemiga. Más bien, la veía como socia o quizás colega.
-Gracias por todo- le dije con voz ronca. –De verdad, fue muy generoso de tu parte- volví a repetir.

No podía creer que por hablar con Connan no había terminado mi helado.
Era un chico encantador, me hacía reír hasta por la mas mínima palabra que dijese.
- No hay de que- volví a sonreír dándome cuenta de que lo estaba haciendo mucho esta noche.
Tenía una curiosidad hasta el punto límite, ya que él parecía muy misterioso y nose, seguro había más detrás de esa cara de chico malo. Conocía la frase de que la curiosidad mato al gato, pero él parecía muy interesante, que tipo de anécdotas tendrá, seguro serían muy graciosas pensé- Tienes anécdotas- Pregunté sin pensar, pero ya me había metido dentro del embrollo- Osea, ¿has hecho algo fuera de lo normal y que te hallas metido en un lió por ello y luego te ríes al recordarlo?-Dije intentando no parecer grosera- La verdad es que me inspiras una gran curiosidad -Admití.
No sabía por qué era que decía todo lo que pensaba, nunca lo había hecho, ni en Hogwarts ya que todos los amigos que tenía eran de Sly y prácticamente teníamos los mismos gustos y personalidades exceptuando algún rezagado, con el cual pasábamos noches hablando sobre ellos.
- Espero de que yo sea muy expresiva y ...- No encontraba la palabra- Muy...- Intente explicarme con mis propias palabras- Muy superficial, esa es la palabra- Dije con otra sonrisa- No te molesté.

Lindsay era diferente. Diferente a cualquier otra persona que hubiera conocido y no simplemente por el hecho de que sería mi enemiga en cuestión de meses, ella era divertida, parecía algo coqueta también e interesante.
Me preguntó si tenía anécdotas. Explicó a que se refería con eso. Era contar alguna situación complicada pero que ahora me resultaba divertida. Reí un poco, no tenía casi ninguna anécdota divertida, bueno en realidad, no tenía ninguna que pudiera hacerse pública. Traté de pensar alguna, mientras, ella me dijo que le transmitía una atmósfera de curiosidad. Sonreí, tenía razón, nunca nadie supo toda mi vida completa, uno de mis socios italianos tenía una parte de mi adolescencia y un compadre serbio sabía un poco más que el italiano. Tenía muchos socios internacionales, ninguno era alemán.
-Tengo una anécdota- dije con voz ronca, continué –Plena Moscú, invierno ruso, todo completamente helado. Caminaba junto a un socio, Sasha, mientras hablábamos de temas importantes de trabajo- sonreí, era trabajo pero nada de un empleo decente, planeábamos el asesinato de un millonario de la zona. Con Sasha éramos vendedores de droga y había un gordo que nos hacía la competencia. Debíamos eliminarlo del mapa. –Bueno, estabamos riendo y él comenzó a gritarle halagos a una mujer, que venía en dirección a nosotros- reí y continué –La mujer se enojó por las cosas que dijo Sasha, y le dio una patada en la entrepierna- reí un rato. –No sabes lo que le dolió- agregué –Imagínate, hacía muchísimo frío, seguro esa parte la tenía congelada y encima recibió una patada- seguí riendo –Pobre, estaba llorando del dolor- dije y reí con ganas, continué luego de una pausa –Lo arrastré al médico para que lo revisara- comenté y expliqué –Estaba completamente bien, pero, le dolió como pocas veces, creo que fue lo más doloroso que le pasó en vida- terminé con una sonrisa. Sasha era un muchacho rudo, cabello oscuro, mandíbula prominente y cuadrada, ojos celestes y una barba muy corta. Él había pasado por millones de situaciones difíciles, una vez hasta lo apuñalaron y otra le dispararon, pero según él, nada se comparó al dolor que sintió en la entrepierna aquella vez.
-¿Tú tienes alguna?- pregunté interesado.
-No me molestas en lo absoluto- afirmé –Es más, me resultas muy agradable- dije con una sonrisa.

Escuche su anécdota y me hizo reír bastante; Yo no hubiese tenido esa reacción, simplemente hubiese seguido de largo sin darle ninguna importancia, a lo sumo de que con sus halagos se haya ido de tema, y ahí sí actuaría como esa chica.
- Eso debió doler- dije entre medio de las risas.
Una anécdota mía, haber... pensé - una vez, salimos con una amiga de noche, a pasar el rato. Bajamos de colectivo y había una señora de unos 80 años esperando el siguiente colectivo.- Me reí un poco- Nos acercamos y le preguntamos si sabía donde estaba el museo de dinosaurios, la vieja no entendía y nos decía que no tenía ni la más mínima idea de donde había uno por la zona y nosotras le seguíamos insistiendo con el museo. Cuando nos íbamos nos empezamos a reír como nunca, fuimos a tomar unos tragos y cuando nos subimos al colectivo para volver a nuestras casas, estaba la señora- retuve una risa- Ya había entendido a que nos referíamos con el museo de dinosaurios, se acerco a donde yo estaba y me comenzó a golpear con su bolso. Cuando bajó todo el colectivo nos miraba y nosotras no podíamos parar de reírnos. Fui a la casa de mi abuela y estaba esa señora, fue lo peor que me pudo haber pasado.- sonreí- era una amiga de la secundaría de ella. Me miró con una cara de odio que no puedo describir.

