Jardines

Cuando le dije un cumplido, el me agradeció. Le sonreí amablemente. Que lástima que nos hayamos conocido recién ahora, a poco tiempo de tener que irnos por las vacaciones. Hubiera deseado haberlo conocido en más tiempo y llegar a ser buenos amigos. Cuando sacamos el tema de las peleas, el se tornó algo frío y dijo que algunas de ellas eran necesarias. Lo miré algo raro, pero solo por un segundo, no quería que pensara que lo creía un loco, al contrario, seguramente él experimentó alguna fea o al menos eso parecía por su comentario, pero no iba a preguntarselo ya que seguro no querría decirme. - Claro, por supuesto es decir, cuando una persona está muy enojada con otra por un motivo X la gente se pelea - dije algo confundida y nerviosa. Nunca había experimentado una pelea muy grave y sentía que lo que decía me hacía quedar patética.
Luego, cuando hablamos sobre los tatuajes, él me dijo que me podía recomendar sitios y que el ambiente no era fácil. - En absoluto. No creo que sea algo fácil, debe ser un tema complicado. Y creo que más la primera vez, ya sabes, manejar los nervios y las dudas no es nada fácil, hay que pensar que es algo que quedará gravado en la piel por siempre. Me gustaría gravarme los nombres de mis mejores amigos, se que es algo arriesgado por si te peleas pero, un mejor amigo nunca se pelearía y cortaría su amistad así que ya sabes, hay que estar muy seguro de quien es tu mejor amigo en realidad. - opiné. - Me gustaría que tu nombre estuviera entre ellos - confesé con una sonrisa dulce, ojalá fueramos muy buenos amigos. Cuando me senté me preguntó en que curso estaba. - Quinto, ¿y tú? - pregunté interesada. Él me preguntó si creía que nos podamos ver fuera de Hogwarts, ojalá así fuera. Quería que vaya a Noruega a visitarlo y mostrarme los paisajes y conocer a su familia. - ¡Pues me encantaría! sería genial, espero hacerlo. - respondí con entusiasmo. Luego agregó que su familia era pequeña pero unida. Me enterneció su comentario y me llenó de pena. - Oye, no hay problema. Si alguna vez debes desahogarte solo búscame. Que una familia sea pequeña no significa que no sea unida o que sea fea. No te preocupes. - le dije tratando de levantarle el ánimo. Debió irse, lo saludé y le devolví el placer. - Envíame una carta y arreglaremos para vernos alguna vez, te quiero. - dije despidiéndome de mi nuevo amigo.

Un nuevo curso. Nuevos alumnos, nuevos profesores, nuevos calcetines. Como dice mi madre ‘’Año nuevo, vida nueva’’ pero tampoco para exagerar así. Mi vida estaba tranquila un año atrás, aunque había ciertas personas a las cuales extrañaba bastante y otras que simplemente desaparecieron. Un ejemplo vendría a ser Nicky, mi novia, la cual estaba más desaparecida que las cosas que ‘accidentalmente’ van a parar debajo de mi cama. Eh, sí, es un mundo perdido allá abajo. Quizás Nicky estaba allí también. La imagen me hizo soltar una carcajada.
Recordé que había dejado a John, el cual venía a mi lado caminando, hablando solo. Yo estaba vagando por mi imaginación descarrilada y apenas lo escuchaba al pobre. –John Querido ¿Puedes repetirlo?- le pedí usando un apodo en chiste. ¿Cómo lo había conocido? Simplemente se nos ocurrió la mejor fiesta del año, y cuando nos vinieron a reprender le echamos la culpa a Fabo. Eso me hacía recordar al teletubbie de mi mejor amigo, que no tenía idea de donde estaba tampoco.
Ya, seguro debajo de mi cama junto a Nicky. Solté una risa.

Extrañar a mi madre era poco. Me la pasaba las tardes tapado hasta los ojos pensando en todas las cosas que hice mal, en todas las cosas que podría haber evitado, en mis pecados imperdonables. Era fácil deprimirse y echarse atrás, darse por vencido de una vez por todas. Pero no podría nunca suicidarme. El suicidio no podría ser nunca un escape, no podría dejar nunca a mi madre sola en la fría Bengen, de colores chillones y frío nórdico.
Pero a pesar de mi humor alicaído me puse los auriculares y me eché a correr en los jardines. Nunca se me había dado mal la resistencia, además de que con el frío calentar los músculos era una excelente idea. Seleccioné una de mis canciones favoritas de Crystal Castles y comencé a trotar a un buen ritmo. No demasiado exigente, de hecho.
Luego de unos veinte minutos de trote estaba transpirando y sentía como las piernas y los pulmones me ardían calientes. Fui parando de a poco hasta llegar frente al lago. Me quité todo mi abrigo, quedando sólo en musculosa. No porque quisiera presumir o algo, si no porque estaba incómodo con tanta ropa puesta además de que mi temperatura era bastante alta. Frené la música y escuché el sonido del silencio. Respiré hondo e intenté llenarme de paz. Había gastado todas mis energías en el ejercicio y poco me quedaba de qué quejarme, mi mente había olvidado todas las tristezas y remordimientos.
Fue en ese momento cuando capté otra presencia cerca de la mía. Vi a Kath, la chica del expreso de Hogwarts. Recordaba a la chica por su simpatía y buen sentido del humor.
-Hola Kath- la saludé con timidez mientras me sentaba a su lado. Observé lo que hacía con curiosidad casi infantil -¿Andas bien?- le pregunté preocupado al verla tan seria y apoyé cuidadosamente mi mano en su hombro.

