Pasillos Secundarios

Estaba caminando algo aburrida y somnolienta, ya que era de noche y no tenía nada que hacer. Decidí recorrer el castillo, tratándome de escabullir de todos los prefectos. Cuando comencé a cruzar los pasillos, vi a un chico sentado contra la pared. Lo reconocí rápidamente, al ve ese pelo castaño y la túnica de Slytherin. Era Kellieth Harris. Nada podía ser peor. Encima, cuando lo miré un poco más de cerca, me pude dar cuenta de que él desgraciadamente se estaba drogando. Eso me enfureció hasta el alma. ¿Lo tenía que hacer públicamente? ¿No lo podía hacer en el baño? Estaba enojada de solo verlo. Parecía algo feliz. Era obvio que era el efecto de la droga. Era desagradable verlo haciendo eso. Nunca antes lo había visto. Estaba inhalando algo. No sabía qué droga era. Me daba mucho asco. También se rascaba el cuerpo, como lo hacía en el Caldero Chorreante. Aunque no sabía si era la misma droga. Me posé en frente de él y le pregunté incrédula -¿Tenías que hacerlo en público?-. Yo estaba en pijama, con la túnica de Slytherin encima. Mi pijama era una remera celeste con unos dibujos en verde, y unos pantalones blancos con rayas muy finitas azules. No combinaban entre sí. No me importaba en lo absoluto. Me lo quedé mirando furiosa, esperando su estúpida respuesta.

Kelly estaba algo raro. Parecía alegrado al verme. Yo lo ignoré. Él me preguntó cómo estaba y por qué estaba en pijama ahora. -No te incumbe- le respondí de mala gana, fulminándolo con la mirada. Parecía como si no le importara que me haya roto el corazón. Que habíamos terminado muy fuertemente. Eso me enfurecía mucho. Me trataba como si nada hubiera pasado. Yo le respondía muy mal, con feo tono. También pidió disculpas por drogarse. Yo no lo podía creer. -¿Estas loco? ¿Es un efecto de la droga?- le pregunté. Seguramente se había drogado con otra cosa, ya que cuando se drogó en el Caldero Chorreante no parecía estar tan amigable. Quería averiguar con qué se había drogado, y qué consecuencias tenía. No lo podía creer, pero iba a pasar por la biblioteca algún día para averiguar algo. Luego, dijo mi nombre, pero no mencionó nada después. Estaba comenzando a creer que se había vuelto loco. Me miraba muy particularmente. Como si quisiera hacer algo más que hablarme. Yo lo ignoré, y lo miraba muy enojada.

Me comentó que era "mala onda". Parecía un chiflado. Me molestaban mucho los efectos de la droga, ya que era obvio que él no era así. Comenzó a reír como loco. Eso me molestaba aún más. Le tiré una mirada envenenada. Odiaba que riera mientras que estábamos peleados. Sonrió y se le vieron los dientes. Estaban muy diferentes a la última vez que los había visto; se habían puesto muchísimo más amarillos de lo normal. Debía ser por el maldito cigarrillo. Comencé a maldecir a el que inventó la droga en mi cabeza. Estaba irritada. Él respondió a mi pregunta. Dijo que era efecto de la droga. -¿Con qué te drogaste, Kellieth?- le pregunté de mala gana y mal humor. Luego, él se paró de una forma muy extraña, y abrió los brazos. Me gritó que vaya hacia él. Yo no le hice caso. Aunque no sirvió de mucho, ya que cuando me quería dar cuenta, él me estaba abrazando. Me observó con una mirada fuera de lo normal; pervertida. Yo trataba de quitarme, pero no podía, ya que él me tomó de la cintura y me hacía presión contra su cuerpo. Él comenzó a lamerme muy desagradablemente el cuello. Y me susurró una grosería. -¡Basta Kelly!- le ordené a gritos. Me separé de él como pude, aunque era muy difícil, ya que se me había prendido como una garrapata. Tenía catorce años, y nos acabábamos de separar. No podía estar haciendo eso. -¡Quítate!- volví a ordenarle, empujándolo del pecho.

