Casa Parker

La amabilidad de Elliot me mataba, era el chico más amable que había conocido en años, -¡De nada! Yo solo digo la verdad- le respondí a su agradecimiento. Él me estuvo observando, y creo que supuso que yo quería que él comience a hablar, entonces me preguntó algo, y yo se lo respondí amablemente -A mí me gustan hacer muchísimas cosas, reírme, hablar, y demás.- sonreí -¡Claro que me puedes contar un secreto!- le afirmé, estaba muy ansiosa por escuchar el secreto, aunque sabía que no iba a ser el que yo quería escuchar.

Escuché atentamente lo que le gustaba hacer a ella. Inmediatamente, me dijo que le podía contar mi secreto. Busqué las mejores palabras para decirlo.
-En realidad hay dos cosas secretas que me gustan hacer...- le expliqué, continué –Una de ellas es que adoro el alcohol- comenté y reí –Pero no te preocupes que no me da efectos negativos, sólo me hace más bobo- comenté y volví a reír. Ahora venía la cosa difícil, lo evité como pude
-La otra cosa, no te la puedo contar hasta que tengas dieciocho- le expliqué y comencé a reír. Ya me veía venir una bofetada de parte de Hannah.

Estaba muy ansiosa para saber su secreto, y al escucharlo, comencé a reír a carcajadas, -No eres el primero del que oigo decir eso- no sabía con qué sacarme la risa -Cuéntame lo otro, estoy a punto de cumplir dieciocho, no hay problema- mi risa paró, pero mi sonrisa invadía mi cara. Creo que soy muy malpensada, pensé. No me podía imaginar cuál era el otro secreto, y de seguro no me lo iba a contar, porque era algo muy personal, no paraba de sonreír, hasta se me entumecieron las mejillas.

Comenzó a reír al escuchar mi secreto y dijo que yo no era el primero en decírselo, me preguntaba quienes se lo habrían dicho antes que yo. Luego, me dijo que le contara mi otro secreto, ella estaba a punto de cumplir dieciocho. No podía contárselo, ya me imaginaba el lío que me armaría si los padres se enteraban.
-No, espera entonces- comenté y reí –No puedo andar diciéndole esas cosas a unas jovencitas- seguí riendo. Quizás, podría convencerme aunque no lo creía posible. No podía contárselo, era algo como si fuera prohibido o algo así, además era un secreto del que Magg seguro se había dado cuenta a penas me vio en aquel bar.
-En tu cumpleaños te digo, si me invitas- le dije y luego le guiñé el ojo. Era mi cuñada tenía que ir al cumpleaños. Esperaba que ella aceptara mi auto-invitación. Además, a Maggie le gustaría que yo fuera.

-No te contaré- le afirmé –Perdóname pero no puedo, no sé que pensarás de tu profesor de Transformaciones además si se enteran tus padres me matan- comenté y reí. No podía, no, no podía contárselo. Yo se lo hubiera contado si no fuera menor ni mi cuñada.
-En tu cumpleaños lo sabrás- le expliqué y le dediqué una enorme sonrisa. Para que se lo contara, me rogó y me hizo cara de perrito. Además, me dijo que no iba a creer que yo era un desubicado.
-Lo lamento, amor, pero no puedo- le comenté casi compadeciéndome de su cara de cachorro.
-¿Qué tal si hablamos de otra cosa?- dije –Algo de lo que pueda contarte sin restricciones- comenté chistoso. Estaba pensando algún tema para hablar, aunque quizás ella tenía alguno que no fuera mi secreto. Reí un poco ante la situación de explicarle a mi alumna uno de mis secretos más íntimos.

