El Caldero Chorreante

[Viene de laTerminal]

Decidí que cualquier lugar estaba bien. Por eso, caminé hasta el Caldero Chorreante, un lugar totalmente normal a menos claro por la magia. Me acerqué al mostrador y pedí una habitación. Les dije que me quedaría por una noche y si después quería un rato más, avisaba. Pagué lo que debía y subí con mi equipaje y las dosis dentro. Cuando venía en dirección al CC ( caldero chorreante ) paré para meter la droga dentro de mi equipaje, eso estuvo bastante bien de mi parte.
Subí las escaleras al borde de la depresión aunque, la verdad era que no tenía a nadie en quien creer, a nadie a quien querer, a nadie en quien confiar, a nadie para nada. Estaba solo.
Abrí la puerta de la habitación y entré cerrando la puerta tras de mí. Dejé la valija en el piso y la abrí con una especie de entusiasmo. Estaba decaído y no soportaba esos sentimientos tan fuertes que sentía en esos momentos. En eso una duda cruzó mi mente. ¿Cocaína o Metanfetamina? Elegí la segunda, no sabía porque. Ahí tuve que hacer otra pregunta para mí mismo. ¿De qué forma me drogaría? Tenía bastantes opciones. Sabía que si la fumaba me iba a durar más el efecto que si la inhalaba. Aunque la inhalación me llamaba la atención con mucha fuerza. Decidí fumar la Metanfetamina. Hice un ‘cigarrillo’ algo desastroso, pero ya, me iba a drogar no lo iba a poner en un museo, y le puse dentro la metanfetamina. Estaba emocionado en realidad, y el saber que estaba en ‘eso’ solo, me hizo sentir una especie de libertad y valentía. Me lo llevé a los labios y saqué un encendedor. Lo había comprado en una tienda de por ahí, antes de llegar al Callejón Diagon.
Lo prendí y le di una pitada. Comencé a sentir algo pero no le di importancia y me lo fumé rápidamente. Esa sensación se hizo fuerte. Era una intensa sensación de euforia, sentía felicidad, no podía creerlo. El efecto era instantáneo, impresionante. Se sentía tan placentero que no podía creerlo. Me sacó una sonrisa. Ya, tan fácil había sido. Sentía ganas de salir corriendo y gritarle al mundo que era feliz. Pero, me recosté sobre la cama con la sonrisa todavía en mi rostro.
Disfruté de cada minuto de placer y felicidad. Había un aumento en la aceleración de mi respiración, pero, era bastante normal. Con los minutos el efecto se fue gastando de a poco y la desesperación me chocó con fuerza. No había sido suficiente. Quería más, más minutos de ese placer tan grande que me hacía sentir la metanfetamina. Estaba desesperado por más. Así que, con demasiada fuerza me hice otro y me lo fumé. Sentía un ligero picor en el cuerpo, pero no me importó. ¿Si me fumaba dos de seguido me duraba más el placer? No importaba, yo lo intenté. El picor era cada vez más fuerte, así que comencé a rascarme con suavidad.
Así pasó la tarde y yo estaba demasiado nauseabundo y mi visión estaba un tanto borrosa. No había comido nada desde el mediodía y ya a la noche no tenía ni hambre ni sueño. Decidí bajar para beber algo, además, tenía el presentimiento que debía bajar. Tenía una inusual energía para bajar las escaleras que había subido tan cansinamente al llegar.
Me senté en una de las mesas y traté de controlarme. Tenía demasiada energía, mucha fuerza. Pedí un agua y cuando traté de beberla casi me la tiro encima. No tenía para nada sueño ni hambre. Nada de eso, sólo me sentía bien pero estaba demasiado enérgico. Observé a las personas del lugar, quizás ellos notaban que estaba drogado por la forma en la que actuaba y porque me rascaba todo el cuerpo, aunque sólo podía ver a la gente situada cerca de mí, tenía la visión borrosa. Tenía los ojos con derrames aunque no lo había siquiera notado. Tenía muchas nauseas y pensaba que quizás el agua me ayudaría. Por eso, le di otro sorbo y seguidamente me rasqué el brazo con fuerza.

