Casa Camberlain

Me dio un abrazo al ver el desayuno, se lo devolví con gusto. Me preguntó si era para los dos. Le respondí
-Yo te ayudaré un poco a terminarlo- y reí –Pensé que ibas a ser una gordita que se comería todo, igualmente no me molesta ayudarte- expresé mientras tomaba un poco de jugo de pomelo y le sonreía.
Ya casi cuando oscurecía Maggie se volvió a su casa. Otro día, la volvería a invitar a mi casita humilde.

Estaba sentado en mi jardín solo. Observando el corte irregular de uno de mis arbustos. Pensé que debía podarlo un poco para emparejarlo, pero no quería hacer estragos así que lo dejé como estaba. Me senté en el pasto y lo sentí entre los dedos de las manos. Era mi cumpleaños, sonreír al pensarlo. Era raro sentir que era cada día más viejo, cada día que pasaba era uno menos para mi existencia. Hice una mueca, era un pensamiento demasiado negativo. En eso, sonó el timbre. Me pareció raro, ya que no había invitado a nadie y no había planeado nada para hacer ya que estaba ahorrando dinero. Me acerqué a la puerta y antes de abrir me eché un vistazo, no estaba nada mal. Sonreí y abrí la puerta. Me sorprendí al ver a Maggie, la cual se aferró a mí en un abrazo cariñoso. Le devolví el abrazo con una sonrisa. Me felicitó por mi cumpleaños.
-Gracias amor- dije con una sonrisa enorme mientras me acercaba para besarla con suavidad en los labios. Luego, le pregunté
-¿Cómo te fue hoy?- mientras pasaba mi brazo por su cintura y la hacía pasar. Cerré la puerta y la miré sonriente. Me pareció un hermoso gesto de su parte que se pasara por mi casa.

Cuando le pregunté cómo le había ido, ella negó con la cabeza y me dijo que era mi día, preguntándome a mí cómo había estado. Sonreí
-Perfecto, ha sido un día bastante relajado- le conté –Imagínate, hace segundos estaba sentado en mi jardín pensando si podar o no uno de mis arbustos- conté chistoso y reí unos segundos.
Después de que entramos se disculpó y dijo que tenía hambre. Y antes de que pudiera ofrecerle algo me estaba preguntando si me molestaba que tomara ella las cosas.
-No, está bien, es tú casa a partir de ahora- le dije con una sonrisa. Se sentía tan bien decirlo, pues en ese momento éramos prometidos. Me preguntó si quería que me preparara algo especial
-No, puedo ‘picotear’ de lo que tú comas- respondí con una sonrisa. Habló sobre cerveza y no sé que más.
-¡Claro! Una cerveza fría estaría linda ahora- dije mientras iba en busca de una. Maggie de paso revisaba mis alacenas y demás. Abrí el refrigerador y encontré lo que buscaba, saqué dos, una para Magg y otra para mí. Y las abrí con los dientes de forma chistosa.
-Para mi damita- dije divertido mientras se la alargaba.
Ella se disculpó de que no había hecho torta.
-Ya, eso no importa- dije con una sonrisa. –Lo importante es que estas conmigo ahora- agregué mientras me acercaba a ella y la abrazaba.
Rato después, estabamos los dos tirados en el sofá comiendo y bebiendo, además de riendo como locos.

