Pasillo Principal

Pasaba por el pasillo del 5° piso con una pila de libros que apenas me dejaba ver. Me dirigía a mi Sala Común, que estaba dos pisos más arriba. Para evitar todo el tránsito que siempre había en las escaleras, caminaba con paso tranquilo en busca de algún atajo que tomar. Los libros se balanceaban peligrosamente en mis brazos, bloquéandome la visión por algunos segundos. Algunos eran para la tarea y otros para leer por placer, y todos los había sacado de la biblioteca, por lo que yo iba rogando que no se cayera ni rompiera ninguno. Todo ocurrió muy rápido. En un momento deambulaba libremente y al otro estaba semirecostada en el suelo con varios volúmenes a mi alrededor. Había chocado contra algo duro y había caído hacia atrás. Me dolían un poco los brazos y la cadera.

Tardé unos segundos en enfocar a la persona contra la que había chocado y cuando lo descubrí no lo podía creer. ¡Qué coincidencia! Habiendo tantos profesores en Hogwarts, tropiezo con el único que conozco, pensé, divertida y aliviada. Al menos lo conocía lo suficiente para estar casi segura de que no se enojaría, y no me daba tanta vergüenza haberme caído delante suyo que delante de otro profesor cualquiera. Sonreí por sus disculpas y quitándole importancia, las acepté - No pasa nada, yo tendría que haber prestado más atención al camino también- Se agachó caballerosamente para recoger los libros y yo lo imité para hacer más rápido, debido a que eran muchos libros - Probablemente - admití, sorprendida porque pensaba que él no podría leerlos - No sé si completos, ya que algunos son para diferentes tareas que tengo que hacer, pero algunos son para disfrutar - sonreí ampliamente - Pero, tú debes de haber leído bastantes para especializarte en Runas... y, por cierto, ¿no te gusta leer? - pregunté con curiosidad. Me parecía extraño.

- Si eso fuera cierto, dominaríamos el mundo - bromee y reí por mi propio chiste - ¿Con el tiempo? ¿Por qué? - pregunté, pero luego me pareció que había sonado entrometido y grosero por lo que me sonrojé, bajé la mirada y murmuré - Lo siento, no debí haberlo preguntado, son asuntos suyos - Alcé la vista cuando dijo que no leía por placer. Como era mi pasatiempo favorito, me sorprendía que fuera así, y a la vez me resultaba muy interesante - Entonces, ¿cuál es su actividad favorita? - pregunté con la curiosidad reluciendo en mis ojos - Gracias, aunque supongo que todos los alumnos que pertenecemos a Ravenclaw somos parecidos en ese aspecto. Debe de ser prácticamente imposible encontrar a uno que le disguste la compañía de un libro - dije, pues yo pensaba que todos los chicos de una misma casa tenían rasgos distintivos que los diferenciaban del resto y los hacían parecidos entre ellos - Si puedo preguntar, ¿de qué casa es usted? - pregunté, para saber un poco más acerca de su personalidad. A mí él me parecía en extremo interesante por los comentarios extraños que siempre hacía.

- Quizás - sonreí. No estaba segura de que fuera tan bueno como el parecía creer que las mujeres dominaban el mundo. Si bien éramos más maduras en algunos aspectos, también éramos más rencorosas y nos tomábamos todo muy en serio. Los hombres podían discutir y olvidarlo al poco tiempo, como si nada hubiera pasado. Las mujeres, en cambio, le darían vueltas al asunto una y otra vez. Me sorprendió que tuviera tan buena opinión de las mujeres - Es cierto - admití - Pero también generalmente nos empeñamos en que las cosas se hagan a nuestra manera - agregué - ¿Pintar? ¡Qué bonito! ¿Se te da bien? - pregunté, pues el arte solía fascinarme, pero no para hacerlo yo misma, sino para mirarlo - ¿Podrías mostrarme una pintura algún día? Me da curiosidad - dije un poco avergonzada porque era mi profesor. Me pareció que por algunas excentricidades que había demostrado y que por ser tan amigable Hufflepuff le sentaba de maravillas y una vez más comprobé que el Sombrero Seleccionador siempre sabía en que casa poner a cada uno. Se quedó distraído un rato y luego empezó la despedida, por lo que pensé que se había aburrido de hablar conmigo. Acomodé bien los libros en mis brazos y sonreí, aunque con algo de tristeza que recé él no descubriera - No hay problema, yo también me divertí - Comencé a alejarme lentamente para que no se me cayera la pila de volúmenes que llevaba.