Me quejé cuando de tanto rascarme empecé a sangrar. Aún así, todo seguía picándome y las ganas de rascarme no se iban. Le di otro sorbo al agua. Sentía que me estaban mirando, pero, no podía saber si era verdad o no porque no estaba al alcance de mi visión. Sentí un ruido bastante cerca de mí. Giré bruscamente la cabeza para ver que era lo que estaba pasando a mi alrededor. Allí estaba Katherine, sentada, observándome. ¿Cómo era posible eso? ¿De dónde había salido ella? Estaba totalmente confundido.
-¿De dónde has salido?- le pregunté extrañado.
Su rostro tan nítido. No era una alucinación, no podía ser. Pero ¿Por qué había venido? Ethan le importaba más que yo, no entendía porque ella había venido a hablarme si podía haber estado pasando el rato con Ethan. No podía soportar ese momento. Era demasiado para mí. La ansiedad me comía vivo, quería drogarme más hasta perder todo contacto con la realidad. Ella no podía aparecer así de golpe en mi vida. Ella era la única que me importaba y que me viera de ese modo, aunque yo no le importara, me destrozaba.
En eso, me habló. Me preguntó que me pasaba. No lograba comprender como hozaba preguntarme eso. Ella misma sabía que me pasaba, ella sabía que no le era suficiente.
-No te hagas la buena conmigo, Katherine- le gruñí sin poder controlar la violencia que me golpeó tan fuerte. El dolor se había reemplazado por violencia, me molestaba que se hiciera la buena después de desecharme como si fuera nada, me molestaba que me siguiera gustando muy dentro de mí. Estaba totalmente furioso.
-¿Sabes que pasa Katherine?- le pregunté violentamente –Pasa que no soporto mi maldita existencia- le grité –No soporto a Ethan y ahora tampoco a ti te soporto- le dije con fiereza. Sentía la piel más caliente y las nauseas eran cada vez peores. El corazón me latía demasiado rápido y mi respiración también se había acelerado.
-No puedo creer, nada, no entiendo nada de esta maldita relación que tenemos, ¿Sabes?- le gruñí, no me había dado cuenta que apretaba con tanta fuerza mi puño hasta que comencé a sentir demasiado dolor.
-Me odio y te odio a ti también- le dije –Odio a Kellieth Harris- gruñí totalmente sacado.
-Estoy harto de mi vida y de sufrir- confesé mientras de golpe la tensión dentro de mí bajaba.

Ella estaba furiosa cuando me contó que se había tomado vacaciones y que quería tomar un agua, que había aparecido allí. Me molestaba que me tratara como a un estúpido y que me respondiera en ese tono.
-Katherine estoy harto- le grité con furia –Estoy harto de tus malos tratos, estoy harto de todo- dije sacado. ¿Por qué me trataba tan mal ahora? ¿No le bastaba con romperme el corazón? ¿Con destrozar mis sentimientos hacia ella? ¿No le bastaba, acaso, con dejarme sin la única persona a la cual quería? Además, me trataba como idiota.
-No lo soporto- le grité con el ceño fruncido –No soporto nada en esta vida, nada tiene un maldito sentido- me quejé todavía en gritos. Me ardía la garganta y los pulmones me dolían como nunca.
Me dijo que no debía hacer así conmigo mismo.
-Tú no vengas a enseñarme a mí nada, Katherine- la reté en gritos –No vengas aquí a molestar- le grité –Estaba feliz en mi mundo de fantasía, en mundo inventado por la droga, en un mundo donde tú no existes- le dejé bien claro en gritos.
Me dijo que no entendía que había pasado, que pensaba que a mí me gustaba estar con ella.
-Katherine, no finjas- le dije en tono alto –No puedo creer que te haya abierto mi corazón a ti- le grité –Justo a ti- le grité bien fuerte. Estaba bastante agitado, el corazón me latía muy rápido. No lograba respirar correctamente y a veces hasta me ahogaba.
Me preguntó en tono fuerte si no era lo suficiente para mí y que por eso me drogaba.
-Tú no controlas mi vida- le grité, pero la garganta me falló y comencé a toser bien fuerte.
-Ya no me importas, entiéndelo, dado que yo no te importo a ti, Katherine- le dije entrecortadamente por la toz. Me ardía la garganta demasiado, me quemaba.