Cuando le conté sobre mi jardín, ella se ofreció a ayudarme. Según ella entre los dos lo dejábamos perfecto. Sonreí
-Muy amable- respondí y solté una carcajada –Ya veremos eso, no quiero aburrirte apenas llegada- le dije con una sonrisa divertida.
Ella también pensaba que sonaba raro. Asentí con una sonrisa. No podía evitar ponerme feliz al saber que pronto esa hermosa mujer sería mi esposa. Ella interrumpió mis pensamientos con una duda. No sabía si viviríamos aquí después de la boda. Pensé unos segundos.
-No te dejaré sola en tu apartamento, no después de lo que pasó- comenté algo triste por recordar la muerte de Amy –Sí, te quedarás aquí, si quieres- respondí.
Me acercó las tostadas y tomé una, sonriente. Le di un mordisco intrigado, sabía muy rico. –Cocinas bien- murmuré con la boca llena. Además de ser hermosa cocinaba bien. Era perfecta. Rió por la forma en la que abrí la cerveza y la tomó, para luego decirme que era demasiado aficionado a las bebidas muggles como para ser mago, ella lo veía extraño. –Hace mucho que vivo aquí, me he acostumbrado, simulo ser un ciudadano más- comenté divertido. Luego, mencionó que era una combinación rara la de cerveza y tostadas. Me reí y me senté a su lado. Cuando la abracé, ella me dio un dulce beso que le devolví con ganas.
Charlamos un rato, la pasamos muy lindo. Ella me preguntó a dónde quería que fuéramos de luna de miel. –Cualquier lugar me parece, aunque una playa sería genial- comenté con una sonrisa al imaginarlo. La abracé y cerré los ojos, estaba calentito y me daba sueño. Bostecé y solté una risa. –Perdóname si me duermo- le pedí a Maggie por las dudas. Igualmente, terminé durmiéndome de todas formas.
Horas después, despertamos los dos. Tenía hambre y era la hora de la cena. Sonreí al ver a Maggie aún abrazada a mí. Era tan tierna. Le di un beso antes de pararme a ver que cocinar. Decidí que algo simple, como pastas. Así que, me puse a cocinar y luego de un rato estaba todo listo. Pusimos la mesa y nos acomodamos para comer. Hablamos de mi jardín entre otras cosas, hasta que sonó el timbre. Quedé pensativo, eran como las once de la noche y no había invitado a nadie. Pensé que seguro era alguien que se había perdido o quizás Led, siempre tan tontín.

Me llamó tontín después de explicarme que ‘obviamente’ ella no se quedaría sola en el apartamento. Inmediatamente, se burló preguntándome si nadie me había enseñado que los esposos vivían juntos. Solté una carcajada. –Claro que sé eso- me defendí entre risas. Me explicó mejor a que se refería. Ella me contaba de comprar una casa inmediatamente o vivir por allí un tiempo. Dudé, no tenía mucho dinero. Se lo comenté –Hay sólo un inconveniente, no tengo mucho dinero estos días- le expliqué y sonreí con debilidad. Esperando ver su reacción.
Luego, ella dijo que también le gustaba la playa. Me preguntó si acaso el caribe, sonreí antes de asentir. –Encantador- murmuré y solté una carcajada. –Tú eres perfecta para el caribe, tan hermosa- dije mientras le daba un beso en la cabeza. –Ninfa- dije chistoso y solté una carcajada. Luego de un rato, nos dormimos y al despertar, Maggie me ayudó a poner la mesa. Se burló preguntándome si sabía que podía cocinar con magia. –No es lo mismo- dije divertido –Lo hecho a mano siempre sabe mejor- metí una excusa y solté una carcajada.
Cuando sonó el timbre, ella me miró. Yo me limité a encogerme de hombros. No tenía idea de quien era ni que quería. Ella se paró y abrió la puerta. Escuché a Margaret hablarle a alguien. Me paré y me acerqué pensativo, no se me ocurría nadie. Apenas la vi supe instantáneamente quien era. Mis ojos se abrieron enormes y me olvidé de respirar y de cerrar la boca. Traté de hablar pero no pude, miré a Margaret sorprendido y después a Ainhoa, mi ex mujer. El cerebro se me puso en blanco, fue un momento de shock enorme. Casi se me caía la baba, porque olvidé tragar.

Maggie me dijo que no pasaba nada, que ella tenía muchos galeones ahorrados y que ganaría más con las suplencias. Asentí, no sabía cuánto saldría una buena casa, por lo menos una en la que pudiéramos vivir los dos tranquilamente. Esperaba no salieran mucho ya que yo no tenía demasiado dinero y no quería gastar todo el de Margaret.
Ella fue muy chistosa con uno de sus comentarios, sobre que fingiría que se creyó mi respuesta. Solté una carcajada larga y fuerte. Ella era tan divertida cuando se lo proponía.
Cuando estábamos todos parados, quietos sobre todo yo, escuché la dulce voz de Ainhoa preguntar si estaba yo en casa. Ella parecía tan tierna, como cuando la conocí. Encantadora, no había cambiado para nada. Se mostró cariñosa conmigo, me dio un abrazo y un beso en la mejilla. Me tensé cuando rozó sus labios contra mi piel. Me preguntó cómo había estado. No podía articular palabra pero lo intenté.
-Bien- contesté luego de intentarlo como mil veces. Aún así, tartamudeé y quedé como idiota. En ese momento, escuché a Maggie preguntarle quien era ella. Le hubiera contestado si el shock me hubiera permitido poder formar una oración coherente. No tenía idea que quería Ainhoa.