Había quedado con Jane en encontrarnos por aquí. Necesitaba que me pase una tarea de Transformaciones que no había entendido. No tenía ganas de hacerla, pero sino de seguro la profesora me iba a aplazar, ya que no estuve teniendo muy buenas notas últimamente. Me la quedé esperando, parado sin hacer nada. Cuando de repente, miré hacia la entrada de los pasillos y pude divisar a alguien rubio y alto. Supuse que era ella. Se suponía que ibamos a ir juntos al Gran Salón para que me explique. O podíamos ir a la Sala Común simplemente. Quedaba a elección de ella. Esperé unos segundos a que se acercara un poco. Ahí la saludé, -Hola Jane- le dije.

Doblé en un pasillo y vi a un chico parado en la esquina contraria. Dudé en la dirección que tomar a continuación, por que si bien prefería evitar a la gente, ya había recorrido varias veces en el día los otros corredores. Finalmente decidí que probablemente el chico ni se fijaría en mí, igual que el resto de los estudiantes. Me acerqué con lentitud, para no asustarle ni captar su atención. Parecía estar esperando a alguien, porque apenas llegué a su lado me habló, llamándome por un nombre que no era el mío.
- Disculpa, creo que te equivocas de persona - le dije en voz baja. Hacía un largo tiempo que no hablaba - Mi nombre es Madeleine - me vi obligada a decir, solo por cortesía. Me habían quedado los buenos modales que mis padres me habían enseñado de pequeña, y ésa era la razón por la que no podía escapar de ellos. No me sentía bien siendo maleducada - ¿Se te ofrece algo? - le pregunté con amabilidad.

De repente, cuando estaba saludando a Jane, algo muy extraño sucedió; llamé a la persona equivocada, en lugar de ser Jane, era un fantasma. Ella me habló. Nunca la había visto en todo el colegio, ni sabía quién era. Me dijo su nombre; Madeleine. -Ah, si lo siento. Me llamo Fabian.- le dije. Me sentía extraño hablando con alguien muerto. Quería saber quién era exactamente, así que decidí preguntarle. -Disculpa, pero ¿quién eres?-. No quería quedar descortés, pero quería averiguarlo a toda costa, las ansias me mataban. Estaba seguro que nunca la había visto en mi vida. Ni siquiera sabía si el director Dumbledore sabía que estaba aquí. Aunque de seguro lo sabía, porque no creía que nadie se atrevería a entrar a Hogwarts sin permiso de él.

- Encantada - me obligué a decir, por cortesía, ya que mi primer instinto era darme la vuelta y desaparecer por la esquina del pasillo en el que nos encontrábamos - ¿Te refieres a mi nombre? - pregunté extrañada por la duda del chico - Si es eso, ya te lo he dicho, Madeleine Bakely - le repetí, y esbocé una tímida sonrisa. Me parecía gracioso lo distraído que era el chico - Y si te refieres a qué soy, o como es que he llegado aquí... - suspiré - Soy un fantasma que lleva rondando por aquí unos cuatro años, más o menos. No creo que me hayas visto antes - le comenté - ¿Qué hacías por aquí solo? - quise saber. No era común para mí cruzarme con algún alumno en esos recorridos solitarios que solía hacer. Intenté desviar el tema de mí ya que no quería contarle toda mi historia, y menos que se compadeciera de mí.

-Igualmente- le contesté y sonreí para agradar. Me parecía fascinante encontrar a una persona fantasma. Era algo extraño, pero agradable. Parecía una buena persona. Me puse a pensar, y me di cuenta que Jane me había dejado plantado. No me importó, de seguro estaba ocupada estudiando para los exámenes finales. Odiaba la época de terminar las clases, porque siempre nos llenaban de exámenes. En fin, cuando le pregunté quién rayos era, volvió a decirme su nombre, y luego me explicó lo que era. -Ah, y tienes amigos fantasmas por aquí?- le pregunté. La chica parecía algo solitaria, pero no sabía, tal vez se llevaba con Myrtle la Llorona. -Yo, este... Estaba esperando a una amiga, me iba a ayudar con unos deberes que no entendía. ¿Y tú?-

- No, no demasiados - respondí algo evasiva, aunque con indiferencia. El hecho no me molestaba en lo más absoluto, el problema era si me preguntaba por qué era tan solitaria. Eso sí que no estaba dispuesta a decírselo a un extraño como lo era Fabian. De todas formas, el chico me caía realmente bien y lo sentía de alguna forma más confiable que el resto de los alumnos - Oh, ¿te dejaron plantado? - le pregunté con compasión, el pobre chico me daba lástima. Tenía la sensación de que no era solo la amiga, o al menos no era así para él - Yo te puedo ayudar, si es que sé sobre el tema - me ofrecí, sorprendiéndome hasta a mí misma. No solía tener esa actitud tan servicial, ni siquiera cuando estaba con vida - ¿Yo? Me limitaba a merodear por aquí, intentando matar el tiempo. No me gusta ser fantasma - hice una mueca.No tendría que haberlo elegido, me lamenté.

