Casa Parker

Escuché con atención lo que nos fue contando el psicópata y a cada palabra que decía desconfiaba más. Elliot dio dos posibilidades para la situación y yo estuve de acuerdo con ellas, era lo que probablemente había pasado. Personalmente, me inclinaba más a la del alcohol, y también hubiera agregado tal vez algún tipo de droga. Me enternecí al ver las mascotas, el gato era realmente precioso. Eso me hizo recordar a mi pequeña Adara y lo sola que estaría en mi casa. Estos pensamientos derritieron un poco mi expresión fría y aunque no llegó a ser de amabilidad, ahora era mucho más agradable. Seguía desconfiando del él tal como al principio, ó incluso más por lo que nos había contado, por eso puse mala cara cuando mi novio me pidió que se quedara a comer.
- Arthur, ven con nosotros - ordené, al menos tendríamos a alguien que podría protegernos un poco en caso de un ataque por parte del loco. Precedí la marcha hacia la cocina y me detuve allí. Me senté en el desayunador y le dije al elfo que le preparara una comida.
- ¿Dónde vives? - quise saber, para poder ubicarlo y así ayudarlo a volver a su casa, si es que resultaba ser una buena persona.

Creía que le caía bien a Elliot, o al menos eso pensaba. Él me dio dos opciones de situación, yo sabía cuál era la correcta, ya que hay una razón muy lógica para elegirla. –Elliot, ya sé que me pasó; tomé un tramlador y terminé aquí- le expliqué, -Porque nunca he probado el alcohol en mi vida, y no está dentro de mi agenda- le volví a explicar. Él parecía muy contento por mi presencia, y yo estaba muy feliz de que esté contento. Elliot le pidió a Margaret si podía quedarme a comer, y si Riley y Obi Wan podía comer también. Ella, sorprendentemente aceptó, o al menos eso parecía. Llamó a la pasita, y pasé junto a ellos hacia la cocina. La casa era sorprendentemente hermosa y gigante. Me sentía un elfo. ¿Cómo se sentirá el mini-hombrecito en esta gigantesca casa? Era la pregunta que paseaba por mi cabeza. Margaret me preguntó dónde vivía, -No tengo casa aún, acabo de llegar de país; Noruega- le respondí a Margaret, -¿Y tú?-le pregunté. Aunque después me di cuenta que era muy estúpido preguntar eso, porque era obvio que ella vivía en la casa que estábamos.
Tiempo después, agarré las dos jaulas de mis animales, y los solté en libertad, ya que estaban muy cansados por tanto viaje. Saqué de las jaulas la comida enlatada que había guardado, y la abrí para que puedan comer. Ellos comieron desaforadamente, como si no hubieran comido en tres años. Yo los contemplé con orgullo, como si fueran mis hijos.

Me sorprendió oír que no había tomado alcohol nunca en su vida. Ya Elliot se encargará de educarlo en la materia, pensé divertida. No me pareció del todo creíble lo del traslador pero aún así lo dejé pasar a comer, aunque vigilándolo bien de cerca. Todavía tenía la varita en el bolsillo, y rápidamente podía alcanzarla si había algún problema. Lo examiné de cerca mientras terminábamos de comer. Era joven y no demasiado guapo, parecía bastante bueno y por la conducta que había demostrado hasta el momento, no demasiado cuerdo.
- ¿De Noruega? ¿Y dónde piensas dormir hoy a la noche? - pregunté extrañada - ¿Qué haces en Estados Unidos si eres de allí? - añadí, me parecía de lo más raro - Vivo en el centro de la ciudad - contesté.
Elliot deseó que se quedara mucho tiempo y ya me veía con Led durmiendo en el sillón esa noche y mi madre horrorizada por lo que estaba teniendo lugar ahora. Sabía que había estado mal el haberlo dejado pasar, pero es que en realidad, aunque recelaba, el chico me había parecido agradable y eso había ayudado mucho.