Él no me quería decir con qué se estaba drogando. Me comentó que intentaría de quitárselo. Aunque era verdad, insistí. -¡Cuéntame!- le exclamé -Vamos. No te cuesta nada- volví a pedirle. Él seguía tratando de hacerlo comigo. Yo me negaba completamente. Lo que él estaba haciendo estaba mal. Solo era un efecto de la droga. Además, tenía catorce años, era muy pequeña. Y no quería tampoco. Y lo que más me daba bronca, es que seguramente cuando se le pase el efecto, él no recordaría nada, y me volvería a tratar mal, como lo estaba haciendo hasta ahora. Él me ordenó a callar. Eso me enfureció. -¡No voy a callar! ¡Tú tienes que parar! ¡Date cuenta de lo que estás haciendo!- le grité, tratando de que volviera a la razón, y al mundo normal. Y también me insistió para que le siguiera el juego. -¡No!- exclamé. Él no se daba cuenta de lo que hacía, o al menos eso parecía. Intentó abrazarme denuevo. Yo me negué. Empezó a hacer algo raro y repugnante; ¡se estaba sacando la túnica! Yo miré hacia otro lado. Luego, cuando su túnica ya no estaba, comenzó a sacarse la corbata. Sabía sus intenciones. Se sacó completamente la corbata. Cada tanto espiaba, para saber sus movimientos. Desabrochó poco a poco los botones, y me ofreció hacerlo. Rechacé la oferta con una sola palabra; -¡No!-. Lo siguió haciendo él. Me ofreció por segunda vez. Volví a negarme. Lo terminó de hacer él; se sacó la camisa. Esperaba a que no se sacara el pantalón; eso sería un problema mayor. Él me abrazó. Yo traté de empujarlo, pero lo hacía con mucha fuerza. No pude safarme. Tomó mi mano y la puso en su pecho. La quité rápidamente. Le pegué con la rodilla en su punto débil.

Kelly no quería decirme con qué se estaba drogando. Ni aunque le insista. Me iba a decir un trato para que me la diga, pero luego dijo que no aceptaría. Ya me imaginaba a qué se refería. No iba a aceptar nunca. Él me dijo que le costaba la felicidad. -No te cuesta tu felicidad. Solo con saber el nombre no puedo sacártela. Solo quiero saber el nombre para identificar los efectos secundarios, ¿entiendes? Porque estás actuando muy pero muy raro- le expliqué, de forma irracional. Quería que me dijera el nombre. Propuso en broma que probara, así lo descubriría. -Ni por un millón de libras- le respondí a su 'trato'.
Parecía un bobo. Me dijo que me hacía la difícil. Eso era mentira, nada más que no quería seguirle el juego. -No, tú no lo sabes- le respondí, cuando él creía que lo sabía. Estaba hirviendo de la bronca. Además, me sentía algo incómoda. No iba a dejar que él logre su meta. Después de todo, era solo un ataque impulsivo de abstinencia de mujeres. Me preguntó en broma si me lo pedía de rodillas. -No, no va a funcionar- le respondí. Él también comentó que era aburrida. -No soy aburrida, soy decente- me defendí. También dijo cosas varias. -No, no quiero divertirme un rato contigo. No tenemos la misma definición de 'divertir'- le respondí a sus estupideces. -Eso jamás- acoté, cuando dijo que le iba a rogar más. No lo podía creer. Él se había bajado la bragueta. Cuando lo hizo, me susurré a mí misma -Hay no-. Ese ya era un problema mayor. -¡Sube eso, Kellieth!- le ordené, mirando hacia otro lado. No me paraba de insistir. No le iba a servir de mucho, no iba a dejarme ser manoseada a esta edad. A él le dolió muchísimo cuando le pegué en la entrepierna. Me dio un poco de pena, no sabía por qué. -Lo siento- me disculpé, aunque sabía que no era lo correcto. Maldijo muchas veces. Luego, comenzó a decir que lo había arruinado, que me lo estaba perdiendo, y que nunca más me iba a insistir, además de decir que me odia, obvio. Creo que no fue un mal plan, pensé. Me arrepentí de pedirle disculpas al chico, Tenía miedo de que por eso me siguiera insistiendo. Después de todo, en realidad estaba drogado, y sentía mucha felicidad por todo.

