Casa Parker

Me alegré mucho al ver que Elliot continuó el beso. Aunque luego de unos segundos, él se dio cuenta que lo que estaba haciendo estaba mal, muy mal. Yo, aunque odiara a Margaret, me sentí mal por ella, y concorde con él, de que estaba mal lo que estábamos haciendo. Además, al fin y al cabo, él era mi profesor, y no podía andar a los besos con él. Si McGonagall se enterara de eso, él estaría más que despedido. Elliot me pidió disculpas, y yo hice exactamente lo mismo. Aunque el bes me gustó demasiado, no le podía hacer eso a mi propia hermana.
Ella al vernos, se puso de pie, y sin derramar ni una lágrima, se fue a su habitación. Yo me puse de pie y la seguí. Toqué la puerta varias veces, pero no respondió a ninguna, ya que me estaba ignorando. Me sentía cada vez peor. Sabía que tenía que hacer algo, asique agarré el papel más cercano que vi, y una lapicera. Escribí en él “Perdón” y lo firmé poniendo “Hannah”. Tal vez eso arreglaba solo un poco las cosas, porque conociendo a Margaret, ella no me iba a perdonar con un solo papel. Me sentía realmente culpable. Como no me daba la cara para mirarla a los ojos, bajé por las escaleras hacia el comedor con mi madre.

Intenté calmarme y analizar lo ocurrido fríamente. Elliot siempre me había demostrado cariño, y eso era lo que hacía que la situación fuera tan extraña. Por un lado estaba furiosa, no había excusa en el mundo que pudiera justificar su comportamiento. Pero por otro lado, me resultaba extraño y doloroso lo ocurrido. Yo siempre había tenido cuidado con la gente a la que le brindaba mi confianza, y con Elliot al principio había sido precavida pero luego había confiado ciegamente en él. No entendía nada, pero aún así me di cuenta de que no valía la pena desperdiciar mi tiempo pensando en dos personas que ni siquiera se molestaban en ocultarme sus besos. Fui al baño y me lavé la cara para despejarme, y cuando volví oí los golpes que estaban dando a mi puerta. Hannah dejó una nota que apenas terminé de leer tiré al cesto de basura, y Elliot siguió golpeando. Tomé un libro y comencé a hojearlo, hasta que habló y entendí que tenía razón. Todavía firme en mi postura de ignorarlos, abrí la puerta y volví a mi libro, acostada en mi cama. Aguardé hasta que él dijera algo para abordar el tema, ya que me pareció que fingir indiferencia, por más doloroso que fuera, era el mejor castigo.

Lo dejé hablar, esforzándome por que mi resolución no flaqueara al verlo tan apenado. Además de mi dolor por su traición, ahora podía sentir el suyo por haberme hecho eso. Eso me obligaba a compadecerme de él, y mi mente, antes tan resuelta, era un caos ahora. Parecía arrepentido de verdad, pero a la vez se había dejado llevar. ¿Qué debía decirle? ¿Lo hubieras pensado antes de hacerlo? Eso lo heriría, e, increíblemente, quería hacerle pagar por su error pero a la vez no. Mi amor hacia él tenía un papel importante e irritante en mi decisión. Le sostuve la mirada unos cuantos minutos en silencio, evaluando que decir a continuación. Cada partícula de mi cuerpo deseaba volver el tiempo atrás y evitar de alguna forma toda la situación. Pero sabía que no podía ser así y que debía enfrentar las cosas como un adulto.
- Yo también lamento lo ocurrido y no quiero que terminemos - comencé finalmente. Reflexioné unos segundos que decir a continuación y continué - Pero no voy a ocultarte que me dolió lo que vi, en especial porque era con ella. Entiendo que tal vez así eres tú, impulsivo, pero es la verdad. Con cualquier otra chica hubiera sido menos doloroso, no mucho, pero justamente con Hannah, era como observar sin poder hacer nada una de mis peores pesadillas hecha realidad - terminé mi explicación. Y tu sentimiento de culpa sería aún peor si conocieras la historia, agregué en mi mente de forma malévola. Consideré que su sufrimiento actual era suficiente por lo que había hecho y que no necesitaba contarle todo para aumentarlo todavía más - Y yo no creo que pueda haber alguien mejor que tú para mí - añadí, pues era la pura verdad y no valía la pena ocultarla.