Me acusó de sacarle el único gramo de felicidad que tenía.
-Como hozas decirme eso- le grité más fuerte aún que cualquiera de las otras veces –Tú me has quitado el alma, Katherine- la acusé –Me has dejado sin nada, ya no tengo ganas de vivir- le dije bien fuerte. Estaba totalmente enojado y sacado, no podía entender porque me trataba tan mal. ¿Qué le había hecho yo? Ella fue la que me destrozo la vida, la que me dejó sin alma.
Me preguntó porque la odiaba, lloraba desconsoladamente.
-Tú sabes muy bien porque te odio- le grité –Yo no soy idiota, Katherine- le grité furioso –¿Crees que no me doy cuenta de nada?- le pregunté con odio.
Me gritó sobre que no era el único al que le pasaban cosas malas y sobre si sabía lo que a ella le había pasado. No entendía nada y eso me ponía más enojado y nervioso.
-Ya nada me importa, Katherine- le dije en gritos –¿No entiendes que estoy harto de vivir?- le pregunté a gritos. Me paré y apoyé con muchísima fuerza las manos sobre la mesa. Los vasos de agua se tumbaron, y el líquido chorreó mojando el piso.
-No quiero verte más- le grité con todas mis fuerzas –No quiero saber nada más de ti ni de nadie- volví a gritarle –Quiero que te vayas ahora- le ordené haciendo más fuerza contra la mesa -¿Qué parte no entiendes?- le pregunté a punto de vomitar de las nauseas. Ya casi ni veía a Katherine, la vista la tenía tan borrosa que no entendía en donde estaba.
-Que te vayas, Katherine- le dije señalando la puerta y mostrándole los dientes.
-Ahora sólo quiero que te vayas y que me pueda drogar en paz, sin ninguna persona molestándome- dije con el picor a un punto insoportable.
-No quiero seguir viviendo- le grité totalmente sacado. El ruido del agua al chorrear me desesperaba.
-Basta- grité tratando de callar el maldito sonido del agua al estamparse contra el piso. Le dirigí la mirada más envenenada a Katherine, aunque, era una mirada perdida y ciega.
-Te vas ahora- le ordené dando un paso más en su dirección. Gruñía del enojo como nunca antes.

La escuché gritarme, pero no entendía nada. Estaba demasiado mareado, las nauseas habían aumentado mucho más por causa de la exaltación y el pulso desenfrenado. Me gritaba y me gritaban cosas cada vez más dolorosas, estaba confundido. ¿Estaba yo hablando con ella realmente? Sentía una angustia en el pecho bastante fuerte, depresión y desesperación. Quería drogarme un poco más. Por lo menos una pitada más de metanfetamina. Comencé a angustiarme, pero ella no dejaba de gritarme cada vez cosas más dolorosas, cada frase me dolía como si me arrancaran la piel de a poco. La escuché preguntándome para que quería yo drogarme
-No lo entenderías, Katherine- le susurré aún así con tono furioso. –No entenderías la depresión que estoy sintiendo en este maldito momento ni la angustia que sentía antes de probar la metanfetamina- fui subiendo al tono hasta que terminé a los gritos.
-No puedo soportarlo, no soy tan fuerte- le grité furioso.
-No quiero seguir viviendo, me duele, Katherine- comencé a gritar otra vez. Yo sólo quería aliviar el dolor dentro de mí pero sólo conseguí que me doliera con más fuerza. –Me duele cada segundo de vida- le hice entender a los gritos.
Me gritó que era la única cosa que la hacía feliz.
-Eso es mentira- le grité –Me has decepcionado tanto, que me siento como un completo idiota al haberte querido tanto- dije y comencé a gruñir del odio. –Tú eras la única persona por la cual quería seguir viviendo, pero dadas las circunstancias, ya no tengo a esa persona, no tengo a nadie, a nadie, Katherine- le grité bastante fuerte. El picor era intenso por lo que comencé a rascarme con fuerza exagerada, terminé lastimándome la piel. Me ardía, la tenida irritada pero aún así me picaba.