-Qué raro, pensé que los fantasmas se llevaban entre si- me compadecí de ella. Me daba algo de pena. De seguro era bastante solitaria. Ó tal vez se escondía, porque yo llevaba seis años aquí y nunca la había visto. -¿Por qué no tienes amigos?- me atreví a preguntarle. De seguro tenía una buena explicación de esto. La fantasma me preguntó yo que yo creía. -Si, eso creo. Tal vez olvidé de decírselo, pero estoy seguro de haberlo hecho. Quizá se atrasó ó algo así.- le respondí. Me quedé pensando en ello. Seguramente no me había dejado plantado, ella nunca haría algo así. De seguro se quedó ayudando a Sabino. Ella me ofreció su ayuda. -Mmmm, no lo sé. ¿Sabes algo sobre Transformaciones?- le pregunté. Parecía una alumna cuando se murió, así que suponía que no iba a saber de lo que estaba hablando.
Respondí a mi pregunta. También confesó que no le gustaba ser fantasma. Qué raro, pensé.

- Sí, en general sí - respondí con lentitud. Había visto a varios fantasmas merodear juntos por el castillo, o contando chismes, pero nunca me había interesado mucho saber qué hacían. Me sorprendió la pregunta que me hizo a continuación, pues era un tanto personal. Aun así me aclaré la garganta (lo cual no era necesario dada mi condición de fantasma) y le expliqué - En realidad prefiero estar sola, y no me agradan los lugares muy concurridos.
- Pero, ¿no te acuerdas si se lo dijiste o no? - quise saber entre risitas, ya que no podía creer que alguien fuera tan distraído como para que le ocurriera eso - No demasiado - dije al tiempo que fruncía el ceño - Llegué a cursar hasta 5° año, pero no terminé. Así que pese a que habría una remota posibilidad de que conociera del tema por lo que he estado oyendo de las clases estos últimos años, te convendría preguntarle a tu amiga.

-Ah- le respondí asombrado. Tal vez prefería estar sola, nunca había sido fantasma así que no podía opinar sobre el tema. Luego, me respondió la pregunta que le habí hecho. Y antes de hacerlo, se aclaró la garganta, cosa que me pareció algo extraño ya que estaba seguro de que había oído que los fantasmas no lo necesitaban. Era una fantasma algo particular Madeleine. -Te entiendo. A mí también de vez en cuando me gusta estar solo.- acordé con ella.
Me preguntó qué recordaba. -Emm, pues... Creo que le dije, no lo sé en realidad...- le contesté. No podía tener tan poca memoria para no acordarme de eso. Traté de recordar el momento. En mi cabeza solo había una imagen de ella yendose de la Sala Común, así que de seguro no le había dicho nada. -Creo que oolvidé mencionarcelo.- titubié. Ella me respondió y me contó un poco hasta donde había llegado y otras cosas. Luego mencionó que sería mejor pregutarle a mi amiga. -Si, creo que voy a hacer eso. Y dime, ¿cómo has muerto?-

Asentí cuando me dijo que a él también le gustaba estar solo a veces, ya que no tenía nada que comentar. Solté una risita cuando dudó sobre si le había avisado a su amiga o no sobre el encuentro. ¡Qué despistado! , pensé y reí para mis adentros - Sí, lo más probable es que lo hayas olvidado - concordé.
Abrí los ojos con sorpresa por la pregunta que me hizo después, ¡no podía ser tan indiscreto! Me enfurecí de inmediato, tal y como me pasaba cada vez que alguien mencionaba mi muerte. El principal motivo de mi ira era que yo no tenía idea de cómo había llegado a esta condición. El pobre Fabian no tenía la culpa, la curiosidad lo carcomía por dentro, pero de todas formas yo no lo veía de esa manera y es por ello que me enfadé tanto - No es de tu incumbencia - espeté de forma maleducada y me di media vuelta para marcharme, completamente ofendida. Entonces me di cuenta de que al ser fantasma podía atravesar la pared, y no tenía necesidad de ir hasta la esquina para escapar de Fabian. Es así que traspasé la puerta que llevaba a un aula y desaparecí de su vista.

Ella se había enfurecido conmigo cuando le pregunté acerca de su muerte. Tal vez había sido algo descortés, pero tampoco para tanto. Se negó a contarme y se fue flotando hasta atravesar una pared. Yo me la quedé mirando algo sorprendido. Me había dejado con la intriga. Quería averiguarlo, y quería saber quién era el culpable. Tan solo tenía que recordar su apellido. Madelaine Backey.... No, Madelain Backel, ¡no!... ¡Lo tengo! Madelaine Bakely, pensé. Luego, me retiré del lugar para ir a buscar a Jane y a Sabino, y contarles todo.