- Lo sé - susurré y lo vi irse sin saber que hacer. Agradecí no tener que pararme para cerrar la puerta porque no estaba segura de poder lograrlo sin que mis rodillas temblaran. Estaba hecha un lío y no tenía ni idea de lo que haría a continuación. Volví a lavarme la cara para despejarme una vez más y poder pensar con claridad. Había sentido su dolor y arrepentimiento, y eso me indicaba que mi decisión le importaba, y mucho, además de que evidenciaba que en verdad me quería, tal como me lo había hecho saber otras tantas veces. Por el otro lado, me había traicionado enfrente mío, con mi hermana. Ella había comenzado el beso y él le había seguido la corriente. Eso también dejaba mucho que pensar, yo no podía estar segura de que no iba a volver a lastimarme al ver a otra chica bonita con la que se llevara bien y que lo besara y le coqueteara. Sin poder evitarlo, mis ojos se llenaron de lágrimas al considerar la posibilidad de separarnos. Por ello, comencé a considerar que sería más tortuoso, una ruptura ó el estar en duda todo el tiempo con respecto a su fidelidad. La respuesta era obvia, un distanciamiento sería insoportable, al menos los primeros meses. Entonces, ¿debía perdonarlo y continuar la relación como antes? No estaba segura de poder lograrlo, y menos de reestablecer la confianza que tenía en él y la seguridad de que no me traicionaría. Lo perdonaría si prometía, o mejor aún, juraba, que no lo volvería a hacer. Y a la primera vez que rompiera su promesa pondría una barrera insalvable entre nosotros dos de por vida. Miré el reloj para comprobar la hora y descubrí con asombro que ya había que cenar. Mi estómago crujía de hambre y ansiedad, pero no quería enfrentarme a toda mi familia, pese a que mi aspecto no daba pie a ninguna forma posible de averiguar lo ocurrido. Bajé a la cocina y recibí unas amables palabras por parte de Arthur, quien había presenciado el espectáculo.
- Le he hecho una cena especial para levantarle el ánimo, señorita Margaret - dijo el elfo, sonriente, y me sirvió uno de mis platos favoritos. Comí despacio algo ida, y al terminar volví a subir las escaleras arrastrando los pies. Toqué a la puerta de Elliot para hablar del tema de nuevo.

Abrió en silencio y se quedó observándome. Su mirada no me acobardó, a pesar de que aún estaba en bikini y algo mojada, lo cual recordaba más todavía a lo ocurrido aquella tarde. Mis ojos se clavaron en los suyos y me armé de valor para comentarle mi decisión - Bueno... Aunque me dolió muchísimo tu reacción hoy por la tarde, descubrí que dejar de estar juntos sería una tortura horrible, así que si juras no volver a hacerme pasar por algo así nunca en nuestra vida, no romperé contigo - esbocé una especie de sonrisa triste mientras aguardaba expectante su respuesta. ¿Aceptaría él, ó durante todo ese tiempo se habría dado cuenta de que yo no era lo que él quería? No dejé que el pánico por aquella duda me invadiera, mi autoestima estaba bien alto y si Elliot así lo resolvía, no podía recriminarle nada. Si aceptaba, pues, tendría toda la noche para que mi enfado e indignación desaparecieran y volver a la normalidad a partir del otro día. Lo que no había evaluado era lo que haría con Hannah. Nuestra relación jamás había estado peor que ahora, dejando de lado el momento en que me despreciaron por ser Slytherin. Supuse que las cosas seguirían como hasta entonces y que con el tiempo tal vez la perdonara, pero no esta segura. Volví a dirigir mi atención a Elliot y su inminente respuesta.

Me devolvió la sonrisa y prometió sin problemas lo que yo había pedido.
- Bien - dije y me fui a mi cuarto. Había pensado en abrazarlo pero tal vez no estuviéramos listos para ninguna demostración de cariño aún. Apenas entré a mi habitación me puse el pijama y me fui a dormir. No soñé nada aquella noche y en parte lo agradecí por miedo a sufrir alguna pesadilla. La noche transcurrió tranquilamente.

