Casa Fouine

Esa mañana me desperté más temprano de lo habitual, era un día especial: El cumpleaños número diecisiete de mi querida Jane. Parecía que fuese unos días antes cuando la tenía en mis brazos acurrucándola y cantándole para que pudiera dormir en las noches. Estaba tan grande, ya era una adulta. Esos eran los momentos en los que deseaba plenamente volver el tiempo atrás y revivir tantos hermosos recuerdos una y otra vez. 

Luego de un pequeño entresueño, por fin decidí levantarme. Me acerqué al cuarto de mi pequeña y noté que aún seguía dormida. Mmm, pensé, creo que un desayuno sorpresa es una buena forma de empezar un cumpleaños. Rápidamente me lavé y cambié para comenzar con mis planes secretos en la cocina. Al llegar, tomé los ingredientes necesarios y comencé a preparar los wafles. 

Mientras los cocinaba, me acordé de su regalo.  – Voy a revisar que esté bien. – Dije para mí. Rápidamente fui al sótano y comprobé, que al igual que su futura dueña, el pequeño gatito gris seguía durmiendo.  Aún le quedaba leche en su pequeño plato por lo que supuse que no necesitaría de mí. Para cuando estaba de vuelta en la cocina, los wafles ya estaban listos. Preparé el café y me acerqué a la ventana. Tomé un jazmín de la pequeña planta que había allí para luego ponerlo en un pequeño florero. Acomodé todo prolijamente en una bandeja y me dispuse a llevar el desayuno hasta su cama cuando oí que mi estómago rugía. Después de oler tanta comida deliciosa, yo también había empezado a sentir hambre.

Empecé a preparar mi té cuando sentí unas manos sobre mi espalda.  - ¡Me asustaste pequeña traviesa!  - Jane se encontraba detrás de mí.  - ¡Bon Anniversaire, ma ciel!  - Dije abrazándola y dándole un beso en su mejilla – Como verás, planeaba llevarte el desayuno a la cama, pero fuiste más rápida que yo. El lado bueno de esto, es que podremos desayunar juntas, ¿qué te parece? – Comenté sonriente.

Mamá se llevó un susto por mi pequeña broma, lo que significaba que había logrado mi cometido. Me deseó un muy feliz cumpleaños en francés y me abrazó. Le devolví el gesto y sonreí ampliamente. Adoraba a mi madre, y estaba más que contenta de que se hubiera mudado a Londres el año anterior.
- ¡Merci beaucoup! - exclamé sin perder la sonrisa - Me encantaría desayunar contigo - respondí, y tomé asiento en la mesa de la cocina.
Mi estómago emitió un leve rugido, haciéndome recordar lo hambrienta que estaba. Apenas pude comencé a comer los deliciosos waffles que mi madre había preparado para mí - ¡Están riquísimos! - le dije, pues era verdad. Siempre le salían exquisitos, pero esta vez aún más. O quizás era que yo veía todo con el optimismo propio de mi día de cumpleaños. Me tomó solo unos minutos terminar de engullir el que tenía en el plato y rápidamente me serví otro - ¿Qué tal dormiste? - pregunté a mamá para entablar una conversación mientras desayunábamos.

Jane me agradeció por mi saludo y aceptó mi propuesta. - Muy bien, a sentarse - Dije mientras tomaba la bandeja y me dirigía a la mesa. Empezamos a desayunar y Jane comentó que los Waffles estaban ricos - Me alegro que te hayan gustado, cariño - Respondí con una sonrisa. 

En el momento en el que me disponía a darle un sorbo a mi té podría jurar que había oído un leve ruido. Seguro fue mi imaginación, pensé. Pero allí estaba de nuevo, por segunda vez. Agudicé el oído y finalmente lo distinguí: Parecía el sonido de garritas contra una puerta... Y venían de sótano. Creo que un pequeño bandido se ha despertado, dije para mí misma sin poder evitar exteriorizar una sonrisa. Tenía la esperanza de que Jane no lo notaría, quería esperar a que terminara su desayuno para entregarle su gatito. 

En eso, ella siguió con la conversación - Bastante bien la verdad - Aunque hubo alguien que se puso a maullar en medio de la noche porque tenía hambre - ¿y tú?  - Pregunté - Imagino que estuviste ansiosa. Y hablando de eso, ¿tienes algún plan para hoy? ¿Te verás con alguien? 