Elliot se negaba a contarme, y yo ya no sabía que más hacer, por lo que me di por vencida. Iba a esperar hasta mi próximo cumpleaños para saberlo. Casi pego un salto cuando Ellie me llamó 'amor'. Esa simple palabrita había cambiado de repente mi ánimo, me sentía muchísimo más enamorada de él. Era el hombre perfecto ya sea para mí o para cualquier otra chica en el mundo. Todas las chicas deben envidiar a Margaret, pensé. En fin, él me había propuesto algo y yo se lo contesté con gusto -Claro, y....¿Tienes mascota?- le pregunté, para hacer conversación.
En un momento, para fijarme si era tarde, miré la hora y me di cuenta de que eran las cinco de la tarde -¡Wow!¡Mira, es tardísimo!- exclamé.

Desistió rápidamente lo que me relajó, no debía decir nada incorrecto ni inapropiado. Sonreí aliviado. Ante mi cambio de tema, me preguntó si tenía mascotas.
-No, no- confesé con una sonrisa –Sólo plantas, es lo mismo, pero mucha gente no lo considera así- puse cara de extrañes.
-¿Tú?- le pregunté con una sonrisa. No sabía si tenían mascotas, aunque estaba casi seguro de que no, ya que tenían una enorme casa para andar limpiando por los desastres de un pequeño cachorro.
Me mostró el reloj y se sorprendió al ser las cinco de la tarde.
-Oye, de veras es muy tarde- comenté mientras me paraba –Discúlpame, ¿Si, Hannah?- le pregunté ya parado –Continuamos después- expresé y le guiñé el ojo mientras me iba hacia el jardín en busca de Maggie. Caminé por el inmenso jardín con una enorme emoción, lo tenían tan perfectamente cuidado que era un placer para mis ojos ver esas plantas y flores. Sonreí cuando observé una de esas flores de cerca. Su belleza era magnífica. Deseaba tener aquél jardín. Finalmente, divisé a una hermosa mujer rubia, relajada en una reposera. Me acerqué a ella con una sonrisa y pregunté
-¿Me extrañaste, Maggie?- mientras le daba un beso en la mejilla. Me senté en el pasto junto a su lado y pregunté -¿Bronceándote?- mientras la observaba, estaba magnífica.

Me sonrió con lo de las plantas, quizás pensaba igual que yo. Además, dijo que le gustaría tener mascotas pero que no tenía porque pasaba poco tiempo en su casa. Ella dijo que también se le hacía tarde por lo que no me preocupé a la hora de salir de la habitación. Comentó que podíamos continuar con la conversación luego. Le sonreí antes de irme.
Ya con Maggie, me sonrió cuando aparecí junto a ella. Me dijo que me extraño, me acerqué más a ella y le di un abrazo. Luego, dijo algo que me causó mucha risa, comentó que era invierno por lo que no podía estar bronceándose. Inmediatamente, comenzó a contarme que el día se le había hecho largo y que se terminó quedando dormida. Le sonreí con ternura, el hecho de que se había dormido me resultó adorable. Me preguntó que hora era. Le respondí
-Son las cinco, cariño- relajadamente.
Se paró y fue a buscar unas reposeras. Me acerqué y le ayudé un poco. Luego, cuando ella se sentó, me senté a su lado y le pasé el brazo por el hombro. Me preguntó que estuve haciendo.
-Bueno, no mucho. Estuve hablando con tu hermana, la verdad es que es realmente adorable. Es como tú pero unos años más joven- comenté y reí.
-Creo que le caigo bien, así que, ya tengo a tu familia comprada, o eso creo- expresé con duda –No tienes de que preocuparte- le sonreí y le di un beso en la cabeza.
Luego, le pregunté
-¿Qué haremos ahora?- con emoción -¿Tienes algún otro pariente?- reí con la pregunta y continué –La estoy pasando genial, Maggie, gracias por invitarme- y recostarme sobre la reposera mirando el cielo.