Al otro día me levanté más temprano que el anterior, y más tranquila. La furia y el dolor habían pasado casi por completo y ya podía actuar con naturalidad. Bajé las escaleras para ir a desayunar y luego de engullir algunos cereales y tomar un té para calentarme, el timbre sonó, sobresaltándome. Sabía que mis padres habían salido a hacer algunos recados en la ciudad y no tenía idea de donde estaba Hannah, y tampoco me importaba. Por esta razón me pregunté quien podría ser el que había llamado a la puerta, y temí que quizá fuera Nicole. Lo único peor que estar con una de las gemelas era estar con las dos. Mis miedos se disiparon rápidamente al ver a un hombre parado en el umbral. Parecía tener más o menos mi edad. Entrecerré los ojos y lo evalué con la mirada, intentando determinar su propósito.
- ¿Qué quiere? - demandé fríamente.

Estaba desamparado en un extraño lugar, y no sabía qué hacer. Además, me habían perseguido más de cinco perros, porque quería cazar a mi gato, Obi Wan. Y más de uno, hicieron popó en la calle. Era desagradable. Me encontré una muy grande casa, que parecía ocupar toda la manzana.
Yo caminé hacia ella, y toqué la puerta. Una extraña chica rubia me abrió. Ella no parecía muy contenta, y me habló un poco mal. Yo no me enojé con ella, es más, traté de mejorar la situación. Cuando le iba a decir algo, un ser muy extraño pasó detrás de ella, era igual a los que estaban en ese banco. -¡PASITA!- le grité al mini-hombrecito. Entré de repente, y me agaché y lo abracé. Me sentía muy bien en hacerlo, él era muy adorable. Luego, lo volví a dejar en piso, y me volví a ir afuera de la casa, en la misma posición que estaba anteriormente. -¡Hola! Soy Led- le dije, muy alegre. La hora feliz está por comenzar, pensé muy feliz. La chica que me había atendido, estaba muy seria. Yo traté de ser amable con ella, pero sentía que le estaba hablando a un chivo. Tenía miedo que la chica pensara que soy un psicópata, entonces se lo aclaré, -No soy un psicópata-. Aunque luego pensé que tal vez quedaba un poco sospechoso, pero le sonreí más grande de lo normal, y me quedé callado, esperando su reacción.

Elliot entró en la cocina y pude comprobar que todo había vuelto casi a la normalidad, sólo quedaba un resquicio del dolor del día anterior.
- Muy bien, ¿y tú? - respondí con una sonrisa.
El hombre que había tocado la puerta en lugar de contestar a mi pregunta se lanzó hacia adentro gritando algo inentendible que me descolocó, pero, rápida de reflejos, saqué mi varita y lo apunté de cerca con ella, pero no lo suficiente como para que él pudiera clavarme un cuchillo o algo por el estilo. Él salió luego de abrazar al elfo doméstico. Examiné su rostro en busca de alguna señal de locura o enfermedad mental, pero el chico estaba tranquilo y sonriente.
- Margaret - me presenté después de que dijera su nombre. Cuando mencionó que no era un psicópata, Elliot apareció y lo saludó de buena gana. Se acercó más que yo a ese hombre extraño, por lo que lo tomé del codo y tiré de él hacia atrás, mientras le susurraba al oído - No sabemos quien es este hombre y acaba de hacer algo que podría indicar que está demente - Dirigí mi atención a Led y pregunté - ¿Qué hacés aquí, por qué abrazas a mi elfo doméstico y qué quieres? - Esperaba obtener una respuesta esta vez.