Elliot y Margaret me habían caído muy bien. Ellos eran muy gentiles conmigo. -Gracias Elliot- le respondí a su amabilidad. Él dijo que presentía que era una buena compañía, yo presentía lo mismo, pero obviamente, refiriéndome a él.
Margaret pareció algo sorprendida cuando le dije que nunca había probado el alcohol, pero no le dije nada, porque tal vez en Estados Unidos era muy común tomar alcohol. También pareció extraña cuando le dije que era de Noruega. No la culpo, es un país muy raro y lejos de aquí. –Sí, soy de Noruega- afirmé –No lo sé, tal vez voy a un hotel…- le contesté, -Estoy en Estados Unidos, porque mi madre me dijo que me tenía que ir a vivir solo y lejos, no s muy bien por qué- le expliqué, -, pero no es que ella me odia.- expliqué a Margaret. De repente me asombré al ver que la pared estaba muy perfecta, y quería analizarla más de cerca, entonces me acerqué a ella. La olfateé, pero aún lo la reconocía, entonces sin que nadie me viera, le pasé una muy pequeña lamida para reconocer la pintura. Aún no la reconocía. Pero lo dejé ahí, para que nadie pensara que era raro. Cuando me volví a sentar, sin querer, rompí una pequeña maseta que contenía un girasol en ella. –Lo siento- le dije a Margaret y Elliot.

Explicó porque estaba merodeando por aquí sin techo ni comida y pareció de lo más extraño. Aunque ya no sospechaba de él, me parecía raro que su madre lo hubiera echado así como así de su casa.
- Tal vez pensaba que no podrías vivir bien en tu país y te envió aquí. Aunque es raro porque estarías completamente solo - reflexioné, y estaba por añadir algo más, pero entonces Led se puso de pie y olfateó la pared, para luego lamerla. Me quedé mirándolo confundida y escuché como Elliot se reía a mi lado. A mí también se me hacía muy gracioso y apenas podía contener la risa, por lo que oírlo a él me hizo estallar en carcajadas que por suerte eran de un volumen tan bajo que dudaba que nuestro compañero las oyera. Luego de unos segundos logré controlarlas y luché por poner el semblante serio de nuevo. Al sentarse rompió una maceta, y eso casi me lleva a otro ataque de risa que pude callar a tiempo. Pidió disculpas y yo hice un gesto con la mano sin darle importancia - No pasa nada, sólo era la favorita de mi madre - bromeé, pero después se lo aclare por si no lo había captado.
- Sí, por favor - me uní a la petición de Elliot. Seguía pareciéndome un loco y aún no confiaba en él, seguía controlando sus movimientos y el lenguatazo que le había dado a la pared había confirmado mis sospechas de que estaba loco, lo que me asustaba más, pero fingí estar normal para no desatar ninguna acción malvada por parte de él.

Había parecido que Elliot se había quedado pensando en algo. Yo no le pregunté en qué, aunque tenía ganas, pero iba a sonar muy descortés, ya que recién nos conocíamos. Aunque traté que no, ellos observaron como lamía la pared, para verificar el material. Los dos comenzaron a reír. Yo fingí como si nada hubiera pasado, ya que me sentía algo vergonzoso al respecto. Elliot me comentó que no vivía aquí, yo creía que si, pensé que tal vez eran hermanos. –Entonces, lo siento Margaret- me lamenté por el adorno roto. Ella me consoló diciéndome que no importaba, y bromeó al respecto. Yo reí con su broma. –Si, tal vez fue eso- acordé con Margaret. Los dos me miraban medio extraño, yo lo único que hacía era sonreírles, porque no tenía nada más que hacer. Estaba algo cansado de recorrer tantas calles, y me dolía la espalda por haber caído en el asfalto. Luego, algo me llamó la atención, -Aguarden, ¿no estamos en Londres?- les pregunté extrañado. Yo creía que el Translador me había llevado a Londres, pero según ellos estaba en Estados Unidos. Si llegaba a ser la posibilidad que el translador me había llevado mal, no iba a poder visitar a mi familia durante mucho tiempo, porque no creía que haya una terminal de traslación cerca de aquí.
Ninguno de los dos había entendido bien la historia, y me pidieron que la relatara completa, yo con gusto les expliqué; -Vengo de una familia algo extraña, más que yo aún. Entre todos nos protegemos, y siempre tratamos de hacer lo mejor. Todos los domingos cuando yo era chico nos juntábamos en casa de mi tía abuela Cassandra, y ella me recibía con un paquete de chocolate- les expliqué –Nadie es mago en mi familia, por lo tanto yo soy como el “fenómeno” de mis parientes. Los vecinos estaban sospechando que alguien era mago, ya que en mi casa siempre pasaron cosas extrañas. Entonces mi madre no quería que nadie me descubriera, y por eso me dijo que me fuera- les expliqué con todos los detalles posibles.