La respuesta a mi comparación fue bastante ruda. No tenía ganas de ofenderla con la comparación, la hice de buena gana, pero algo le molestó, algo de lo cual yo no sabía nada. No quise darle vueltas al asunto por lo que esperé su siguiente comentario el cual me hizo sacar una sonrisa. Ella dijo que se alegraba de que nos lleváramos bien. Y que sabía que no era mi culpa.
-No, Maggie, no fue mi intención que te lo tomaras tan mal- expresé con toda sinceridad. Solía comentarle a Margaret lo que pensaba y así lo hice esa vez.
Habló sobre los motivos de preocupación y que se habían reducido. Reí un poco, mi risa tapó otro comentario que no logré descifrar, igualmente no me importó demasiado.
A mis preguntas respondió que podíamos conocer la ciudad.
-Me encantaría, Magg- le comenté con una sonrisa radiante llena de entusiasmo.
Dijo algo sobre sus parientes y no sé que.
-¿Ahora?- le pregunté en referencia a conocer la ciudad, mientras me sentaba otra vez. Esperé su respuesta con una sonrisa en los labios.

Dijo que lo sentía antes de darme un beso en la mejilla.
-Hermosa- murmuré y le sonreí.
Me preguntó si ya había ido a Nueva York.
-No, mi familia no es de viajar mucho, así que no conozco muchos lugares de aquí- le expliqué con una sonrisa. Igualmente, era mucho mejor, en mi opinión, que Maggie me la mostrara que lo haga mi familia. Ella era única y eso me hacía querer pasar muchísimo tiempo a su lado y descifrar como funcionaban sus pensamientos tan únicos.
Hizo comentarios muy chistosos y sarcásticos acerca de si en ese momento iríamos a NY. Reí con esos comentarios, ella hizo lo mismo y me abrazó. Le devolví el abrazo con ternura. Ella se paró y me tendió la mano. Me paré junto a ella.
-Vamos- afirmé mientras le pasaba el brazo por la cintura. Me preguntó algo sobre si necesitaba algo, yo negué con la cabeza y sonreí.

(Viene de Nueva York)

-¡Maggie!- chillé al ver su boca herida. No podía creer lo inútil y maldito que había sido al no defenderla de ese ladrón asqueroso.
-He sido un idiota- dije mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas. -No me perdones- me quejé aún enojado conmigo mismo. Me llevé las manos a la cara de la furia por lo egoísta que había sido.
-Te quiero- murmuré -Pero soy demasiado débil para protegerte- terminé también en un murmullo.
En ese momento, aparecieron los padres de Maggie. El momento se tornó incómodo para mí. Nos preguntó si estábamos bien. No respondí, todavía no podía perdonarme lo que había y no había hecho. Margaret decidió que no iba a cenar y yo no quería ser el único comiendo con sus padres.
-Yo tampoco cenaré hoy- anuncié.
Así que me fui por donde me habían indicado que me valla. Tardé en dormirme un rato. Al otro día quería pedirle disculpas a Maggie.

Ante mi reacción, ella sonrió divertida, lo que me resultó muy extraño. ¿Estaba ella riendo por mi maldito egocentrismo absoluto? Eso sería realmente incómodo. Comentó que no pasaba nada pero para mí, estaba muy mal lo que había hecho. Dijo que ya me había perdonado, no pude evitar reír aunque al mismo tiempo estaba enojado conmigo mismo. Más relajado me dejé caer sobre ella, apoyando mi cabeza sobre su hombro.
Ella dijo que también me quería y me dio un beso. Después ambos entramos a la casa Parker.