-No te entiendo- le grité mientras ella a mi me gritaba. No entendía nada, me molestaba la maldita situación. No quería irse. Un golpe de frío me chocó en un instante. No entendía, hacía segundos la piel la tenía mucho más caliente de lo normal y después la teperatura bajaba de golpe. Busqué bruscamente algún indicio de lo que me acababa de pasar. O enrealidad, que pasaba en el lugar en el que me hallaba, que cosas estaban pasando a mi alrededor y no notaba. Me llevé la mano al rostro, se sentía húmedo estaba mojado. El no entender nada me puso realmente furioso.
-Te vas ahora, Katherine me haces caso- le grité señalando a puerta y sin quitar la mirada de sus ojos, aunque apenas podía distinguirlos. Quería estar solo, su presencia me abrumaba. Quería un poco más de metanfetamina, seguro olvidaba todo con unas pitadas. Quería volver a sentir ese extremo placer, esa alegría hueca que me relajaba y me hacía sentir lo que quería y olvidar todas las cosas que me producían esa presión en el pecho.
Le gruñí y me encaminé a la habitación, subiendo las escaleras con la misma energía con la que las había bajado hacía unos minutos. Tenía la visión tan borrosa que me llevé por delante varios escalones y casi me caigo en una ocasión.

Me gritó que había gente que la pasaba peor que yo y que entre esas personas estaba ella. ¿Cómo hozaba compararme con ella misma? ¿Creía, acaso, que ella que era la única que sufría? Eso me hacía enojar bastante
-Pero tú no me entiendes- le dije con rabia –Tú no entiendes que no puedo soportarlo- le grité –No me importa si hay gente que razona mejor o gente más fuerte que yo- subí el volumen, estaba gritando mucho más fuerte que al principio. –Yo elegí el camino de la droga para quitarte a ti y a todas esas malditas cosas que me duelen de mi cabeza- le grité, parecía que no le cabía en su cabeza que yo tenía ganas de pasarla así como la estaba pasando. -No te importo- le susurré enojadísimo. Ella había salido del hospital y no sé que más.
-Si nunca me lo habías contado ¿Cómo se te ocurre que yo me enteraría, eh?- le grité enojadísimo. ¿Ella pensaba que le leía la mente? ¿Cómo iba yo a saberlo si no me lo decía ella misma? Encima se venía a enojar por eso.
-¿Sabes qué?- le pregunté a gritos –No me importa- le dejé bien en claro.
Ella gritó que habíamos terminado. De eso, ya me había dado cuenta hacía mucho. Si ella no me quería, era obvio que íbamos a terminar.
-Vete a la mierda, Katherine- le grité con todo el odio del mundo. No la soportaba, era lo peor de mi existencia.
Cuando me estaba yendo me gritó que me odiaba
-Yo te odio más- le grité enojadísimo, el corazón me latía a mil y la respiración la tenía entrecortada y muy acelerada –Vete con Ethan, traicionera- solté y seguí con mi camino sin darme vuelta siquiera.
Abrí la puerta y la cerré con furia. Ya nada importaba de enserio. Aunque sabía que antes de esa pelea con ella, yo tampoco le importaba, ahora que me había gritado que me odiaba estaba totalmente en claro. Me senté junto a mi equipaje y con demasiada fuerza comencé a hacerme otro ‘cigarrillo’ de metanfetamina. No tenía en claro cuales eran mis sentimientos. Estaba totalmente irascible, enojadisimo pero dolido también. Lo prendí y le di unas cuantas pitadas. La misma sensación me recorrió el cuerpo. El picor era más fuerte. Se me terminó ese ‘cigarrillo’ y las nauseas me superaron. Me dirigí al baño con rapidez, me arrodillé frente al inodoro y vomité todo lo que debía. Se sentía asqueroso pero estaba feliz por lo menos. Eufórico, nunca había sentido más placer. Me tiré sobre la cama hasta el otro día, cada vez que el efecto se me iba me fumaba otro y otro. No había dormido en toda la noche y ya era de mañana, tampoco había comido nada desde el mediodía anterior, pero increíblemente no sentía para nada sueño ni hambre. Caminé hasta el baño, a observar como podía mi apariencia. La verdad, es que me costó muchísimo poder verme reflejado. Mi visión estaba muy borrosa, pero, aún así noté que tenía acné, pocos granos se esparcían por mi cara, de un rojo fuerte. Aún me picaba todo, y por rascarme tenía los brazos, las piernas y el torso lastimados. Tenía ojeras también y los ojos vidriosos con derrames. Tenía la temperatura más alta de lo normal. Deseaba darme una ducha pero dudaba. Al final, opté que sí, pero con agua fría. Me saqué todo y me duché normalmente. En realidad, no me sentía mejor si no que, mis nauseas estaban todavía presentes y con más fuerza. Pero, mi principal objetivo estaba cumplido, era feliz aunque sea y no me ponía a pensar en lo que no quería pensar. Busqué ropa buena y me la puse como cualquier persona. Me recosté sobre la cama y disfruté de la sensación tan fuerte de euforia. Igualmente, sentía una especie de ansiedad, aunque ya había fumado una cantidad de cigarrillos alta.

