Gran Salón

Gran sala con un techo encantado que refleja el que hay afuera. Hay cuatro mesas largas, una por cada casa, y una perpendicular a las cuatro para los profesores, elevada por una plataforma. La más cercana a la puerta es la de Slytherin, luego Ravenclaw, después Hufflepuff y por último, en la pared del fondo, la de Gryffindor.
La sala tiene unos grandes ventanales y tiene una forma alargada que recuerda a la forma de una catedral.

Los alumnos fueron llegando en grupos y se sentaron a las mesas correspondientes. Cuando el Gran Salón ya estaba repleto, me paré y golpee con una cucharita mi copa, provocando un ruido que ayudó a que todos se callaran.
- Antes de que aparezca la comida y todos se dediquen únicamente a ella sin siquiera prestarme atención, les diré unas pocas palabras - hice una pausa para esperar a que todos y cada uno de los alumnos que había allí hicieran silencio - ¡Bienvenidos nuevos alumnos! Y para los no tan nuevos también. Espero que este año sea tan exitoso como otros, mucha suerte a todos con sus estudios y dediquen mucho esfuerzo, que este siempre se verá bien recompensado. - Volví a hacer una pausa para luego proseguir - Ahora sí, ¡regocíjense con la deliciosa comida, cortesía de nuestros bondadosos elfos domésticos!
Sopas, prezas de pollo, ensaladas, papas fritas y pastas llenaron las diferentes bandejas que había en cada mesa, y los alumnos se apresuraron a apoderarse de ellas. Realmente se me llenaba el corazón de orgullo y cariño cuando veía a los jóvenes magos y brujas que se estaban formando en este mágico castillo. Para muchos de ellos este era su hogar, en donde podían disfrutar, ser cuidados y queridos.

Entré en el Gran Salón corriendo por si a Peeves se le ocurría comenzar a jugar bromas a los alumnos recién llegados en el Vestíbulo. Nadie me miró sorprendido ya que éramos varios los que aplicábamos esa técnica evasiva. Me dirigí a la mesa de mi amado Gryffindor y me senté junto a todos mis compañeros. Un par de minutos después la profesora McGongall empezó su discurso, por lo que se hizo un profundo silencio en el Gran Salón, no sin antes haber aplicado bastante esfuerzo. Nos dio una cálida aunque formal bienvenida y nos deseó buena suerte para todo el año escolar. Aplaudí junto al resto de mis compañeros y luego volví la vista hacia la deliciosa comida que estaba apareciendo ante mis ojos. Me serví un poco de sopa como entrada, y me llevé una cucharada a la boca. Luego me giré para poder mirar a Fabian, que estaba sentado a mi lado.

- Otro año más en Hogwarts - suspiré sonriente. Ya eran cinco años los que llevaba cursando allí las diferentes asignaturas relacionadas con el mundo mágico. Eso es mucho tiempo, pensé. Una reluciente lágrima resbaló por mi mejilla, pero rápidamente la enjuagué para que nadie lo notara. - ¿Qué tal tu verano? ¿Te ha pasado algo interesante? - Continué tomando mi sopa mientras esperaba una respuesta.

Me acerqué lentamente a una chica de Hufflepuff que parecía solitaria y enfurruñada. De a poquito fui moviéndome hasta quedar al lado suyo. Era una rubia muy bonita. Parecía estar en uno de esos ataques de chicas en los que comen sin parar porque algo les molesta. Mi madre había tenido alguno que otro. Me quedé mirándola fijamente, pero luego pensé que tal vez podría resultar descortés, así que bajé los ojos y miré mis zapatos. Moví los pies adelante y atrás sin saber que decir. Era mi primer año en Hogwarts y lógicamente me sentía solo y perdido. No tenía amigos puesto que acababa de ser sorteado, y sentía una gran impotencia al no poder hablar con la chica sentada a mi lado por simple vergüenza. Me balancee hacia delante y hacia atrás reflexionando sobre mis posibles formas de ayudar.

Me sobresalté al escuchar que la chica rubia me hablaba. Esbozé una pequeña sonrisa pero rápidamente bajé las comisuras de los labios. La miré fijamente a los ojos, intentando ver más allá de la expresión de su rostro, que podía estar mintiendo, y averiguar que sentía en realidad. Entonces vi que una amplia sonrisa asomaba en su rostro y me sentí más confiado y feliz. Al parecer de verdad quería charlar conmigo.

- Sí, entré este año - dije con voz baja y entrecortada. ¿Por qué tenía que ser tan tímido? me entristecí.- Me imagino que todo debe ser tan mágico y especial... - continué, esta vez con la voz más firme y ojos soñadores. Miré las velas que flotaban en el aire y busqué lo mejor pude algún hilo que las colgara del techo, pero no encontré ninguno. Tampoco era una pantalla de televisión el cielo raso, que parecía ser, o era, un fiel retrato del verdadero firmamento. - Aún no he probado la comida... Veré que tal es - Tomé una presa de pollo y comí un bocado, estaba delicioso. Me serví papas fritas y pastel de carne, y comencé a engullir todo despacio, cuidándome de no perderme el saborear ninguno de los exquisitos sabores.