Ya de mañana, me desperté con cara de soñoliento. Era bastante tarde, había visto el reloj hacía unos instantes. Me levanté, me desvestí y busqué alguna ducha. No había nada, ni siquiera un lavabo. Bueno, estaba desnudo en la casa de mi novia y sin baño. Necesitaba una ducha. Estaba a punto de decidir algo y tocaron a la puerta. ¿Qué haría? Estaba seguro que no saldría desnudo a atender al visitante. Así que, me coloqué una toalla alrededor de la cintura y caminé hasta la puerta. La abrí un poco y descubrí que se trataba de Maggie. Sonreí y abrí la puerta totalmente.
-Quería darme una ducha- le dije con una sonrisa seductora. Sí, Elliot, eres sexi, pensé divertido.
Después de todo eso, bajé las escaleras semi-desnudo. No me preocupé en caminar rápido. Las bajé con lentitud hasta que me detuve a pensar en donde quedaba el baño. Recordé que debía atravesar el comedor para llegar, entonces, abrí la puerta y me detuve en seco al ver a la madre de Maggie y a su hermana sentadas observándome.
-Mmm… Hola- saludé con una de las manos por que la otra la usaba para sujetar la toalla con la que me tapaba. Sin duda era una situación embarazosa. Sonreí antes de preguntar
-¿Puedo darme una ducha?- y señalar la puerta del baño.
Ante la afirmación, entré y me bañé. Inmediatamente, me sequé y recordé que no había llevado ropa para cambiarme.
-Hola de nuevo- saludé otra vez semi-desnudo a la madre de Maggie y a Hannah. Sonreí, pero esta vez con el cabello mojado y subí las escaleras. Sin duda, Sería vergonzoso que la toalla se cayera mientras hablaba con la simpática familia de Margaret, aún así seguro no me hubiera importado demasiado, era un muchacho medio nudista de todos modos. Cuando llegué a mi habitación, me cambié y volví a bajar las escaleras. No tenía idea de donde estaba Maggie.

Volví a entrar al comedor como si nada hubiera pasado. Allí estaban todos. Les dediqué una sonrisa radiante a cada uno y me senté en el mismo lugar en el que me había sentado la última vez.
-Buenos días- saludé
Traté de saber de que hablaban. Cuando lo descubrí traté de aportar algún que otro comentario.
-Oye, Hannah- la llamé, cuando capté su atención le sonreí -¿Qué hiciste ayer?- pregunté refiriéndome a cuando nosotros nos habíamos ido a conocer Nueva York.
Por mi mente pasó una pregunta. ¿Le había resultado sexi a la madre de Margaret? Reí con la respuesta.
Maggie me invitó a pasar la tarde en la pileta. Acepté con ganas y volví a subir a mi habitación. Cuando llegué, tuve que volver a desvestirme, pero esta vez me puse una malla para hombres de color rojo. Igualmente, ya había mostrado demasiado en público así que me puse una remera de color azul claro encima. Era manga corta y ajustada en la parte del torso. En los pies, unas zapatillas normales con cordones. Bajé las escaleras por tercera vez consecutiva y crucé el pasillo por tercera vez consecutiva también. Lo crucé normalmente y agarré a Maggie por la cintura y nos dirigimos al jardín.

Escuché lo que Hannah me contó. Dijo que se había quedado todo el día en la computadora, aburrida.
-Vaya- comenté –Lamento oír eso, Han- dije luego. Podía sentir el aburrimiento de ella, me imaginaba la situación. Igualmente, al principio me lamenté de no haberla invitado, pero luego recordé lo último que pasó y decidí que no debería haberlo lamentado.
-Nosotros la pasamos de maravilla al principio, fuimos a Nueva York- comenté dudoso –Pero luego, ya, no fue en absoluto agradable- dije, inmediatamente, me di cuenta que parecía que lo habíamos pasado mal sólo entre nosotros –Pero no- me corregí y reí –No por Maggie, ella estuvo estupenda- comenté y le eché una mirada.
Ya, después, Hannah nos preguntó si podía acompañarnos.
-¡Claro!- afirmé con una radiante sonrisa. Al mismo tiempo, Maggie había rechazado la compañía de su hermana.
-Vamos Maggie, la pasaremos de maravilla los tres juntos- le dije mientras la miraba honestamente a los ojos. Ella tiró de mí en dirección al jardín. Paré y la agarré yo a ella.
-Di que sí- le rogué como un niño pequeño.