Escuché con atención lo que nos fue contando el psicópata y a cada palabra que decía desconfiaba más. Elliot dio dos posibilidades para la situación y yo estuve de acuerdo con ellas, era lo que probablemente había pasado. Personalmente, me inclinaba más a la del alcohol, y también hubiera agregado tal vez algún tipo de droga. Me enternecí al ver las mascotas, el gato era realmente precioso. Eso me hizo recordar a mi pequeña Adara y lo sola que estaría en mi casa. Estos pensamientos derritieron un poco mi expresión fría y aunque no llegó a ser de amabilidad, ahora era mucho más agradable. Seguía desconfiando del él tal como al principio, ó incluso más por lo que nos había contado, por eso puse mala cara cuando mi novio me pidió que se quedara a comer.
- Arthur, ven con nosotros - ordené, al menos tendríamos a alguien que podría protegernos un poco en caso de un ataque por parte del loco. Precedí la marcha hacia la cocina y me detuve allí. Me senté en el desayunador y le dije al elfo que le preparara una comida.
- ¿Dónde vives? - quise saber, para poder ubicarlo y así ayudarlo a volver a su casa, si es que resultaba ser una buena persona.

Creía que le caía bien a Elliot, o al menos eso pensaba. Él me dio dos opciones de situación, yo sabía cuál era la correcta, ya que hay una razón muy lógica para elegirla. –Elliot, ya sé que me pasó; tomé un tramlador y terminé aquí- le expliqué, -Porque nunca he probado el alcohol en mi vida, y no está dentro de mi agenda- le volví a explicar. Él parecía muy contento por mi presencia, y yo estaba muy feliz de que esté contento. Elliot le pidió a Margaret si podía quedarme a comer, y si Riley y Obi Wan podía comer también. Ella, sorprendentemente aceptó, o al menos eso parecía. Llamó a la pasita, y pasé junto a ellos hacia la cocina. La casa era sorprendentemente hermosa y gigante. Me sentía un elfo. ¿Cómo se sentirá el mini-hombrecito en esta gigantesca casa? Era la pregunta que paseaba por mi cabeza. Margaret me preguntó dónde vivía, -No tengo casa aún, acabo de llegar de país; Noruega- le respondí a Margaret, -¿Y tú?-le pregunté. Aunque después me di cuenta que era muy estúpido preguntar eso, porque era obvio que ella vivía en la casa que estábamos.
Tiempo después, agarré las dos jaulas de mis animales, y los solté en libertad, ya que estaban muy cansados por tanto viaje. Saqué de las jaulas la comida enlatada que había guardado, y la abrí para que puedan comer. Ellos comieron desaforadamente, como si no hubieran comido en tres años. Yo los contemplé con orgullo, como si fueran mis hijos.

Me sorprendió oír que no había tomado alcohol nunca en su vida. Ya Elliot se encargará de educarlo en la materia, pensé divertida. No me pareció del todo creíble lo del traslador pero aún así lo dejé pasar a comer, aunque vigilándolo bien de cerca. Todavía tenía la varita en el bolsillo, y rápidamente podía alcanzarla si había algún problema. Lo examiné de cerca mientras terminábamos de comer. Era joven y no demasiado guapo, parecía bastante bueno y por la conducta que había demostrado hasta el momento, no demasiado cuerdo.
- ¿De Noruega? ¿Y dónde piensas dormir hoy a la noche? - pregunté extrañada - ¿Qué haces en Estados Unidos si eres de allí? - añadí, me parecía de lo más raro - Vivo en el centro de la ciudad - contesté.
Elliot deseó que se quedara mucho tiempo y ya me veía con Led durmiendo en el sillón esa noche y mi madre horrorizada por lo que estaba teniendo lugar ahora. Sabía que había estado mal el haberlo dejado pasar, pero es que en realidad, aunque recelaba, el chico me había parecido agradable y eso había ayudado mucho.

Elliot y Margaret me habían caído muy bien. Ellos eran muy gentiles conmigo. -Gracias Elliot- le respondí a su amabilidad. Él dijo que presentía que era una buena compañía, yo presentía lo mismo, pero obviamente, refiriéndome a él.
Margaret pareció algo sorprendida cuando le dije que nunca había probado el alcohol, pero no le dije nada, porque tal vez en Estados Unidos era muy común tomar alcohol. También pareció extraña cuando le dije que era de Noruega. No la culpo, es un país muy raro y lejos de aquí. –Sí, soy de Noruega- afirmé –No lo sé, tal vez voy a un hotel…- le contesté, -Estoy en Estados Unidos, porque mi madre me dijo que me tenía que ir a vivir solo y lejos, no s muy bien por qué- le expliqué, -, pero no es que ella me odia.- expliqué a Margaret. De repente me asombré al ver que la pared estaba muy perfecta, y quería analizarla más de cerca, entonces me acerqué a ella. La olfateé, pero aún lo la reconocía, entonces sin que nadie me viera, le pasé una muy pequeña lamida para reconocer la pintura. Aún no la reconocía. Pero lo dejé ahí, para que nadie pensara que era raro. Cuando me volví a sentar, sin querer, rompí una pequeña maseta que contenía un girasol en ella. –Lo siento- le dije a Margaret y Elliot.