Me llamó ‘estúpida persona bipolar’. Le gruñí con furia y solté –Por lo menos no traiciono a las personas- a gritos. –Me has abandonado completamente- la acusé furioso –Me dejaste completamente solo ¿Sabes?- le dije bien fuerte –Y todavía no entiendo como te abrí mi corazón, pedazo de monstruo- le grité –Encima después vienes a hacerte la buena conmigo- gruñí fulminándola con la mirada. El pecho se me inflaba y desinflaba demasiado rápido. Las nauseas las tenía al tope. Y para colmo, apenas veía a Katherine con claridad. Me preguntó a gritos desde hacía cuanto que la quería quitar de mí camino. –Desde que me di cuenta como funcionabas- le dejé en claro –Podría decirse que desde hace pocos días- dije bien fuerte –Y yo que pensé que eras lo mejor que me había pasado- susurré con bronca –Me he dado cuenta que en realidad todos esos momentos en los que te quise estaba desperdiciando amor- le grité –Desperdiciando amor en alguien como tú, que no merece nada- dije bien fuerte. Dijo un montón de cosas mientras yo le gritaba las mías, no quería escucharlas de todos modos. Logré entender que me dijo que el camino de la droga era el camino de la muerte y que se yo que más.
-Pues, a ti no te incumbe- le dejé en claro –Ni siquiera te importa- le grité –Ni siquiera te importo yo, así que ¿Qué es lo que te molesta tanto?- le pregunté –Si yo no era nada para ti, ¿Por qué vienes aquí a decirme lo que está mal y lo que no?- le pregunté sin creerlo y a los gritos. Tenía mis razones para decírselo, sabía que le gustaba tener más de un chico atrás. No le bastaba con un novio que la quisiera, además debía tener amigos insinuadores igual de importantes. No lograba comprenderlo y eso me enfurecía como pocas veces. -¿Y qué si muero, eh?- le grité mientras me rascaba el cuello con fuerza -¿A ti que mierda te importa?- le pregunté a gritos -¿Llorarás por mí, Katherine? Yo no lo creo- gruñí. –Tú eras la única- le susurré –Tú eras la única maldita razón para que siguiera consiente en este mundo tan injustamente cruel, tan controlador y para nada comprensivo- le grité con todas mis malditas fuerzas. Me gritó que ella estaba tratando de que yo volviese al mundo verdadero. -¿Pero qué?- le pregunté incrédulo bastante a gritos -¿Acaso te intereso, Katherine?- le pregunté sin poder creerlo y totalmente furioso –Pues, lo hubieras demostrado antes, cariño- le grité sacadísimo –Lo hubieras demostrado antes- repetí en susurros y le gruñí. –Además no creo que te interese de enserio- dije también en susurros. Me dijo que no quería que me muriera. -¿Y si yo quiero morirme?- le pregunté a gritos –Déjame tranquilo, haré lo que quiera- dije con bronca –¿Crees que te haré caso a ti?- le pregunté –No, haré lo que se me cante, es mi maldita vida y si yo quiero me mato- le dejé en claro. Me dijo que no le importaba mi opinión y no sé que más. –Pues, vete entonces, me fastidias completamente- le dejé en claro todavía con el corazón a mil por hora –Te diré cuando me importe lo que tú digas- le dije y solté una risa. Comencé a reír burlándome de ella. Era tan patética fingiendo ser buena. Continué riendo pero luego paré de reír al escuchar que comenzaba a hablarme de nuevo. Me dijo que era imposible que la odiara más que ella a mí. –Pues, tú no odias tanto como yo a la maldita vida, mi existencia es lo peor que me paso- le grité sacado –Yo odio muchísimo más que tú y odio a muchísimas más personas que tú- le dejé claro –Pero de esas personas, a la que más odio la tengo frente a mí- gruñí. –Sin duda, eres lo peor que me ha pasado- grité –Me has dado el maldito quiebre- la acusé –Si no te hubiera conocido sería un chico jodido como cualquier otro- le grité –Quizás, si no te hubiera conocido, ahora estaría bromeando o quizás sonriendo- volví a los susurros. Le gruñí mientras la fulminaba con la mirada como nunca antes. Cuando mencioné a Ethan se puso como loca. Le mostré los dientes y solté –Me crees un idiota ¿No es cierto?- pregunté, me acusó de inmaduro, gruñí –Acéptalo Katherine, no puedes andar con una sola persona- le grité. Ella ya se había ido y yo ya estaba al final de la escalera.