Michel me habló con total confianza, seguridad y amabilidad. Aparentaba ser una buena persona, de esas que siempre andan regalando sonrisas y alegrías. Tenía en los ojos una expresión particular, de alguien que desea lograr algo fervientemente.

- Yo soy Sebastian, Sebastian Heller-Bones - me presenté - Lo sé, es algo difícil mi apellido. Si quieres después te lo escribo, si volvemos a vernos. - Tenía la esperanza de que así fuera. Estaba seguro de que ninguno de mis compañeros de primero iba a querer ser mi amigo, ni siquiera intentarían charlar conmigo. Michel al menos simulaba que yo realmente le interesaba. Mi mente dio rienda suelta a la imaginación. En mi fantasía, yo y Michel éramos mejores amigos y caminábamos juntos por los pasillos, conversando y riendo. Sacudí levemente la cabeza para volver al Gran Salón y prestarle atención a la Michel de verdad. - No demasiado, en Cokeworth, es una ciudad algo pequeña, no muy lejos de aquí. ¿Por qué dices eso? ¿De dónde vienes tú? - pregunté curioso. ¿Y sí venía de algún lugar de Asia o Europa Oriental?

En el Gran Salón lo único que se escuchaba eran ruidos de cubiertos, risas y murmullos constantes. La comida de los primeros platos fue sustituida por los postres, entre los cuales había diferentes tartas y tortas, pie de limón, panqueques y algunas golosinas, como paletas o caramelos. Las brujas fritas y los donuts de calabaza tampoco podían faltar. Los alumnos se abalanzaron sobre las golosinas y continuaron charlando y riendo. Al parecer, la estaban pasando muy bien y eso me hizo sonreír de lado a lado, y luego continué hablando con mis colegas.

Sonreí divertido, se notaba que ella no vivía por aquí. Sino hubiera sabido que Cokeworth sólo era un pueblo de muggles, a un par de horas de Londres. No era un destino turístico ni nada parecido. Borré la sonrisa de mi rostro porque no quería que Michel pensara que me estaba riendo de ella.

- Es normal que no lo conozcas, no es muy famoso ya que no van muchos turistas allí - le aseguré para que se quedara más tranquila por no saber que existía. - Es bastante aburrido, en realidad. En verano nunca sé que hacer, más que salir a caminar o andar en bici con mi mejor amigo.

Repentinamente desapareció la comida de todos los platos, tanto del que yo estaba comiendo como de las bandejas, y fueron reemplazados por todo tipo de postres, desde tartas y pasteles hasta golosinas. Mis manos se dirigieron con rapidez hacia una de las bandejas y me serví una porción de pie de limón, además de tarta de manzana. Primero saboree el pie, comiendo cada bocado lentamente para poder disfrutar bien de su gusto. No me gustaba atolondrarme al comer porque apenas se siente el sabor de lo que está comiendo, menospreciando el esfuerzo que puso quien cocinó la comida.

- ¿Copenhagüe?¿Ámsterdan? - repetí sorprendido pronunciando mal algunos de los nombres más difíciles sin darme cuenta. - ¿Dónde queda todo eso? ¿En qué parte de Europa? - Al menos tenía el orgullo de poder decir que sabía que Dinamarca y Holanda quedaban en el mismo continente que Inglaterra, pero no recordaba haber aprendido el nombre de ninguna ciudad de esos países. Continué comiendo mientras esperaba su respuesta, totalmente interesado por el giro que había dado nuestra pequeña coversación.

- Mmm... podría decirle a mi madre si puedes venir con nosotras si vamos el próximo verano a Francia. Se lo diré en cuanto tenga la oportunidad - aseguré sonriente. Sería muy divertido que Fabian nos acompañara, fantasee. - Sí, lo haré - repetí para convercerme a mí misma y no olvidarme de hacerlo más que para que mis compañeros lo oyeran. - ¡Claro que quiero mirar más fotos! Estaría encantada de ver los preciosos paisajes que recorriste y los monumentos y edificios que visitaste. - Al menos, las fotos saciarían por un rato las ansias que tenía de ir a Francia que me habían invadido durante el viaje en el Expreso. Luego me dirigí a Sabino, quien probablemente no entendía por que yo hablaba con tanto entusiasmo sobre ese país - Yo nací allí, en París, y a los 12 años me mudé aquí. Mi madre es francesa, y ahora trabaja aquí como profesora. - Mientras esperaba sus respuestas, tomé una porción de tarta de manzana y un pastelito, al igual que había hecho Fabian. No me había percatado de que todos miraban al niño herido hasta que una de las chicas de Gryffindor sentadas cerca nuestro exclamó un "¡Pobrecito!" que hizo nacer a mi curiosidad. Miré alrededor hasta hallar el por qué de su exclamación, un pobre niño se había clavado un vidrio y ahora su herida sangraba. No entendía porque había pasado todo aquello, por lo que pregunté a Sabino y Fabian - ¿Qué ha pasado? ¿Quién es ese chico? - Quise intentar ayudarlo, pero como ya estaba rodeado de profesores decidí que sería mejor no hacerlo para así no estorbarles. Continué comiendo mi tarta mientras observaba para saber que pasaba con ese nenito que me partía el corazón por la forma desesperada en que lloraba.