Flourish & Blotts

Entré en el negocio un lunes por la mañana, muy emocionada por comenzar a trabajar. Tenía cierta experiencia gracias a mi "empleo" de verano en el restaurante de mis padres, pero esta vez era muy diferente ya que mi jefe no sería alguien con quien convivía todos los días. Tampoco sería tan indulgente si me equivocaba, lo cual me tenía algo preocupada. Ocasionalmente metía la pata y tenía un poco de miedo por cómo me regañaría el asistente de la tienda. Esperaba que fuera piadoso.
- ¡Buenos días! Soy la chica que se encargará de la limpieza, Charlotte Brandon - me presenté. Le estreché su mano y luego esperé mientras él desaparecía en el interior de la tienda. Volvió con un delantal para que no me ensuciara.
Me preguntó si ya era mayor de edad, y yo negué con la cabeza. Lamentablemente eso me impedía el limpiar con magia, pero me encogí de hombros cuando me lo dijo. Tampoco me molestaba demasiado, siempre ayudaba a mi madre en casa y no usaba magia. Comencé limpiando el mostrador y la primera fila de estanterías del lado de la izquierda. Más tarde continué con la siguiente fila, y cuando estaba a la mitad miré la hora y descubrí que ya debía irme. Saludé al asistente y me retiré.

A los dos días volví, ya que trabajaba día por medio.
- Buenos días - sonreí.
El asistente volvió a alcanzarme el delantal, y me dije que la próxima vez no lo molestaría e iría yo misma a por él. Me dirigí con el plumero a donde me había quedado el lunes y continué sacudiendo el polvo por un rato más, mientras canturreaba en voz bajita una canción del grupo de música muggle Abba. Mi madre la cantaba siempre y se me había quedado grabada.

Honey honey, how you thrill me, ah-hah, honey honey
Honey honey, nearly kill me, ah-hah, honey honey
I'd heard about you before
I wanted to know some more
and now i know what they mean, you're a love machine
Oh, you make me dizzy!

Mientras cantaba sonreía ampliamente, me hacía recordar mucho a casa y las tardes que pasaba atendiendo a los clientes en el restaurante. Siempre que iba a la cocina mi madre estaba cantando algo diferente, aunque esta melodía en especial la repetía a menudo. Para cuando era hora de irme, ya había terminado con la segunda estantería del lado izquierdo y la tercera, y estaba casi terminando la cuarta. Al parecer, cantar me hacía ser más rápida.

El viernes volví al local temprano por la mañana con una enorme sonrisa. Saludé al asistente de buen humor y me inmiscuí en el interior de la tienda, intentando localizar mi delantal yo misma para que mi jefe no tuviera que ayudarme. Pero como tardé unos cuantos minutos, él apareció por detrás y me mostró donde podía encontrarlo.
- ¡Gracias! - dije entre risas, avergonzada por no haber podido verlo cuando estaba tan expuesto. Lo tomé, me lo puse y le prometí que recordaría como estaba. Él rio y se alejó para cumplir con su trabajo. Lo mismo hice yo, y fui limpiando muy detenidamente cada rincón de la última biblioteca que me quedaba del sector izquierdo. Quedaron relucientes. Luego hice una rápida pasada por la parte que había visible de los libros con el plumero para quitarles el polvo y que así se vieran más llamativos para la compra. Quedé satisfecha con mi trabajo de la semana, y me retiré del lugar contenta.

Abrí la puerta y respiré profundamente el peculiar aroma que había en esa tienda, mi favorita. Admiré las decenas de libros que había en las estanterías todo a lo largo del negocio, pensando en cuántas historias e información había plasmadas en aquellas páginas. Era increíble la cantidad de libros que se habían escrito a lo largo de los años. Fui juntando todos los que debía comprar nuevos para ese año y luego me dirigí al mostrador. Afortundamente, no eran tantos como el año anterior, pues volvíamos a utilizar algunos de los que habíamos usado en 6° curso.

- Me los llevo todos - informé al asistente, con una sonrisa de disculpa. No dejaban de ser bastantes. Salió un poco caro, 63 galeones.

Compras:

Mi primer año en Hogwarts, lo que implicaba un nuevo comienzo de clases. Y un nuevo comienzo de clases significaba compras. Y compras quería decir libros. Empecé por ahí. Entré en Flourish & Blotts sabiendo que encontraría todo lo que necesitaba. Por suerte no había mucha gente así que me atendieron con rapidez. Saludé al vendedor y le entregué la lista con los libros que debía comprar:

Libros:

Una vez que ya tenía todo preparado, pagué los 56 galeones que me costaron, agradecí y me retiré para seguir con mis compras.

Este año, al igual que el anterior, al no tener asignaturas obligatorias cursaba las que quería lo que hacía que la lista de libros que debía comprar no fuese tan larga. Entré en la tienda y el olor a libros viejos emergió de ella. Poco a poco fui buscando los que necesitaba entre las grandes montañas que habían de ellos. Finalmente, cuando ya los tuve todos, los apilé cuidadosamente sobre el mostrador y le indiqué a la encargada de la tienda que me los llevaba todos. En total fueron 89 galeones. Lo pagué y me fui.

Entré a la tienda nuevamente para trabajar, bien temprano por la mañana. Me puse el delantal y comencé a limpiar la tienda con rapidez. Pulí el mostrador, ordené los libros de cuentas por orden alfabético (lo que costó un poco) y barrí el suelo. Desafortunadamente, no podía encantar a la escoba para que lo hiciera por sí misma, lo cual me habría ahorrado muchísimo tiempo. Mientras trabajaba, observaba a los clientes que entraban a la tienda. Me sorprendió ver que muchos alumnos ya comenzaban con sus compras escolares. Era especialmente notorio porque la tienda estaba extremadamente más llena que de costumbre. Cuando finalicé mi trabajo aún había una cola larguísima para comprar los libros.

Volví a los dos días con la energía renovada. Mientras cantaba me dediqué a limpiar la tienda y dejarla impecable. Satisfecha con el resultado, decidí que de paso compraría los libros que necesitaba para aquel año en Hogwarts. Podía cursar todas las asignaturas que quería, ya que me había ido bien en los TIMOs. Mucho mejor de lo que yo jamás hubiera pensado. Revoloteé por el lugar buscando los libros que necesitaba y una vez tenía la pila, me dirigí al mostrador - Me llevaré de paso estos, ¿sí? - dije a mi jefe con una sonrisa. Eran bastantes, por lo que me costaron 58 galeones. Los metí todos en una bolsa y me retiré.

Libros:

Mi último día de trabajo había llegado. El último viernes que entraría a esta tienda para limpiarla y dejarla presentable, al menos por este año. Entré sonriente porque el inicio del curso estaba cerca, y además porque vería a mis padres al día siguiente. Viajarían a Londres para despedirme. El problema era que todavía tenía que hacer todas mis compras escolares. Había decidido que las haría al día siguiente. Me esmeré más que de costumbre con la limpieza, repasé hasta la última esquina y rincón asegurándome de que no quedara ni una mota de polvo, ya que no vendría la semana siguiente alguien que se dedicara únicamente a la limpieza del negocio. Sólo estaría mi jefe, que a duras penas podría encargarse de esto y de atender a los clientes. Probablemente tendría que encantar las cosas para que lo hicieran por si solas. Cuando llegó la hora de irme, lo saludé con un amistoso abrazo y le deseé la mejor de las suertes.