Ollivander's

Entré a Ollivander's para comprar una varita. La mía había sufrido unos incidentes menores así que no estaba disponible. Al abrir la puerta el ruido de unas campanillas anuncian mi llegada. Al acercarme al mostrador vi a un hombre que con amabilidad me atendió.
-Buenos días, Ollivander – Dije con una sonrisa en mi rostro. – Me gustaría comprar una varita. Y si es posible, también una cubierta para la pierna.
-Con mucho gusto, mientras que no estoy complete esto. – Respondió y se metió entre sus inmensas estanterías.

Spoiler:

Al regresar me entrego una varita – Pruébela – Susurró.
Al agitarla la lámpara colgada del techo, perfecta y hermosa, se vino al suelo haciéndola estallar -No sabe cuánto lo lamento, ¿No tendría otra? – Dije aún lamentando lo sucedido.
-Enseguida. – Se limitó a decir. – Creo que esta servirá – Al dármela apunte con cuidado una pluma que había sobre el mostrador. Esta se elevo tal como yo quería. – Es la correcta – Dijo mostrándome un intento de sonrisa.
Luego de esto, pagué y me fui.

Aun recuerdo la primera vez que entré en la tienda del señor Ollivander. Tenía once años, y estaba por empezar mis estudios en Hogwarts. Entré a la tienda, haciendo que repiqueteara un sonido de campanas. El aire se sentía raro, pero no por ello desagradable. Me acerqué al mostrador, dónde el viejo señor Ollivander se hallaba desenpolvando una caja. Le expliqué el motivo de mi visita, y que mi madre me había dejado allí solito porque mientras ella haría otras compras, para ganar tiempo. Me sonrió y me tomó diferentes medidas, además de hacerme varias preguntas.

Test:

Claro que mis medidas cambiaron con los años, pero la varita que me tocó seguía yéndome igual de perfecta. Tomó varios intentos encontrarla, por supuesto. Primero probé una de pelo de unicornio, pero no lo único que logré fue hacer estallar un jarrón en mil pedazos. Luego, me dio una de cabello de veela, pero tampoco tuvo muy buenos resultados. Sin embargo, la tercera varita que me entregó era, en apariencia, igual al resto, pero al tocarla sentí algo especial. Una sensación extraña recorrió mi brazo y de la punta de la varita salieron chispas rojas y doradas. La había encontrado. Aquel día compré mi varita, y también una funda para protegerla.

Compras:

~ Varitas entregadas ~

Lamentablemente, tuve que pedir empleo para conseguir un poco más de dinero. Lo necesitaba si quería tener suficiente para comprar mis materiales del colegio y una nueva escoba para el Quidditch. Este había sido el maravillosos castigo que mis padres me habían puesto por las encantadoras notas que había llevado a casa. Era patético. Yo no estaba hecho para trabajar de limpia pisos... Pero no podía quejarme, era lo mejor que había podido conseguir. Llamé a la puerta para que se notara mi llegada y al abrir el ruido de sus campanillas volvió a anunciarme. Detrás de la masada se encontraba Ollivander. - Buenos días - Lo saludé. Él me devolvió el saludo y me indicó lo que debía hacer: Ordenar unas cajas que se encontraban en el fondo según su contenido... Las cuales se olvidó de agregar que eran bastantes. Cuando finalmente terminé le pregunté si debía hacer lago más, pero se limitó a decir que eso había sido mi trabajo por hoy. Feliz, me retiré.

A los dos días regresé. Todo empezó siendo igual, pero Ollivander esta vez me mandó a limpiar cada una de las estanterías que había en su negocio. De acuerdo, usaré magia para eso, pensé. Como si pudiera oírme, antes que de diera un paso, ya me estaba entregando un hermoso plumero. Estoy perdido. Descubrí que el dueño de la tienda no limpiaba muy bien los lugares donde colocaba su mercadería. Tenía polvo acumulado desde las Eras Prehistóricas. No entendía como la gente no se llevaba un poco de mugre gratis junto con su varita. Estornudando y algo asqueado, entregué mi plumero dando por terminado mi trabajo y volví a mi casa.

Por último, regresé una vez más para concluir mi semana de trabajo. En ese día, Ollivander me hizo limpiar los pisos, que no fue tan terrible con me lo había pensado, o al menos en comparación con las estanterías. Cuando me di cuenta de que había terminado, todavía faltaba una hora para que mi turno finalizase. Así que me puse a ayudar a atender a los clientes. Fue la hora más rápida de la semana y la que más había disfrutado. Con mi semana de labor cumplida, regresé a mi hogar.