Mis sospechas se esfumaron momentáneamente cuando pareció confundido, pensando que esto era Londres.
- ¡Claro que no! Estás en Nueva York, Estados Unidos - expliqué, mientras Elliot le preguntaba si Londres era su destino final. El pobre chico estaba más que perdido, pero luego de unos minutos pensé que tal vez sólo fueran tácticas para distraernos. De todas formas, lo dudaba y me parecía que me había vuelto algo paranoica después de lo ocurrido con ese tonto ladrón dos días atrás. Igualmente Led no terminaba de caerme del todo bien, porque aunque era bueno, también estaba loco, ó al menos era especial. Nos contó su historia familiar y que era mago, por lo que me relajé un poco ya que no le había revelado a nadie nuestra existencia al apuntarlo con la varita. Había sido un impulso tonto e irracional. Lo dicho por nuestro compañero era interesante y le dediqué toda mi atención. Finalmente entendí porque lo había enviado tan lejos y me compadecí de él.
- Bueno, nosotros nos iremos de aquí mañana rumbo a Londres, podríamos ayudarte a llegar - ofrecí a regañadientes porque Elliot ya lo había hecho. Él confiaba demasiado en las personas, aún a pesar de que recién las conociera - Así que sólo dinos donde te quedarás y un lugar donde podamos encontrarnos.

Margaret y Elliot eran muy amables. Elliot me había preguntado si quería ir a Londres, -¡Claro! Ahí a esa donde quería ir- le expliqué a Elliot. Él pareció sorprenderse cuando le dije que era un mago. Huy, metí la pata, pensé preocupado. Pero me tranquilicé cuando me dijo que él también lo era. Él pareció entender la historia de mi familia. –Gracias, pero no sé cómo volver- le comenté.
Margaret me explicó que estábamos en Estados Unidos, y no en Londres, como me había dicho Elliot, y ella también se había ofrecido a llevarme hasta allí, yo le volví a agradecer, -Igualmente, no tengo donde pasar la noche- les comenté, -¿Puedo pasarla aquí?- le pregunté. Luego agarré a mi gato y lo empecé a acariciar. Él me arañó la cara, dejándola con tres rayones. Yo lo volví a acariciar, e ignoré el rayón en mi rostro, ya que no me dolía demasiado. Luego, vi un vegetal en la mesa, yo muy amable le hablé, -Hola vegi- lo saludé y le dediqué una sonrisa al objeto no pensante.

- Bueno, te avisaremos cuando nos vayamos - cerré el tema, rogando porque resultara ser una persona inofensiva, tal y como parecía.
- Tampoco la mía - repliqué, al tiempo que le lanzaba una mirada de advertencia a Elliot que intenté pasara desapercibida para Led. ¡Ni siquiera lo conocíamos y ya lo invitaba a dormir! Además era de lo más extraño que él mismo lo pidiera y no aguardara a que nosotros se lo ofreciéramos. Me quedé observando con atención todos sus movimientos y tuve que reprimir una carcajada al ver que el gato lo arañó. Parecía uno de esos típicos gatos malhumorados, totalmente distinto a mi querida y cariñosa Adara. La extrañaba muchísimo. Puse los ojos en blanco cuando Elliot vino con una servilleta para el psicópata y me dirigí yo misma a un cajón, de donde saqué un repasador y lo mojé un poco. Volví y en lugar de limpiarle yo misma las heridas, se lo tendí al loco con indiferencia. Volví a mi lugar y le pregunté por su trabajo, me intrigaba saber que hacía de su vida. Al ver que le hablaba al tomate que estaba sobre la mesada, lo miré con los ojos como platos - ¿Qué es lo que dijiste? - quise saber, extrañada por su comportamiento, el cual cada vez me confirmaba más que estaba demente.