Al parecer Kath andaba muy bien según ella. Podría haber jurado que no se encontraba perfectamente en paz, parecía confundida o nublada aunque capaz mi percepción de sus sentimientos había fallado en ese momento. –Ando bien, gracias por preguntar Kath- le sonreí casi de forma insagura. La gente en Hogwarts solía ser agresiva conmigo, sobretodo los chicos de Slytherin pero Kath era distinta. Tenía esa picardía típica de su casa pero me resultaba de cierta forma cálida y comprensiva. Me costaba muchísimo abrirme con la gente pero con Kath tenía un poco más de confianza así que descartando algún que otro titubeo podía ser quizás una de las versiones más fieles a mi mismo. Lo cual tampoco significa que podía ser libremente yo, ya que ese ‘yo’ que creía el original se fue distorcionando llegado el punto que se bifurcó mi personalidad, creando una doble personalidad. Lo cual significa que tenía dos personalidades totalmente distintas, casi los dos extremos, siendo yo reacio hacia la personalidad más extrovertida y directa, preferiendo al tímido e infantil Tanner que hasta podría llegar a ruborizarse ante un exceso de confianza.
Noté como tapaba su remera de Babbity Rabbity y percibí un grado de pena en sus movimientos, como si la incomodara llevarla puesta. Le dediqué una sonrisa de confianza para que no se sintiera mal de usarla es más me atreví a halagarla –Bonita camiseta, te sienta bien- le dije sincero. Más que nadie sabía que estaba mal avergonzarse de sí mismo, pero justamente era también yo mismo el que se escondía de los demás o que prefería alejarse a los demás que abrirse y liberarse de su carga de estrés. No era un chico muy hablador, así que me quedé en silencio mirando el lago.

Kath se paró y me hizo un gesto para que la acompañara. No tenía idea de qué era lo que buscaba o hacía dónde tenía pensado ir pero me dejé llevar y la seguí. No creía que nada malo sucediera, eso sería paranóico y absurdo, por eso mismo la acompañé hasta los jardines dónde ella hizo derretir la nieve y se sentó en el pasto mojado.Me senté a su lado, pero a diferencia de ella a mí sí me molestaba estar mojado, era algo que soportaba muy poco pero aún así hice el esfuerzo de ponerme lo más cómodo posible. Me agradeció por el comentario de la remera y le sonreí levemente como respuesta, al parecer ahora no se sentía tan avergonzada por su pijama.
Me pareció dulce y considerado de su parte que me preguntara por qué tenía yo esa cara. La miré unos segundos sin saber qué contestar, sin saber si podía o no decirle los varios problemas que rondaban en mi cabeza, esos mismos que no me dejaban dormir por las noches. Al final decidí que podía confiar en Katherine –Bueno, Kath. Nadie de Hogwarts sabe éstas cosas sobre mí… son cosas muy profundas, que me duelen. Es como cargar con una mochila llena de pesas todos los días. Además de que me siento solo en el colegio, ya que mi circulo de amigos incluye a dos personas como mucho, incluyéndote, también está el dolor agonizante que siento ante la pérdida de mi hermana pequeña, que murió hace un par de años a manos de el alcohólico de Nils, que lamentablemente fue mi padre y el de mi hermana. No te imaginas lo difícil que es vivir sabiendo que nunca más volveré a trenzarle el cabello por las mañanas, que nunca más volveré a escuchar su tan melódica risa, ni podré jugar con ella en los columpios… Era lo más preciado que tenía y me la arrebató ese hijo de puta. Ahí no termina la historia… lo maté. Sí, con mis propias manos. Lo golpeé hasta que sus pulmones se llenaron de sangre y se ahogo. Soy un asesino, cometí el peor de los pecados. Y eso hace que me odie a mi mismo, que tenga esa pelea constante conmigo mismo sobre quién soy y por qué fui así. Si estuvo bien o mal lo que hice- hice una pausa. Nunca había hablado tanto en mi vida, ni tampoco le había dicho esas cosas a nadie. Increíblemente después de decir esas cosas, me sentí mucho mejor. Como si me liberara de un gran peso..