Era mi última semana trabajando en la tienda del Señor Ollivander. Dentro de poco empezarían las clases otra vez y debía estar preparándome para eso. En ese día mi tarea fue ordenar. Acomodé a la perfección un par de cajas que se encontraban en el piso sobre las estanterías. Listo, pensé, ya está todo. Aunque no era así... Un niño vino a comprar su primera varita. Todo era color rosa... Hasta que el muy impertinente apuntó con su vara el mueble que acababa de acomodar y tiró todo abajo. Tenía ganas de patearle la cara hasta no poder más. En ese momento me alegraba estar en un lugar en el que yo sólo podía ver a los clientes y no ellos a mí. De lo contrario, habrían estado lidiando con mi cara de furia.
Respiré profundo y traté de tranquilizarme. - Idiota - Susurré al mirar todo el desorden que me había dejado. Todas las cajas habían volado y sus contenidos estaban esparcidos a lo largo del piso. De a poco fui juntando las cosas, pero no terminaba más. Tenía ganas de matar a ese pequeño maloliente. ¿Te haces el gracioso? Ven a ordenar tú entonces. Pasaron dos horas y apenas iba por la mitad de mi trabajo el cual estaba haciendo sin la ayuda de magia ya que Ollivander digo que: Tal vez no tienes un buen conocimiento de la magia sobre objetos de valor. Hazlo manualmente. De acuerdo. Finalmente, dijo que mi turno ya había terminado y que podía volver mañana para seguir con el desastre. Esto último no me cayó muy bien, pero seguí sus consejos y volví a mi casa.

Ya sabía lo que me esperaba al llegar así que en todo mi camino hasta la tienda fue en profundo silencio. Iba terminar con un problema en la columna si seguí juntando cosas. Por suerte más de la mitad ya estaba terminado, pero trabajo aún había. Me lo tomé con calma. Como Olliavander había salido a hacer unas compras, creí que no le molestaría que pusiera música mientras ordenaba. Encontré una pequeña radio y la puse en una estación donde transmitían una canción de Maroon 5: Payphone; Para cuando el hombre estaba de vuelta yo casi ya había finalizado. Las últimas varitas las juntamos entre los dos. Terminado, volví a mi casa.

¡Mi último día!, pensé lleno de felicidad. Esto de trabajar no me había gustado en absoluto. Era aburrido y desperidiciabas mucho de tu tiempo libre en esto. Al llegar, Ollivander me puso al mando. Durante el día mi trabajo fue volverme el encargado. Atendí a varias personas, salvo cuando se trataba de venir en busca de alguna varita, eso se lo dejaba al dueño. Finalizando el día me felicitó y agradeció por mi trabajo a lo largo de las semanas. Contento, salí de la tienda para preparar mis cosas para las clases.

~ Varitas entregadas ~

Entré en la tienda con la intención de comprar alguna funda que protegiera a mi varita. A pesar de que la pulía cuidadosamente todas las noches, comenzaban a notarse levemente algunos rayones por todo el uso que le daba, hecho que no me agradaba demasiado. Al abrir la puerta se escuchó el repiqueteo de unas campanillas, lo cual me hizo recordar la primera vez que había pisado Ollivander's. Tenía once años y había ido allí con mi abuela en busca de una varita antes de iniciar mi primer año en Hogwarts.
El lugar me había alterado un poco debido a la fina capa de polvo que cubría bastantes de los muebles y espacios que había, pero en aquella época todavía no era tan obsesiva con el tema y me había distraído con rapidez. El dueño del negocio nos había atendido con amabilidad y me había entregado varias varitas después de haberme hecho rellenar un pequeño cuestionario. Yo había probado todas ellas una a una, agitándolas para ver si salían chispas, ya que eso indicaba que era la correcta. Sin embargo, recién al cuarto intento había sucedido, mientras que en los anteriores únicamente había logrado romper diferentes cosas del local, como una lámpara y un adorno algo sucio. Yo me había sonrojado al ver el desastre que había hecho, pero el señor Ollivander me había asegurado que no había ningún problema, me había tendido mi nueva varita guardada en una resistente caja y yo le había pagado lo que correspondía a mi compra. En resumen, había sido una experiencia muy agradable.

Test de Ollivander:

Y ahora me hallaba allí nuevamente, en aquel polvoriento lugar en el que casi se podía respirar la magia. Hice mi mejor esfuerzo por ignorar la mediana suciedad del lugar y saludé al dueño con una sonrisa.
- ¡Buenos días! Vine a buscar algún tipo de protección para mi varita, que ya empieza a rayarse - expliqué al señor Ollivander, esperando que él pudiera ayudarme. Por suerte, tenía varios productos que podían solucionar mi problema - Me llevaré los tres, la caja protectora, la funda y el set de mantenimiento, si es posible - pedí. El señor Ollivander fue a buscar los objetos y regresó con ellos en un segundo. En total me costarían 14 galeones, pero valía totalmente la pena tenerlos. Le entregué el dinero y me fui de la tienda contenta con mis compras, que me permitirían mantener mi varita como si fuera nueva.

Compras:

~ Varitas entregadas ~