Elliot pareció muy contento cuando Margaret dijo una idea brillante; pero que no me servía mucho en realidad. Él era muy amable, y se había ganado toda mi confianza, al igual que Margaret, aunque ella no parecía muy contenta con mi presencia. Elliot me golpeó el brazo. Yo no entendía por qué, no sabía si lo había ofendido con una palabra que dije, así que me alejé unos milímetros de él. Pero luego, fue muy amable conmigo, y me dijo que él no vivía aquí, entre otras cosas. Yo creía que eran hermanos, pero al escuchar que Elliot no vivía aquí, supuse que eran novios. Aunque eran un poco diferentes; Margaret era muy desconfiada, y parecía que creía que yo estaba demente; y Elliot, él era muy bueno, y me trataba muy bien.
Cuando Obi Wan rasgó mi cara, ambos reaccionaron. Elliot fue rápidamente a la cocina, y trajo un cuadrado de papel que chorreaba gotas. Y Margaret, al ver que mi gato me atacó, hizo una expresión algo rara; como si se estuviera aguantando un gas, y luego, me trajo un repasador húmedo y me lo frotó por la cara, sacándome la sangre. Yo le agradecí. En ese momento, ella me preguntó sobre mi empleo, yo como no tenía le expliqué, -No tengo aún, pero ojalá conseguir uno en Londres.
Ambos se asombraron cuando le hablé al vegetal. Elliot me miró desentendido, al igual que Margaret. Pero ella no permaneció cayada; me preguntó qué había dicho. -Le estaba hablando al tomate. ¿No sabías que los vegetales son buenos amigos?- le pregunté asombrado. -Luego hablamos- le avisé al tomate. No quería parecer muy raro hablando con los vegetales y las frutas, aunque en mi criterio era muy normal. -Cuando yo era chico, tenía una guayaba llamada Lumfresh. Él era mi mejor amigo- les expliqué sonriente.

- Ésta es la casa de mis padres - expliqué a Led - Vinimos porque Elliot quería conocerlos - Y yo tuve que aceptar porque no tenía otra opción, agregué en mi mente. Aunque algunas cosas no habían ido tan mal, hubiera dado cualquier cosa por no haber venido, pero claro, lo hecho está hecho. Led no tenía trabajo, otro punto en su contra. Mi idea de un psicópata drogón estaba completa, y más aún al enterarme de que le hablaba a las frutas. En ese instante Arthur trajó una bandeja con el té, puesto que ya eran las cinco de la tarde. Estaba tomando el mío tranquilamente cuando oí que Elliot charlaba con las plantas, y casi me atraganto al hacerlo. Tosí delicadamente para que la garganta dejara de quemarme por tomar tanto té de un solo sorbo y lo miré sorprendida.
- ¡Nunca me lo habías dicho! ¿Alguna otra cosa que deba saber de ti? - pregunté burlona, aunque en el fondo todavía estaba asombrada. No era un comportamiento demasiado normal digamos. En eso entró mi madre con una afable sonrisa, que borró inmediatamente al ver a Led. Salió corriendo de la habitación y volvió blandiendo una escoba. En lugar de detenerla, prorrumpí en sonoras carcajadas mientras gritaba - ¡Madre, no!
Ella se detuvo y me miró en busca de una explicación, me aclaré la garganta y le conté lo ocurrido. Clarisse se limitó a clavar sus ojos en los míos con una clara expresión de reproche. No me acobardé y le dije que sólo había pasado para tomar algo de comer.
- Bueno, en ese caso, un placer, Led - sonrió y le tendió su mano - Si me disculpan, estaré arriba - anunció y se fue.