Observé el rostro de Kath que pasaba de concentración a incomodidad y lástima. Y claro, nunca nadie sabe cómo reaccionar ante los secretos de los demás o peor ante las tragedias del pasado. También es incómoda la situación para el que cuenta el hecho, porque hace quedar incómodo a la otra persona que escucha. Esa era una de las razones por las que no me gustaba expresar cosas comprometedoras. Luego se atrevió a hablar, dijo que lo sentía mucho y tomándome de la mano me hizo sentir querido. Era lindo el contacto con otra persona, la calidez humana. Era algo que extrañaba también porque hacía mucho tiempo desde que alguien me tomaba de la mano. Las manos de Kath eran muy suaves, también, recomfortantes. Inmediatamente me dio algunos consejos, como intentar olvidar el pasado y tomarme unas copitas de whiskey de fuego. Ésto me hizo soltar una risa débil. El alcohol como solución no me parecía una mala idea para nada. Pero luego dijo algo que me dejó pensando, que cuando los malos recuerdos vuelvan a mi mente tendría que pensar en lo que quería para mi futuro. -Interesante forma de ver las cosas- respondí mirándola -Gracias por los consejos, me van a servir- una sonrisa radiante se dibujó en mis labios y me sorprendió la creciente esperanza y alegría que sentía dentro de mí. -Gracias, enserio- repetí mirándola a los ojos de vuelta.
Después se tumbó en el césped y la imité cuando me invitó a hacerlo. Aunque estaba húmedo el piso no lo sentía demasiado ya que estaba mojado de antes. El cielo estaba nublado, gris y frío. Observé como la silueta de un pájaro negro recorría el firmamento y deseé con todas mis fuerzas poder volar, sería bellísimo.

Me dijo que no pasaba nada y que esperaba que el consejo me sirviera. Le sonreí de una forma casi aniñada, esperanzado. La charla me estaba empezando a servir, estaba relajado y me sentía libre después de confesarle mis secretos, además de que los consejos que me había dado me iban a servir un montón.
Katherine comenzó a hablar, me contó que había terminado la relación con su novio hacía un tiempo, y que no solía hablar de ese tema con nadie. Dijo que la mayoría de las personas no lograrían comprenderla ya que son casi todos estúpidos y opinaba muy parecido. Me contó que el muchacho se había hecho adicto a ciertas sustancias y que él cambió su percepción sobre ella, y que la trató como basura. Me contó, también, que su pelea había sido dura. Aseguró que ahora estaba bien y vi como sonreía pero realmente no creía que estuviera feliz o que estuviera ‘bien’ como decía estar. Se notaba en sus ojos que lo extrañaba, en la expresión de su rostro en sí. Lo que hice a continuación me nació instintivamente, de forma natural. Estiré mi brazo y lo pasé por detrás de su cuello pasándolo por sus hombros y la atraí hacia mí de forma casi paternal, no de forma pervertida o encantadora, si no más bien como si fuese un consuelo. –Si necesitas algo, puedes confiar en mí.- le aseguré mientras mis labios se curvaban levemente en una sonrisa. Y ambos nos quedamos en silencio, mirando el cielo.

Tensó el cuerpo cuando la abracé, quizás no había sido tan buena idea mostrar un poco de cariño aunque no fuese con una intención romántica o lasciva. Aún así, noté de reojo una leve sonrisa en sus labios. A mis palabras respondió de igual manera, deseaba que no se hubiera tomado el gesto a mal, ya que no había sido mi intención.
Sentir un poco de calor humano era agradable, ya que no estaba acostumbrado a hacerlo fuera de mi casa. El sólo recordar mi hogar trajo miles de recuerdos, todos teñidos de una cierta melancolía y soledad. Por ejemplo, el nítido recuerdo de un abrazo con mi madre, con su cuerpo frágil y pequeño en mis brazos, un cuerpo carcomido por la angustia y el dolor. Lo cierto era que mi madre enfermaba de a poco, bajaba de peso de una forma lenta y constante, el cabello se le caía y su sonrisa era cada vez menos frecuente.
La voz de Katherine me trajo de vuelta a la realidad, me preguntó a qué año iba. -Sexto curso- murmuré aún recordando cómo la piel se le pegaba a los huesos a mi madre. Luchaba contra la depresión pero era una pelea difícil... Ella era una especie de guerrera y la mujer más dulce que conocía.
Un niño prendido fuego corrió através de los jardines, y lo siguiente me consternó un poco. Katherine se estaba riendo de él. ¿Cómo era posible eso? Era casi inhumano. Me levanté y me acerqué al niño que ahora se revolcaba en la nieve intentando apagar las llamas. Le tendí la mano para ayudarlo a levantarse, preocupado, con la carcajada de Katherine de fondo. -¿Estás bien?- le pregunté mientras me agachaba para quedar a su altura y lo ayudé a sacudirse la nieve del uniforme. Al parecer el niño tenía unas quemaduras bastante feas alrededor del cuerpo. -Vamos, te acompaño a la enfermería- le dije mientras posaba mi mano en su espalda y echaba a andar. El instinto sobreprotector me hizo querer ayudarlo. Imaginaba que ese niño podría ser el hermano pequeño de alguien, y eso me conmovía. Hubiera querido que mi hermana pudiese estudiar en Hogwarts... A penas le di una mirada a Katherine antes de irme, era decepcionante que fuese tan inmadura, luego seguí mi camino, ayudando al niño que se quejaba de las dolorosas heridas hirvientes de su torso y brazos.