Él me estaba sonriéndo como un idiota. Eso me molestaba. Me dijo que lo descubra yo misma. -No lo voy a hacer. ¿Sabes? No me importa más.- le respondí, dándome por vencida. Se rió cuando le comenté que estaba actuando raro. Y dijo que a él le gustaba. -Pues a mí no- acoté. Esa cara de atrevido me tenía harta. No iba a hacer nada conmigo. También él agregó un 'precio' más alto del que yo había dicho. -Ja-ja. Qué gracioso- le dije sarcásticamente. Él se estaba riendo todo el tiempo. Eso me irritaba. Me daban ganas de arrancarle la cabeza. Me seguía insistiendo. Me hacía sentir incómoda. También comentó que le dejaba la autoestima por el piso. -Eso ya lo hiciste tú.- agregué a su oración. Bromeó conmigo. -¿Y qué sabes tú?- le pregunté, aunque era obvio que no me iba a morir ni nada por el estilo. Me prometió que iba a ser suave. Yo me negaba igualmente. Ese no era el problema. -No me importa como serás. No quiero hacerlo- le dejé en claro. No sabía cómo hacerle entender que no lo iba a hacer con él. Además, él no quería realmente, solo estaba drogado. Me daba mucha bronca. Casi tanta que los ojos se me ponían lacrimógenos. Me volvió a preguntar si quería. -¡No!- le grité, frunciendo el entrecejo. Esperaba que ya no me insista más. Anhelaba de pegarle una cachetada, aunque tenía que reprimir mis ganas. No podía andar pegándole todo el tiempo. Había veces que pensaba que él no razonaba nada de lo que hacía. Aunque como estaba drogado, tal vez eso pasaba. Seguía dudando si contarle a McGonagall. No lo tenía muy en claro. Tal vez Kelly me odiaría para toda la vida si lo hacía. Todavía esa idea estaba en mi cabeza. Tenía que razonarla un tiempo, pero como últimamente estuve con muchos problemas no había tenido tiempo de pensarlo. Creía que lo iba a hacer.
Me volví a concentrar en la conversación. Cuando le ordené que se subiera la bragueta, él me desafió. -¡Házlo Kelly!- volví a ordenarle. -No puedes andar por ahí con la bragueta abierta- le expliqué, tratando de que razonara. Aún estaba mirando para otro lado, ya que tenía miedo de que algo saliera por ahí. Lo que estaba haciendo Kelly era grotesco. Me seguía sintiendo incómoda. Él seguía insistiendo. Me dijo que algún día lo iba a hacer. -Si, ¡cuando tenga veinte años!- exclamé furiosa. ¿Qué no lo entendía? Sentía mucha furia. -No le temo a nada, solo que tengo catorce años. ¡Soy muy pequeña!- le expliqué mis motivos. -¿A qué te refieres?- le pregunté cuando me preguntó que algún día vería uno. No entendí esa última frase. Aunque tenía una mínima idea de a qué se refería.
Él se me quedó mirando un rato después de que le pedí disculpas. Yo me arrepentía de hacerlo. Me dijo que nada de patadas esta vez. Yo no le respondí. Me retó diciendome que nunca más lo vuela hacer, que lo podía dejar estéril. -La droga te hace peor, así que no te quejes- le expliqué, de mala manera. No entendía cómo le dolía tanto. Aunque claro, yo no era un hombre, no sabía qué dolor sentían cuando le pegaban en la entrepierna. Como le dolía, no quería hacerlo. Menos mal. -¿Sabes qué?- le pregunté incrédula, -Me arrepiento de disculparme...- le confesé. Sabía que no iba a reaccionar bien, pero no me importaba en lo absoluto, porque sabía que no me iba a pegar, o al menos lo suponía. Él se veía cansado. Se despidió de mí, y me recordó que la próxima no le pegara. Aunque no iba a haber una próxima. -No va a haber próxima, Kellieth- le recordé. Me dijo que nos hablabamos luego. -Si, como no...- le comenté sarcásticamente. Me alejé corriendo de él, ya que tenía miedo de que volviera a empezar.