Ya al otro día, mientras estaba recostado sobre la cama con esa sensación de felicidad difícil de explicar reflejada en el rostro, llamaron a la puerta. Me extrañé, no entendía muy bien que estaba pasando. Me paré con energía y abrí la puerta a lo bruto. Era un hombre. Me llamó Señor Harris, lo paré con un gesto y le dije
-Espera- con voz seria -¿Cómo sabes mi apellido?- le pregunté totalmente confundido. ¿Quién andaba develando mi identidad? Me enfurecía de sólo pensar en aquello. El hombre me dijo que tenía que retirarme y no sé que más. Gruñí y me volví dentro de la habitación. Metí mis cosas dentro de mi equipaje y salí fuera de la habitación. Bajé las escaleras, salteándome unos cuantos escalones cosa que me hacía perder el equilibrio por instantes. Me paré frente al mostrador y pagué lo que debía. Estaba enojado, debía decirlo. Todos arruinaban mi paz. Estaba cansado, quería ir a algún lugar en el que nadie me molestara. Igualmente, no tenía donde ir. Aunque, dada mi falta de sueño y de hambre, no necesitaba mucho. Cuando terminé de pagar me retiré mostrando los dientes del lugar. Cerré la puerta bien fuerte y comencé a caminar sin rumbo.
(Continúa en Calles)

Eres un hombre aburrido Ushna, me repetía una docena de veces mi cerebro. Estaba siendo demasiado serio últimamente. Fiestas cero, reuniones que no fueran de trabajo cero, amigos CERO. Estaba siendo muy aburrido, extremadamente, hasta el hartazgo. No sabía cómo me soportaban en el trabajo. Formal hasta el extremo. No recordaba cuándo había sido la última vez que había curvado las comisuras de mis labios para sonreír. Sí, era aburrido. Eso mismo me llevó a pasarme por el Caldero Chorreante. Había millones de personas ahí todos los días, eso me impulsó a entrar al lugar y sentarme en la barra. Dispuesto a charlar con alguien, sonreí para mostrar carisma. Igualmente, era un hombre simpático, me gustaba divertirme mientras fuera en mis tiempos libres, no en el trabajo. Amigos era lo que necesitaba, unos locales. Suspiré ante mi soledad y agaché la cabeza. Daba lástima, reí cortamente al pensarlo. Das asco Ushna, me dije poniéndome chistoso.

Una señorita muy bonita y educada me preguntó si podía sentarse a mi lado. Sonreí sincero –Claro- le respondí aún sonriendo. Hablar con alguien al final no era tan difícil como me lo esperaba. –Soy Ushna Blackburn- me presenté antes de alargar el brazo para estrechar su delicada mano. –Encantado de saber tu nombre, si es posible- le dije. A simple vista parecía una joven divertida y educada. Pero si algo había aprendido era de no dejarse llevar por las apariencias. Cerré los ojos y dejé la mente en blanco, pero me empecé a reír ya que parecía un tonto además de que tratar de borrar esa primera impresión había sido todo un fracaso. -¿Hace mucho vives aquí?- le pregunté interesado, aunque después pensé que quizás había parecido un poco desagradable o apresurado. –Porque yo hace unos meses que vivo aquí pero no tengo casi ningún amigo- empecé a reírme –Estoy demasiado ocupado con el trabajo- finalicé con una sonrisa, volví mi mirada hacía ella.