Explicó porque estaba merodeando por aquí sin techo ni comida y pareció de lo más extraño. Aunque ya no sospechaba de él, me parecía raro que su madre lo hubiera echado así como así de su casa.
- Tal vez pensaba que no podrías vivir bien en tu país y te envió aquí. Aunque es raro porque estarías completamente solo - reflexioné, y estaba por añadir algo más, pero entonces Led se puso de pie y olfateó la pared, para luego lamerla. Me quedé mirándolo confundida y escuché como Elliot se reía a mi lado. A mí también se me hacía muy gracioso y apenas podía contener la risa, por lo que oírlo a él me hizo estallar en carcajadas que por suerte eran de un volumen tan bajo que dudaba que nuestro compañero las oyera. Luego de unos segundos logré controlarlas y luché por poner el semblante serio de nuevo. Al sentarse rompió una maceta, y eso casi me lleva a otro ataque de risa que pude callar a tiempo. Pidió disculpas y yo hice un gesto con la mano sin darle importancia - No pasa nada, sólo era la favorita de mi madre - bromeé, pero después se lo aclare por si no lo había captado.
- Sí, por favor - me uní a la petición de Elliot. Seguía pareciéndome un loco y aún no confiaba en él, seguía controlando sus movimientos y el lenguatazo que le había dado a la pared había confirmado mis sospechas de que estaba loco, lo que me asustaba más, pero fingí estar normal para no desatar ninguna acción malvada por parte de él.

Había parecido que Elliot se había quedado pensando en algo. Yo no le pregunté en qué, aunque tenía ganas, pero iba a sonar muy descortés, ya que recién nos conocíamos. Aunque traté que no, ellos observaron como lamía la pared, para verificar el material. Los dos comenzaron a reír. Yo fingí como si nada hubiera pasado, ya que me sentía algo vergonzoso al respecto. Elliot me comentó que no vivía aquí, yo creía que si, pensé que tal vez eran hermanos. –Entonces, lo siento Margaret- me lamenté por el adorno roto. Ella me consoló diciéndome que no importaba, y bromeó al respecto. Yo reí con su broma. –Si, tal vez fue eso- acordé con Margaret. Los dos me miraban medio extraño, yo lo único que hacía era sonreírles, porque no tenía nada más que hacer. Estaba algo cansado de recorrer tantas calles, y me dolía la espalda por haber caído en el asfalto. Luego, algo me llamó la atención, -Aguarden, ¿no estamos en Londres?- les pregunté extrañado. Yo creía que el Translador me había llevado a Londres, pero según ellos estaba en Estados Unidos. Si llegaba a ser la posibilidad que el translador me había llevado mal, no iba a poder visitar a mi familia durante mucho tiempo, porque no creía que haya una terminal de traslación cerca de aquí.
Ninguno de los dos había entendido bien la historia, y me pidieron que la relatara completa, yo con gusto les expliqué; -Vengo de una familia algo extraña, más que yo aún. Entre todos nos protegemos, y siempre tratamos de hacer lo mejor. Todos los domingos cuando yo era chico nos juntábamos en casa de mi tía abuela Cassandra, y ella me recibía con un paquete de chocolate- les expliqué –Nadie es mago en mi familia, por lo tanto yo soy como el “fenómeno” de mis parientes. Los vecinos estaban sospechando que alguien era mago, ya que en mi casa siempre pasaron cosas extrañas. Entonces mi madre no quería que nadie me descubriera, y por eso me dijo que me fuera- les expliqué con todos los detalles posibles.