Continuamos conversando mientras yo engullía un segundo plato del desayuno, realmente estaban muy ricos - Dormí perfecto - respondí, sonriente - Me costó un poco conciliar el sueño, pero una vez que lo logré no me desperté hasta hace un ratito - añadí, y luego me llevé otro pedacito de waffle a la boca. Reí y asentí con la cabeza respecto a su comentario sobre la ansiedad - No te haces una idea de cuánto estaba esperando que fuera 16 de Julio - comenté, soltando una carcajada.
Me tomé unos segundos para contestar a su siguiente pregunta, mientras daba un sorbo a mi café. Mi mente comenzó a imaginarse miles de actividades posibles para festejar mi cumpleaños número diecisiete, pero ninguna me convencía. Quería ver a mis amigos, de eso estaba segura. Extrañaba muchísimo a Fabián, e incluso a Sabino, a pesar de que me sacaba de quicio bastante seguido. Sonreí al recordar todos esos momentos que había pasado con ellos en Hogwarts el año anterior, y finalmente me decidí a darle una respuesta a mi madre - No tengo nada planeado aún, pero me gustaría encontrarme con Fabián y Sabino. ¿Crees que podrían venir aquí un rato por la tarde? Y una vez que estén aquí decidimos bien qué hacer - contesté, esbozando una cálida sonrisa. Hablar de los planes para festejar mi cumpleaños me ponía muy contenta - Oh, y también me gustaría ver a papá, si te parece bien - agregué en un tono de voz algo más bajo. No sabía cómo se tomaría aquello mamá, aunque suponía (y esperaba) que no sería para mal.

Comentó que había dormido perfecto exceptuando el hecho que de que le había costado dormirse - Me alegra oír eso, nos garantiza que estarás con todas las pilas para hoy. - Dije alegremente. Agregó también que estuvo esperando a que ese día llegara con muchas ganas - Lo creas o no, yo también. Después de todo, es el primero de tus cumpleaños que pasamos juntas en mucho tiempo. - No quería ponerme sentimental, pero la verdad es que ese día lo consideraba aún más especial de lo que era. Mi hija ya podía considerarse una mujer joven, aunque en mi corazón siempre sería mi niñita.

Le tomó unos segundos responder a mi pregunta, supuse que en su cabeza estaba haciendo planes. En el ínterin, aproveché a darle un sorbo a mi té, que por cierto se estaba enfriando. Seguramente Jane extrañaba a sus amigos ya que no se había reunido con ellos hacia bastante. Y así fue. - ¡Por supuesto que sí! Pueden quedarse aquí todo el tiempo que quieran. - Comenté una sonrisa - ¿Serán ellos dos solos? Pregunto para calcular de que tamaño tendré que hacer el pastel - Solté una risita al final. Pero no fue todo, también quería invitar a su padre. Edward, pensé. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que lo había visto. Específicamente, la vez que me había reencontrado con Jane. Ya casi un año había pasado desde aquello. - Seguro, puede venir. - Traté de esbozar una sonrisa, aunque no sabía si había salido bien. La verdad no guardaba rencor con mi anterior esposo, pero tener que compartir un tiempo juntos desde de varios años, me ponía un poco... nerviosa. 

- Es verdad - exclamé con sorpresa. Hacía mucho tiempo que no pasaba un cumpleaños con mi madre - Me alegra mucho que hayas venido a vivir aquí el año pasado- dije, sonriéndole a mamá. Quizás yo no era la persona más demostrativa del mundo en el día a día, pero en el interior apreciaba muchísimo su presencia. Estar alrededor de mi madre me hacía sentir seguridad y calidez. Probablemente no se lo hacía saber muy seguido y tampoco de forma tan efusiva por haberme contagiado de la actitud inglesa, más reservada. Sin embargo, aún conservaba algunos rasgos más extranjeros, como el de parlotear todo el día.

Se me iluminaron los ojos cuando me comunicó que Sabino y Fabian podía quedarse aquí todo el tiempo que quisieran - ¿En serio? - pregunté, emocionada - Sí, sí, no tengo muchos más amigos cercanos que invitar, no quiero nada demasiado grande. Prefiero pasarlo con los más íntimos y listo - respondí. Me puso muy contenta también que no tuviera problema en que viniera papá, pues podría pasar el día con los dos al mismo tiempo, en lugar de dividirme el tiempo para estar un rato con cada uno. Eso me hizo recordar también que faltaba otra personita - Bueno, también está Kath incluida, por supuesto, y papá - añadí, sonriendo. Terminé mi café de un trago y comí el último bocado de waffle que me quedaba - Estuvo delicioso el desayuno, gracias, mamá.

- A mi también me alegra mucho haber venido aquí. Puedo pasar mucho más tiempo contigo, y con Kath, por supuesto. - Le dije con una sonrisa. Estaba orgullosa de la hija que tenía y quería aprovechar cada momento que pudiera con ella, en cierto modo para recuperar el tiempo perdido. 