Ainhoa se mostraba muy amable, hasta dulce en algún punto. Cuando Maggie le preguntó quien era, ella le respondió de manera educada. Según lo que dijo, había venido a ver cómo estaba yo. Me sorprendió muchísimo, pensé que seguro se había arrepentido de todo lo que había hecho. Ainhoa nos contó que había estado bien pero algo deprimida por problemas familiares. La noté triste, me enterneció mucho. –Lo lamento mucho- tartamudeé sin quitarle la mirada de encima. Soy un hombre de fácil perdón por lo que no me costó nada perdonarla. Ella me preguntó que era lo que había estado haciendo en esos tiempos. Pensé unos segundos que contestar –En estos días estuve pensando en mi compromiso con Maggie- le dije y miré a Margaret, la cual se veía atenta. –Vamos a casarnos- le informé y sonreí ampliamente pero con desconfianza. Había algo en Ainhoa que me hacía ser más torpe de lo normal. En eso, me tomó de las manos y el contacto con su piel me dio un escalofrío. Era hermosa, como cuando la conocí. Esos ojos enormes y celestes me cautivaron y me dejaron boquiabierto.

Ainhoa sonrió cuando le conté sobre mi boda con Margaret. Ella pareció sincera cuando nos felicitó. Preguntó cuándo era la boda. Intenté responder pero no podía pensar con coherencia, así que nadie entendió lo que dije. La miré embobado. Por suerte, Maggie le contestó. Escuchar su voz me descolocó totalmente y me quedé en un estado de shock porque había olvidado todo pasaba a mi alrededor, ni siquiera me acordaba que Margaret estaba allí. Ainhoa, de la nada, fue a por una botella de vino, la cual tomó con demasiada sensualidad. Ella se estiró para buscar el vino y los pliegues de su vestido se levantaron, volviéndome un pervertido. El observé el trasero hasta que se voltió. Sirvió en tres copas. En eso, Margaret interrumpió mi mundo de fantasía diciéndome que no me fíe de ella. La miré a mi prometida unos segundos y volví la mirada a Ainhoa cuando se acercó a preguntarme, con su seductora voz, si seguía gustándome el vino. –Por supuesto- murmuré y le sonreí a mi ex mujer. Cuando estaba junto a Ainhoa, nada más me importaba.

Ainhoa me preguntó sobre las relaciones que había tenido luego de que hubieramos cortado. Pensé unos segundos y solté una risa –Unas siete mujeres- le contesté sincero. Me preguntó por alguna relación importante, pensé como pude. –Pues, la que tengo con Maggie- le respondí aunque nisiquiera me giré a verle. Me preguntó si alguna bonita y si la había extrañado. No sabía que contestar, pues no la había extrañado hasta que la vi de nuevo frente a mi puerta, con esos ojos celestes hermosos y su pelo bien claro casi blanco. Lo peor es que me estaba mirando directamente, poniéndome nervioso. Murmuré algo inentendible y sonreí idiota. –No eran muy bonitas, no te preocupes- le dije para que no se sintiera mal.
Luego, ella nos preguntó que queríamos hacer. Maggie dijo que le daba igual, o eso creo. Asentí y miré a Ainhoa como para que ella interviniera. No tenía idea de que cosas quería que hagamos o le gustaban hacer.

Observé a Ainhoa todo el rato, esa mujer tenía el poder de hacerme olvidar de todo y que nada me importase. Y cuando sonrió, fue como si un ángel hubiera sonreído, un ángel recién caído del cielo con cabello blanco cual nieve en invierno y ojos celestiales. Mi ser de iluminó en todo el tiempo en que sus ojos se posaron en los míos. Se me acercó y me susurró que estaba segura de que yo la había extrañado. Y me besó con intensidad, la tomé por la cintura y la besé con más fuerza y pasión, sin que me importase nada más. Luego de que nos besáramos, entrelazando mis dedos en su cabello le pregunté -¿Me quieres?- con una mirada y un dejo en la voz de esperanza. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por el amor de Ainhoa, es que yo la había querido tanto que todavía había algo en mí que me hacía quererla. Y pues, que le vuelva a interesar nuestra relación, avivaba la llama del amor en mi corazón. Aún tomándola por la cintura, comencé a besarle el cuello con pasión, sabía que Ainhoa era tan pasional como yo. Quizás era más una diablilla que un ángel, o una mezcla de ambas. La acerqué más a mí, sin soltar los labios de su cuello.