-Si, adoro hablar con ellos. Hay veces que son más comprensivos que las personas- agregué. Elliot me dijo que él le hablaba a las plantas. Yo me puse muy feliz al ver que no era el único que le hablaba a cosas sin cerebro. Me comentó algo de su mejor amigo, que me alegró más. Me sentí normal. -¡Qué bueno! Pensé que era el único que tenía amigos no pensantes en este país.- le confesé a Elliot. Él me dijo algo que me puso feliz, más de lo que estaba. -Yo creo lo mismo, vamos a ser buenos amigos. - le comenté rebalsando de la alegría.
Que Elliot me diga que le hablaba alas plantas fue como un sueño hecho realidad, ya que no me sentía el único. Él me pregunto algo, y yo sabía la respuesta indicada, -Claro que si, él es muy amable- afirmé. Luego Elliot le habló, y lo apoyé diciendo -¡Hola Veg! ¿Cómo va todo?- de buena honda. Esperé a que el vegetal me contestara.
Margaret me explicó todo, -Ah, ya entendí. Igualmente esta es tu casa, o al menos lo era...- le comenté a la rubia muy agradable y desconfiada. Ella pareció sorprenderse cuando Elliot le dijo que le hablaba a las plantas, y bromeó al respecto. Yo me quedé bien callado, ya que no quería armar lío.
Tiempo después, la madre de Margaret, casi se muere de un infarto cuando me vio, e inmediatamente se fue a buscar algo. Cuando volvió, tenía una escoba en la mano, y estaba por pegarme con ella, hasta que Margaret la paró y ella me saludó y se fue para arriba. -Buenos días- le dije a la amable señora. En ese momento, vino la pasita de uva a traernos algo de té. Yo tomé una taza y lo bebí rápidamente.

- Que suerte - murmuré con una sonrisa porque supuestamente Elliot no guardaba ningún otro secreto. No podía estar segura. Se quedaron hablando con el vegetal, y entretanto Arthur se me acercó y susurró algo a mi oído. Reí y luego llamé la atención del psicópata - Bueno, Led, nuestro elfo doméstico pide que dejes de llamarlo pasita pues no le hace ni pizca de gracia. Prefiere que lo llamen Arthur, su nombre real - conté e hice mi mayor esfuerzo para que ni siquiera se notara que apenas podía reprimir la risa. Terminé mi té y cuando hablaban de que los humanos eran menos comprensivos que los vegetales, resoplé - ¿Se dan cuenta de que se están insultando a ustedes mismos, no? Además, no es que vivan demasiado, siempre mueren en la cena - dije, y recé para que no se lo tomara como insulto el loco, pero viniendo de Led, todo era posible.
A los pocos minutos me pareció que ya era momento de que se fuera, ó aparecería mi padre y no sería tan fácil convercerlo como a mi madre. Así pues, me puse de pie y sonreí a Led, pretendiendo ser amable al despedirme a pesar de que era más que nada una fachada falsa - Bueno, Led, tenemos cosas importantes que hacer... Así que lo mejor será que nos digas donde te alojarás para así poder pasar a buscarte mañana - expliqué con cortesía.

En ese momento, Elliot me hizo preguntas. Aunque lamentablemente no las pude responder, porque Margaret dijo que tenían que hacer cosas ''importantes''. Sabía a qué se referían. Seguramente Margaret quería cocinar chauchas y hablar con ellas. Era evidente que iba a hacer eso.
Elliot me llevó hacia la puerta, y me dejó afuera. Él olvidó darme mis mascotas, asique volví a entrar y volví a ver al elfo. Estaba conteniendo las ganas de decirle pasita, ya que le molestaba. Fui, agarré a mis dos mascotas olvidadas, le di un abrazo muy grande al elfo y me fui nuevamente de la casa, quedándome solo en el gran jardín. Me eché en el césped, y me quedé dormido ahí, con mis dos mascotas a mis costados, y mi mochila a un lado mío. Me sentí ignorado, y tuve una horrible pesadilla; Vegi no quería hablar conmigo; estaba molesto porque cuando lo agarré, lo apreté mucho, y casi lo mato. Me desperté de una al terminar el espantoso y temible sueño. Agarré a Obi Wan, mi gato, y lo comencé a acariciar. Éste me volvió a morder, y yo lo seguí acariciando; ignorando mi herida (que no sangraba). Obi Wan se durmió junto a mí, y yo lo acompañé.