Pareció contenta cuando le permití dejar a sus amigos quedarse en casa - Pueden quedarse cuanto tiempo quieran, eso sí, deberás ayudar a acomodar todo. La casa debe estar perfecta. - Nunca había visto antes al tal Fabián y a Sabino. Me gustaba el nombre Sabino, tenía la impresión de que ese chico sería muy agradable. Estaba ansiosa por conocer a los amigos de Jane, aunque sabía que debía actuar con naturalidad. - Me parece una buena idea. Los más cercanos para pasarla de maravilla. Seremos pocos, pero te aseguro que lo pasaremos muy bien. - Acordé -  Prometo no hacerte pasar vergüenza delante de tus amigos. - Dije dejando salir una pequeña risita al final. - Katherine estaba en la lista de invitados de mi cabeza desde un principio - Reí un poco - Claro, por supuesto tu padre también. - Por algún motivo que desconocía, mi subconsciente tenía muchas ganas de volver a verlo.

Finalmente, me agradeció por mi desayuno, a lo que respondí que no había de qué y dije: - Antes de que te vayas a disfrutar de tu día, tengo que entregarte algo muy especial. Cierra los ojos. - esbocé una pequeña sonrisa - Enseguida vuelvo, no mires - Le advertí. Rápidamente descendí las escaleras hacía el sótano donde el pequeño minino se hallaba. Lo tomé en mis manos y lo coloqué en una caja, especialmente adornada, que actuarían como el envoltorio del regalo. Me aseguré que tuviera dos pequeños agujeros para que el gatito pudiera respirar; regresé a la cocina, con la caja en mis manos - ¡Feliz cumpleaños, cariño!  - Volví a decir - Espero que lo disfrutes. Cuídalo muy bien. - Dije mientras le daba la caja. Moría por ver su reacción. Deseaba con toda el alma que el obsequio le gustara. 

Mi día de cumpleaños estaba yendo de maravillas, y en gran parte era gracias a mi madre. Ella me había preparado un desayuno delicioso, así como había permitido sin problemas que vinieran a festejar mis 17 años todas aquellas personas que yo había querido. Estaba ansiosa porque conociera a mis amigos, aunque a Fab ya lo había visto un par de veces, especialmente en el castillo, y también porque se reencontrara con mi padre después de tantos años separados. Aunque no quería admitirlo, tenía una leve esperanza de que forjaran nuevamente una buena relación, si no amorosa, al menos de amistad - Te ayudaré a acomodar todo, lo prometo - acordé de inmediato. Si esa era la única condición para que vinieran Fabian y Sabino pudieran quedarse en casa, la cumpliría con gusto. Además, la casa ya estaba bastante ordenada de por sí, aunque mi madre al parecer creyera que no. Siempre había sido un poco obsesiva en ese aspecto, como todas las madres. Reí cuando me aseguró que no me haría pasar vergüenza - Sé que no lo harás, mamá. Garde votre calme* - dije, rozándole el brazo con mi mano suavemente.

Antes de dejarme marchar mi madre dijo que tenía una sorpresa para mí. Cerré los ojos, tal y como ella me decía, y oí el sonido de sus pisadas alejarse hasta que desapareció completamente. Me moría por saber qué era aquello que ocultaba, pero obedecí y no espié al escucharla regresar. Mantuve mis párpados cerrados firmemente mientras aguardaba, y los abrí recién cuando me deseó feliz cumpleaños. Me entregó una caja al tiempo que yo farfullaba un corto 'gracias', concentrada en realidad en mi regalo. Quité la tapa con rapidez, preguntándome qué podría llegar a hallar dentro. Ahogué un grito de sorpresa al ver el contenido. Un hermoso gatito color gris claro me miraba desde dentro con unos bellos ojos celeste grisáceo. Definivitamente, no me esperaba aquello. Una radiante sonrisa iluminó mi rostro al tiempo que lo cogía con delicadeza, y lo acunaba contra mi pecho. Era realmente precioso. Me deshice en frases de agradecimiento dirigidas a mi madre mientras dejaba al gatito nuevamente en la caja para darle un fuerte abrazo - ¡¡No lo puedo creer!! ¡Es el mejor regalo que podrías haberme dado! - afirmé, contentísima.

Pasado un minuto me aparté de ella y observé a mi nueva mascota con aire pensativo - ¿Cómo lo puedo llamar? - me pregunté, dudosa. Exprimí mi cerebro en busca del nombre ideal, intentando recordar todos aquellos que me habían llamado la atención alguna vez - Libatius, Oliver, Albus... - mascullé, pero ninguno me convencía - ¡Eddard! - exclamé al fin - Le queda perfecto - confirmé luego de echarle una mirada - Y podré decirle Ed, o Eddie también - añadí y volví a tomar en brazos a mi gatito. Estaba que no cabía en mí de la felicidad - ¡¡Muchas gracias, mamá!! - dije nuevamente, sin poder contenerme. Le di un abrazo de vuelta, más corto que el anterior, y con cuidado para no aplastar a Eddard - Es el gato más hermoso del mundo - comenté, rascándole la parte de atrás de las orejitas.