Ella se sentó a mi lado. La observé unos segundos, ella soltó una risa dulce. Sonreí divertido. Cuando me presenté, dijo que era la primera vez que escuchaba mi nombre. Según ella era original. –Gracias- le dije con una sonrisa impecable. Ella se llamaba Bonnie. Me estrechó la mano.
Cuando me reí de mi mismo, ella pareció divertirse y comenzó a mirarme extrañamente. –No es nada para que te preocupes- le aseguré con una sonrisa y solté una risa. –Cuando estoy mucho tiempo aburrido después me viene la alegría de golpe- le expliqué sinceramente pero chistoso a la vez.
Después, luego de que le contara que hacía poco me había mudado. Ella me contestó que hacían años desde que se había mudado a Londres. Me contó que tampoco tenía muchos amigos, que eran todos muggles. Solté una carcajada –Yo no tengo ni amigos muggles- bromeé y me empecé a reír ante lo tan patético que parecía. Necesitas amigos Ushna, pensé divertido. En eso, ella dijo que podríamos ser amigos nosotros -¡Claro!- respondí con una sonrisa magnífica. Me preguntó cuántos años tenía –Veintitrés- le contesté aún sonriendo -¿Y tú?- le pregunté interesado. No podía adivinar su edad.

Ella me preguntó si me aburría a su lado –Pues, claro que no- respondí sonriente –Me refería a todos estos días de trabajo constante- le expliqué. Dijo que era una buena forma de canalizar la energía, comencé a reír con ganas –No lo había visto de esa manera- respondí entre risas -¿Y tú cómo ‘canalizas’ tu energía’?- le pregunté interesado y divertido.
Pareció gustarle la idea de los amigos, ya que respondió con un dulce ‘genial’. Ella también tenía veintitrés años. Sonreí ante la casualidad. Luego, ella se puso a tomar chocolate caliente y me hizo unas cuantas preguntas que me puse a responder, una por una.
-He estudiado en Hogwarts- dije con una sonrisa -¿Tú? Puedo suponer que no en Hogwarts porque si no nos hubiéramos cruzado ¿No crees?- contesté divertido –Claro que quizás no te habré visto, pero lo creo poco probable- dije. Luego continué con lo de los hermanos –No, hijo único- dije iba a sonreír pero finalmente no lo hice. Aún seguía pensando que no era el mejor de los hijos, mejor dicho el peor de los hijos. Y en cuanto al tiempo libre –Pues no tengo mucho, pero me gusta ver la televisión, leer, salir a correr- finalicé –Nada muy interesante o llamativo- dije chistoso –Ahora tú- le pedí -¿Hermanos? ¿Pasatiempos?- pregunté con una sonrisa.

Me uní a sus risas por la forma extraña que tenía de "canalizar" la energía - Hay que admitir que es rico - agregué y solté otra carcajada. Era muy curioso pues Bonnie era delgada - Entonces te gusta cocinar... Qué bien - me alegré. Le respondí todas sus preguntas y ahora era su turno. Me contó que había estudiado en Beauxbatons, lo que explicaba por qué no nos habíamos visto nunca - Eso quiere decir que hablas francés, ¿eh? - le dije con una sonrisa - Bastante exigentes - admití, pero no quería hablar mucho del tema. Me hacía recordar a mi rebelde adolescencia y no me parecía arruinar la alegre conversación que estábamos teniendo con una historia tan gris - ¿Eres de Escocia? ¡Impresionante! - exclamé, realmente sorprendido. Nunca me lo hubiera imaginado - Oh, ¿y te llevas bien con él? - pregunté con respecto al medio hermano. Sabía de algunas personas a las que no les gustaba que sus padres se casaran de nuevo, y menos que tuvieran hijos, y no podía estar seguro de si Bonnie era ese tipo de personas, aunque no me lo parecía - Sí, vivo en el centro de Londres... - contesté, e iba a preguntarle a ella lo mismo cuando anunció que se tenía que ir - Claro, nos vemos otro día - dije y me fui yo también.