Elliot se rio con la petición de Arthur y no pude evitar hacerlo yo también. Miré a Led como disculpándome. Mi novio volvió a entablar conversación con él, pero como yo ya lo había echado, tuvo que irse. Me sorprendió la descortesía con que Elliot lo sacó fuera de la casa y no pude evitar poner los ojos en blanco al ver que de tan atolondrado lo llevó al jardín y no a la puerta de la casa. Ahora no sólo había un vagabundo psicópata dentro de la casa, lo que significaba que todos estábamos en peligro, sino que también estaba dormido en el patio. Cualquier vecino seguro pensaría que estaba borracho y que había llegado hasta allí de suerte. Mi madre me asesinaría en el primer instante en que estuviéramos a solas. Estaba ideando una explicación ó una forma de evitarla cuando Elliot volvió y me tomó por la cintura, empujándome contra la encimera. Cuando sentí su mano en la pierna comencé a entender sus intenciones, y todo quedó completamente claro cuando me besó en el cuello. Lo alejé con cuidado y cariño de mi cuerpo. No quería negárselo así, pero tenía que hacerlo porque estábamos en casa de mis padres y para empeorar las cosas, en la cocina. Me quedé sentada sobre la mesada y le sonreí con ternura.
- Elliot, no podemos - le expliqué, para mí los motivos eran obvios, pero tal vez para él no - ¡Estamos en la cocina de la casa de mis padres!
Dicho esto, lo conduje afuera y escaleras arriba para hablar con mi mamá sobre Led.
- Madre - llamé al entrar en la habitación donde se encontraba - Tenemos un pequeño problema con el chico ese que entró. Quiere quedarse a dormir, y ahora mismo está durmiendo en el jardín. Yo ya se lo he negado pero parece que no me entendió bien. ¿Te encargas tú? Es que como tampoco es mi casa, no puedo decidir nada. Aunque lo hubiera echado si me hubiera dejado - le dije. Ella me sonrió como si tuviera cinco años mientras hablaba, pero luego se vio claramente dolida y ofendida cuando mencioné que esta no era mi casa.
- No importa si ya no vives aquí, Margaret, sabes que es como si fuera tu hogar - me espetó - El pasado debes dejarlo atrás. ¿Ó es que consideras la casa de la tía Grace tu verdadero hogar? - me contestó de mala manera. La fulminé con la mirada.
- Basta, Clarisse, no empieces con eso. Ambas tenemos claro quien tuvo la culpa en aquella ocasión y no quiero volver a hablarlo. Vine aquí para decirte que te encargues de Led y nada más - respondí, visiblemente irritada por su comportamiento, y aún más porque Elliot estaba presente y no sabía nada. Probablemente esto despertaría sus sospechas. Volví a bajar y me quedé en la cocina, desde donde podía ver lo que ocurría en el jardín.
Mi madre bajó las escaleras y su cara expresaba que se sentía dañada, lo cual era del todo injusto porque ella había iniciado la pelea. Se dirigió al jardín.
- Bueno, Led, dime, ¿qué necesitas que hagamos por ti? ¿Qué te alcancemos a tu casa? ¿Dónde vives ó estás parando? - preguntó con amabilidad y una sonrisa afable.

Ni siquiera me había dejado terminar de explicarme cuando comenzó a bombardearme a preguntas. No le presté atención y continué contándole la situación. Pareció verdaderamente decepcionado y triste. No me gustaba verlo así, sobre todo porque yo también lo deseaba, pero no era el lugar. Cerré los ojos, respiré hondo, y al abrirlos le sonreí. Le levanté la barbilla con un dedo para que me mirara - Te prometo que lo haremos, ¿sí? Sólo que no es el momento ni el lugar - juré, y luego salí de la habitación, llevándolo conmigo.
Mi novio se quedó callado durante toda la discusión-charla con mi madre y una pequeña parte de mí se preguntó si aún a pesar de la promesa seguiría dolido por lo que había ocurrido. El lado malvado también razonó que yo no había dicho nada extraño, y que toda la situación había sucedido en realidad en su cabeza, por lo tanto no era mi culpa. Tampoco podía preocuparme mucho por eso, pues mi madre seguía discutiéndome. Cuando finalmente volvimos a la cocina, me hizo una pregunta que me dejó desconcertada.
- No - le respondí, también en susurros, y dudé si contarle o no la verdad. Decidí que era un detalle que podía omitir tranquilamente.