Rió con la anécdota del pobre Sasha. Me contó la suya, era una anécdota totalmente alocada y divertida. Era sobre una anciana a la que le habían hecho una broma y luego la anciana apareció en todos los lados a los que ella iba. Reí mucho con eso.
-Eso es tener mala suerte- comenté entre risas.
-Lindsay- dije y agregué –Me agradas de verdad,¿Sabes?- le dije. No sabía porque pero con ella la pasaba bien.
-Me alegra haberte conocido- comenté con una sonrisa.

Connan me dijo que le agradaba y que le gustaba haberme conocido.
- Me vas a hacer sonrojar- Le dije con una sonrisa en broma- A mí también me agrada haberte conocido.- Sonreí.
Miré la hora y me dí cuenta de que ya era tarde.-Connan, espero verte otro día- Dije abriendo mi billetera y dejando lo que me había sobrado sobre la mesa y quedándome sin nada en los bolsillos.
Me levanté y me acerque a saludar a Connan- Hasta luego- Dije dándole un beso en la mejilla y luego saliendo del negocio.

Continua: Calles

Bromeó que la haría sonrojar, reí un poco. Dijo que a ella también le agradaba. Me dijo que esperaba verme otro día.
-Lo mismo- dije con otra sonrisa.
Ella dejó dinero sobre la mesa. Algo que me llamó la atención enseguida. ¿Una trampa, quizás?
Me saludó con un beso en la mejilla, yo le di otro. Y se retiró, no sin antes guiñarle el ojo a su esclavo.
Cuando ya estaba lejos. No pude evitarlo, robé el dinero que había dejado y me retiré sin decir nada. Sonreí de placer, el placer de hacer una maldad.

Estaba agotada de andar por el callejón Diagon, pensaba pasar en Londres unos días para hacer tranquilamente las compras para Hogwarts, pero el primer día ya estaba resultando agotador. De pronto, vi un lugar que parecía acogedor y perfecto para hacer un pequeño descanso.

Entré y en efecto por dentro era tan acogedor como parecía por fuera, además de que parecían tener cualquier variedad de helado existente. Se acercó a mi el sonriente dueño y me preguntó que iba a tomar. Vi la carta y decidí rápido. -Una copa de helado de frambuesa y chocolate, por favor.- -¡De inmediato!- Me contestó aquel señor.

Enseguida llegó mi helado y me senté en la terraza para disfrutar de él. Mientras saqué un libro que llevaba para leer cuando estaba aburrida, "El psicoanalista". De vez en cuando, de reojo, observaba la curiosa gente que paseaba por el callejón Diagon.

Mi madre estaba alojada en Beuxbatons y mi padre acababa de dejarme sola en las calles del Callejón Diagon para que así pudiera estar a mi bola un rato. Así pues, después de ver la escoba de mis sueños en Artículos de Calidad para el Quidditch me fui directa a la heladería que estaba unos cuantos puestos a la izquierda bajando la calle. En la entrada había una pequeña pizarra con la variedad de helados que vendían. Lo observé minuciosamente hasta que me decidí.

Entré en el local y me acerqué al mostrador, allí un atento señor se acercó para preguntarme por lo que iba a tomar.- Una copa de helado de crema americana y limón granizado.- le dije, aunque me gustaba mucho el chocolate, el granizado de limón y la crema americana... me llamaron mucho la atención. El dependiente me contestó con una sonrisa y en un minuto me trajo mi helado, le pagué los dos galeones y me fui a sentar a una mesa de la terraza para repirar aire puro, pues tenía la sensación de que si me encierraba dentro, me iba a dar un ataque de claustrofobia. Al parecer, varias personas pensaban como yo y sólo había una mesa vacía. Y no muy lejos de ella, una chica se estaba comiendo un helado sola. Esa podía ser mi oportunidad para forjar una amistad, así que me acerqué a la muchacha. No es precisamente que fuese muy tímida en esa época, pero de todos modos, me daba apuro acercarme a una chica que no conocía de nada. Perfectamente podía echarme de su entorno, pero me arriesgué.- Hola... soy Paula Alders Clare...- empecé presentándome tímidamente.- ¿Te importa que me siente contigo? Veo que estás sola, y yo también.- le pregunté con un rubor notable en mis mejillas.

Observaba absorta a una bruja reñir a su hijo por jugar con los aguijones de Billywig Secos que había comprado en la tienda de ingredientes para pociones, cuando di un respingo, una chica estaba a mi lado. Me saludó y se presentó, y ademas quería sentarse conmigo. Observe las otras mesas y vi que estaban casi todas ocupadas.
-¡Claro! Encantada, mi nombre es Avril Hooper.- acerté a contestar, un poco nerviosa.
Le ofrecí una silla y guardé el libro que leía en mi mochila, mientras lo hacía deje entrever una sonrisa, realmente estaba muy contenta de poder tener compañía. Esperaba que pudiéramos trabar una amistad.
Jugueteé un poco con mi helado mientras pensaba como continuar. No era muy buena en hacer amigos y aquella situación me cohibía. -¿Estudias en Hogwarts, no? ¿Has comprado ya todos los materiales? ¿Qué año cursas?- Le pregunté, con una sonrisa. -¡Ups! discúlpame, hice demasiadas preguntas ¿no? -Añadí rapidamente- Es que soy nueva este año en Hogwarts, antes estudiaba en Beauxbatons, y estoy un poco nerviosa.-Concluí, temerosa de haber hablado demasiado.